El decreto con nombre y apellido
EL REAL decreto promulgado presurosamente para forzar al se?or Garaicoetxea a optar entre la presidencia del Consejo General Vasco, cargo para el que fue elegido por unanimidad el mismo d¨ªa en que el Bolet¨ªn Oficial publicaba la norma sobre ?el r¨¦gimen de incompatibilidades de los miembros de los ¨®rganos de gobierno de los entes preauton¨®micos?, y su condici¨®n de miembro del Parlamento Foral navarro, ilustra la improvisaci¨®n y torpeza que gu¨ªan la estrategia del Gobierno en la cuesti¨®n vasca.Se puede discutir la conveniencia de que una misma persona sea, a la vez, presidente del Consejo General Vasco, que por ahora s¨®lo ejerce sus competencias sobre Vizcaya, Guip¨²zcoa y Alava, y miembro del ¨®rgano foral de Navarra, cuya inclusi¨®n en la comunidad aut¨®noma ampliada de Euskadi depende de decisiones pol¨ªticas y refrendos populares futuros. Es precisamente la incertidumbre de la incorporaci¨®n del antiguo reino al Pa¨ªs Vasco lo que sit¨²a cualquier juicio acerca de la compatibilidad de esos cargos sobre el filo de la navaja. Por un lado, quienes consideran altamente probable que esa fusi¨®n de las cuatro provincias en una misma comunidad aut¨®noma termine por realizarse, encontrar¨¢n ofensiva la incompatibilidad que se hace recaer sobre el se?or Garaicoetxea, dado que en futuro m¨¢s o menos pr¨®ximo no tendr¨¢ raz¨®n de ser. Por otro, algunos estimar¨¢n que esa acumulaci¨®n de cargos, vascos y navarros, por el se?or Garaicoetxea, constituye un hecho consumado y una tentativa de juzgar de antemano un pleito de dudoso final.
Todo esto es, efectivamente, opinable y discutible. Pero no lo es, en cambio, la inveros¨ªmil estolidez del Gobierno al urdir en el ¨²ltimo minuto -?por qu¨¦ el secretario de Estado para la Informaci¨®n no aludi¨® a este decreto en su charla con los periodistas el viernes por la noche?- este decreto con nombre y apellido para poner al se?or Garaicoetxea entre la espada y la pared. Porque la medida se adopta precisamente cuando las ¨²nicas expectativas razonables para una salida pac¨ªfica y democr¨¢tica del conflicto vasco se hallan en funci¨®n de las actitudes constructivas y negociadoras del PNV, cuyo presidente es el se?or Garaicoetxea, y de la aprobaci¨®n del Estatuto de Guernica, resueltamente apoyado por los nacionalistas vascos y por los socialistas, y rechazado por los sectores radicales abertzales que simpatizan con ETA. ?Qu¨¦ se propone este bofet¨®n en el rostro del PNV y esta tentativa de privar, por sorpresa, a su presidente de su condici¨®n de consejero vasco o de parlamentario navarro?
Las posiciones del PNV suelen producir, en el resto de Espa?a, irritaci¨®n o incomprensi¨®n, por su particularismo. En estas mismas columnas hemos se?alado, m¨¢s de una vez, la disconformidad con planteamientos tan poco generalizables a toda la sociedad espa?ola como son los llamados ?derechos hist¨®ricos?, o el restablecimiento de los antiguos conciertos econ¨®micos. Sin embargo, el particularismo es precisamente la se?al de identidad de los nacionalismos, cuya raz¨®n de ser se basa en las diferencias y en la afirmaci¨®n de las propias peculiaridades. La ¨²nica v¨ªa para disminuir las considerables distancias existentes entre esas razones generales del pa¨ªs en su conjunto, y las razones particulares de las comunidades hist¨®ricas, es el di¨¢logo y la negociaci¨®n. Y para que ese intercambio de razones pueda llevarse a cabo, es una condici¨®n sine qua non la creaci¨®n de un clima de confianza entre las partes que permita entender los argumentos del contrario, y no condenarlos de antemano como simples argucias para enga?ar al adversario, o meros disfraces para encubrir sus ocultos prop¨®sitos.
El proceso de intenciones habitual contra el PNV es que sus palabras autonomistas esconden prop¨®sitos secesionistas y que sus condenas a la violencia de ETA son una pura cobertura de sus afinidades profundas. Pero la din¨¢mica pol¨ªtica abierta tras las ¨²ltimas elecciones y la furiosa campa?a de Herri Batasuna contra el Estatuto de Guernica, patrocinado por el PNV, deber¨ªan servir para que las ¨²ltimas dudas sobre la buena fe de los nacionalistas vascos se desvanecieran. En cambio, la desconfianza del PNV hacia el Gobierno se ver¨¢ ahora reforzada por el decreto que lleva, para mayor desgracia, la firma del se?or Font¨¢n, que hasta el pasado viernes hab¨ªa conseguido deshacer algunos de los entuertos causados por su predecesor en la cartera de Regiones.
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