El Papa visit¨® el campo de concentraci¨®n nazi de Auschwitz
La de ayer fue una jornada hist¨®rica en el pontificado de Juan Pablo II, el primer Papa polaco. Por primera vez un Papa cat¨®lico ha atravesado la puerta del mayor campo de concentraci¨®n de la historia: Auschwitz, donde murieron atrozmente m¨¢s de cuatro millones de personas, la mayor parte de ellas hebreas. El papa Wojtyla, que hab¨ªa llegado en helic¨®ptero desde su pueblecito de Wadowice, rechaz¨® el coche y quiso entrar y recorrer todo el campo a pie. Entr¨®, exactamente, a las tres y veinte de la tarde por la puerta de hierro donde se leen a¨²n en alem¨¢n las c¨ªnicas palabras: ?El trabajo os hace libres.? El Papa, sin capa roja, con sotana blanca, caminaba lentamente a trav¨¦s de los bloques de ladrillo rojo conversando serenamente con los dos representantes del Gobierno, uno del Ministerio de Asuntos Exteriores y otro de la regi¨®n de Auschwitz.
A su lado, el nuevo secretario de Estado, el arzobispo Agostino Casaroli y el nuevo sustituto de la Secretar¨ªa de Estado, el espa?ol Eduardo Mart¨ªnez Somalo.
S¨®lo un peque?o n¨²mero de periodistas seguimos al Papa a trav¨¦s del campo de concentraci¨®n. Juan Pablo II pas¨® a unos metros del ¨²nico horno crematorio que ha quedado intacto en Auschwitz.
El Papa lleg¨® hasta el bloque n¨²mero once, donde estaban las checas de tortura y en los subterr¨¢neos la famosa checa de la muerte, que es donde met¨ªan desnudos, para que murieran de hambre y de sed, diez prisioneros condenados a dedo cada vez que se escapaba uno del campo.
En esa celda estuvo el famoso religioso de los conventuales menores, el polaco Maximiliano Kolbe, quien con 47 a?os se ofreci¨® voluntario a la muerte en cambio de un compa?ero a quien hab¨ªan designado para la checa y que se hab¨ªa puesto a llorar porque ten¨ªa mujer e hijos.
A la puerta del bloque once esperaba al Papa el hombre a quien Kolbe hab¨ªa salvado la vida: es Franciszak Gajownizek, de 78 a?os. El Papa lo abraz¨®.
Al entrar en la checa de la muerte el Papa observ¨®, sin detenerse, recuerdos de objetos de los ex prisioneros. Despu¨¦s bajo unas escalerillas casi en la oscuridad para llegar a los s¨®tanos. All¨ª hab¨ªa abiertas dos checas de torturas.
Una estaba vac¨ªa y la otra era la famosa donde estuvo Kolbe. Esta estaba iluminada. En el suelo, una cruz blanca. El Papa se arrodill¨® y estuvo en silencio con un manojo de claveles rojos y blancos en la mano.
Crisantemos
Despu¨¦s de unos momentos de silencio el papa Wojtyla, con un nudo en la garganta, rez¨® casi en voz baja con los presentes cinco Ave Mar¨ªas.
Entr¨® en el patio contiguo al bloque 11, donde est¨¢ el muro de la muerte. Es donde mataban con tiros en la nuca. El Papa se acerc¨® solo. Llevaba en las manos un ramo de crisantemos, que le hab¨ªa dado un ni?o. Estuvo de pie, con la cabeza reclinada y los ojos cerrados durante cinco minutos. Despu¨¦s cay¨® de rodillas.
A continuaci¨®n se dirigi¨® al otro campo de concentraci¨®n, Brzezinka, a tres kil¨®metros. All¨ª le esperaban m¨¢s de medio mill¨®n de personas desde las primeras horas de la ma?ana, para o¨ªr la primera misa de un papa en un campo de concentraci¨®n.
?En el lugar donde ha sido pisoteada de modo tan horrendo la dignidad humana?, afirm¨® el Papa en la homil¨ªa, ?se ha conseguido la victoria mediante la fe y el amor.? Y en otro momento: ?Cristo quiere que yo, sucesor de Pedro, d¨¦ testimonio ante el mundo de lo que constituye la grandeza del hombre de nuestros tiempos y de su miseria. De lo que constituye su derrota y su victoria.? Despu¨¦s de decir: ?He venido a arrodillarme ante este G¨®lgota del mundo contempor¨¢neo, sobre estas tumbas, en gran parte sin nombre?, el Papa dijo que quer¨ªa detenerse ante todas y cada una de aquellas l¨¢pidas escritas en varios idiomas, entre ellos en espa?ol, pero precis¨® ?de modo particular me detengo ante la l¨¢pida con la inscripci¨®n en lengua hebrea. Ante esta l¨¢pida a nadie le es l¨ªcito pasar delante con indiferencia?. Y despu¨¦s de un aplauso que no acababa, el Papa sorprendi¨® a toda la opini¨®n mundial con una frase que no estaba en el texto oficial: ?Me detendr¨¦ tambi¨¦n en la de lengua rusa. No a?ado m¨¢s comentarios. Sabemos de qu¨¦ pueblo habla esta l¨¢pida. Sabemos cu¨¢l fue la participaci¨®n de este pueblo a la ¨²ltima tremenda guerra por la liberaci¨®n de los pueblos, en la guerra, por la libertad de los pueblos. Y tampoco ante esta l¨¢pida podemos pasar indiferentes. ?
El Papa dijo tambi¨¦n, siempre interrumpido por los aplausos: ?Jam¨¢s uno a costa de otro, a precio de servidumbre del otro, a precio de conquista, de ultraje, de explotaci¨®n y de muerte.? Y termin¨® su discurso con estas palabras, que resonaron como un grito b¨ªblico en aquellas tierras que tienen a¨²n sabor de muerte: ?Pronuncia estas palabras el sucesor de Juan XXIII y de Pablo VI. Pero las pronuncia tambi¨¦n el hijo de la naci¨®n que en su historia ha sufrido m¨²ltiples tribulaciones. Y no lo dice para acusar, sino para recordar. Habla en nombre de todas las naciones cuyos derechos son violados y olvidados. Lo dice porque as¨ª lo requiere la verdad y la solicitud por el hombre.?
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