La derecha inodora
La primera vez que se me ocurrió pensar que en el mundo había izquierdas y derechas que seguramente estaba yo metiéndome el dedo en la nariz porque sería de peque?o, en seguida me pregunté si la derecha tendría necesidades, o sea sus necesidades, como los rojos.Yo lo he creído todo de la derecha, todas las mentiras que han querido contarme don Manuel Aza?a (cuyas memorias releo en la copa de una acacia de la Casa de Campo, ya que no vendo un libro ni firmo una escoba), el se?or Tu?ón de Lara, don Américo Castro y otros mu?idores de una anti-Espa?a masona y exilé. Yo hasta he creído que don Pelayo traicionó al oso cántabroastur, que eran las bases, y que don Gonzalo Fernández de la Mora fue ministro por vanidad más que por necesidad (como casi todos los ministros de-uno-u-otro-signo, por otra parte). Pero lo que jamás hubiera podido creer de la derecha es que tuviese necesidades fisiológicas, imperativos intestinales, cosas.
Por eso, siempre que voy a una casa fina, bien tenida, lo primero pregunto por los urinarios, que me parece la palabra más ferroviaria y adecuada para romper la pompa y la circunstancia, el protocolo, las estructuras melódicas de lo suntuario. Por el water, inodoro, aseo o servicio conozco yo a los se?ores de la casa. En el gran mundo se acostumbra conocer a una familia por la cena que da. Yo me fijo más en el marco y resultado final de esa cena.
O sea, en los urinarios. Así es como me he enterado (zascandileando con mi cremallera por las casas bien de Madrid) de que han salido tazas de water y bidés que ya no son lo que eran. Lo último en micciones es el urinario victoriano o eduardiano (de Eduardo VII), y la derecha eterna y sinaítica que no tiene para el sobre de los obreros, para el convenio, para la Seguridad Social, para la inversión, invierte, en cambio. unos kilos en bisutería del Quexigal, expoliando de cuadros los muros de la patria mía, contra la sola defensa de Quevedo y María Rosa Suárez-Inclán, débil y gentil Agustina de Aragón por libre de un Patrimonio Artístico Nacional que palma.
O bien, entre los más snobs y de mejor imaginación, visitantes de la muestra art-nouveau/ moder-style del Instituto Alemán a la que Juan Ramírez de Lucas ha aportado su propio retrete artístico), se impone el urinario eduardiano que viene a resolver mis primeras dudas políticas infantiles: la derecha tiene necesidades y los ángeles tienen sexo, pero resuelven estas cosas más fino que nosotros.
Europa y América van ahora hacia la derecha. Lo ha dicho Haro-Tecglen y lo ha demostrado Margaret Thatcher (a la que se le supone bidet o bidé eduardo/victoriano desde ya mismo). Mi amigo Otero Besteiro, el solitario de Majadahonda, quiso un día renovar la tediosa fontanería íntima de la gente increando ba?os de roca. lavabos como menhires, camas acuáticas y ba?eras con vegetación y manigua. Yo creo que no le entendieron. En cambio, ahora, la cena que llegó a la mesa dignamente estilizada por Bocuse, torna a la naturaleza o la nada con igual dignidad eduardiana. pomporé y filtiré, que es la dignidad modernista que me temo no va a adoptar la Renfe en sus recios urinarios con burladero de hierro
Don Pedro Sainz Rodríguez, que ahora lee su discurso de la Academia, me lo dijo un día que el Rey nos había dado un cubata Fino:
-La misoginia empezó siendo un principio de la religión cristiana. Entre los primeros teólogos se llegó a discutir si la mujer era un ser racional.
En la duda, a la mujer, que resultaba cloacal aunque fuese marquesa, e irracional o subnormal, aunque fuese Flora Tristán, la derecha, que puede, le puso unas toilettes y budoirs art-nouveau, para que lo que tuvieran que hacer, ya que eran y son doce veces malditas (supongo que doce al a?o, salvo desarreglos) lo hicieran lo más estilizado posible. El pueblo, la basca, la horda, el gentío, suele indignarse de lo bien que comen los ricos. Pero lo que el pueblo no sabe es lo bien que descomen.
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