Una tarde de feria con Umbral
"Me mosquea tanto ?t¨ªo?. Mi p¨²blico normalmente es femenino"
Despu¨¦s de una semana de letargo la Feria revivi¨® el s¨¢bado por la tarde y hasta resultaba dif¨ªcil circular por all¨ª entre el bullicio de la multitud bastante animada. Los ni?os se lo pasaban pipa en sus para¨ªsos particulares de la primera planta y los expositores sal¨ªan de las miserias comerciales que tanto han lamentado este a?o y gozaban como locos vendiendo un ejemplar tras otro.Adem¨¢s, estaba como aliciente la presencia de una pl¨¦yade de autores que iban a firmar sus libros: Torrente Ballester. Mart¨ªn Gaite, Fern¨¢ndez Santos. Eduardo Mendoza... Los altavoces recitaban de cuando en cuando la larqa lista de nombres: ilustres, famosos, desconocidos casi...
Por un fallo t¨¦cnico, Paco Umbral no constaba en la relaci¨®n, pero la gente supo en seguida que estaba all¨ª. Sentado en la caseta de Espasa-Calpe, casi oculto detr¨¢s de montones de su obra p¨®stuma Los amores diurnos (Kair¨®s). El diario de un escritor burgu¨¦s (Destino) y Ram¨®n y las vanguardias (Austral)-, no dej¨® de firmar ni un minuto en las dos horas que dur¨® la sesi¨®n con la calma imperturbable que da la larga experiencia, arropado en su chaqueta mientras los dem¨¢s nos mor¨ªamos de calor.
Con esa caligraf¨ªa jerogl¨ªfica suya -caracteres ¨¢rabes parecen- dise?aba m¨¢s que escrib¨ªa: Con mi recuerdo, cuando era para una se?ora; Con mi amistad, si se trataba de un var¨®n...
Le leo con avaricia
?Yo cre¨ªa que as¨ª s¨®lo escrib¨ªan los m¨¦dicos?, comentaba un lector, perplejo ante su dedicatoria. ?A ver si me lo escribe claro que el a?o pasado no entend¨ªa nada?. le recomendaba una lectora Fiel. ?A m¨ª me parece muy bonita mi letra?. respond¨ªa Umbral a las indirectas. ?Adem¨¢s, lo que importa es la calidad est¨¦tica de la p¨¢gina.?Ven¨ªa gente de todo tipo y condici¨®n: j¨®venes que le daban un nombre de mujer, a todas luces el de la novia a quien iban a regalar el libro; matrimonios de edad provecta. ?Soy el autor de las familias?, dice siempre Umbral; alg¨²n que otro progre y jovencitas primaverales como la Lutecia-Leticia de Los amores diurnos.
Pero las m¨¢s cari?osas y expresivas eran sus admiradoras t¨ªpicas de siempre; se?oras de mediana edad en climat¨¦rica esplendidez, peinado de peluquer¨ªa y respetable aire peque?o-burgu¨¦s. Algunas coqueteaban en plan maternal con ¨¦l, o se interesaban por su salud. ?Le leo con avaricia?, aseguraba una con fervor. Y otra, preocupada por su ausencia en las p¨¢ginas de EL PAIS; ? Qu¨¦ le ha pasado. ha estado enfermo? Le ech¨¢bamos mucho de menos.?
Se acerc¨® un chico con un peri¨®dico del d¨ªa para que le firmara el art¨ªculo. "Es que no tengo dinero para comprar un libro?, se excus¨®. Al rato, un joven barbudo le entreg¨® unos cuadernos de poes¨ªa para que los leyera. Otro le pidi¨® que firmara en su librer¨ªa. La abundancia del sexo masculino empezaba a intrigar a Paco: ?Estoy mosqueado. Normalmente mi p¨²blico es femenino. ?Ser¨¢ que me estoy poniendo ?", meditaba para s¨ª.
Pero la verdad es que no parec¨ªa inquietarle mucho el fen¨®meno. Precisamente la v¨ªspera hab¨ªa tenido una buena prueba de que todav¨ªa despierta furores femeninos como un Bos¨¦ con faringitis. En la librer¨ªa Antonio Machado sufri¨® la agresi¨®n sexual de una mit¨®mana furibunda que intent¨® desabrocharle la camisa sin consideraci¨®n alguna a la extremada sensibilidad de Paco a las corrientes de aire.
?La mujer se empe?aba en que era ella la protagonista de Los amores diurnos?, contaba flem¨¢ticamente Mar¨ªa Espa?a, la santa esposa de Umbral. ?No, hija?, tuve que desenga?arla, ?que yo la conozco y es m¨¢s joven y, m¨¢s guapa que t¨² ?.
En paz con las feministas
Entre firma y firma hablamos algo de los dos nuevos libros, de la disciplina nazi que se autoimpone para mantener el ritmo de producci¨®n de los supositorios de optalidon, la ¨²nica droga que practica.?Ahora los he dejado porque llevaba mucho tiempo con ellos y pueden llegar a ser peligrosos. Pero es algo fant¨¢stico, creo que es lo que tomaba Superman para volar. Adem¨¢s, es la droga literaria por excelencia. Con ellos hasta Amilibia podr¨ªa escribir.?
Diario de un escritor burgu¨¦s es, como el t¨ªtulo indica, un diario que llev¨® Umbral el a?o 1977, ¨ªntimo hasta que decidi¨® publicarlo y dej¨® de serlo. Los amores diurnos, un libro porno-po¨¦tico seg¨²n la contraportada, es una historia de amor en la que la crudeza henrimilleriana del lenguaje, plagado de pichas y vaginas, est¨¢ toda impregnada de lirismo v ternura vallisoletana.
?Mi amiga Cristina Alberdi me dijo que el libro no era nada machista y, eso me tranquiliz¨® mucho?, comenta con cierta sorna.
Parece que las feministas han firmado la paz con ¨¦l y hasta se habl¨® de que fuera un d¨ªa a firmar a la caseta de la Librer¨ªa de Mujeres, ??Cu¨¢l es tu libro m¨¢s feminista??, le preguntaba candorosamente una chica de la Librer¨ªa. ? Es para tenerlo all¨ª si vienes.?
Tal vez alg¨²n d¨ªa, ?por qu¨¦ no?, Umbral escriba un libro feminista. Al fin y al cabo ya lo ha hecho Manuel Puig con su Pubis angelical. Pero, de momento, ?lo que me gustar¨ªa es escribir algo sobre la poes¨ªa de Gonz¨¢lez Ruano, que es muy poco conocida y est¨¢ muy bien dentro del estilo de la ¨¦poca?.
La sesi¨®n fue intensa y tranquila. ?Otras veces me han pasado cosas chocantes?. recuerda. ?En El Corte Ingl¨¦s un se?or quer¨ªa comprarme la mesa. Dec¨ªa que le gustaba mucho y me preguntaba qu¨¦ precio ten¨ªa. En otra ocasi¨®n se nos cay¨® el stand con todos los libros encima?.
Hacia las nueve Paco Umbral levant¨® el campo y se fue a comer croquetas f¨®siles y, a ver a Rosa Montero, que, instalada en la Librer¨ªa de Mujeres, con manchas de boli hasta las cejas, no daba abasto, para que le firmara una Cr¨®nica del desamor.
Babelia
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