Exposici¨®n-homenaje a Eduardo Torroja
Eduardo Torroja habr¨ªa cumplido, el pr¨®ximo agosto, los ochenta a?os de su edad. Naci¨® en Madrid, en una familia de origen catal¨¢n de gran tradici¨®n cient¨ªfica. Como su hermano mayor, estudi¨® la carrera de ingeniero de caminos, terminando sus estudios en 1923.Realiz¨® sus obras m¨¢s importantes entre 1926 y 1936, cuando todav¨ªa era muy joven. En aquellos a?os su prestigio fue inmenso. Frank Lloyd Wright lleg¨® a decir que Torroja era el m¨¢s grande ingeniero vivo, cuando todav¨ªa viv¨ªan nada menos que Freyssinet, Finsterwalder y Nervi. La admiraci¨®n que Wright le profesaba, compartida por los arquitectos contempor¨¢neos m¨¢s conocidos, fue muy ¨²til para el desarrollo y la aplicaci¨®n, sin demasiadas justificaciones, del hormig¨®n armado a toda clase de edificaciones, en aquellos a?os treinta en que todav¨ªa era discutido, cuando no rechazado, como material nada apto para las construcciones que tuvieran que soportar flexiones alterriativas, cizallamientos repetidos o grandes sobrecargas m¨®viles.
Torroja fue disc¨ªpulo predilecto y colaborador de Jos¨¦ Eugenio Ribera (insigne ingeniero de caminos a caballo entre los dos siglos, al que nuestro colegio deber¨ªa dedicar una gran exposici¨®n por su triple calidad de maestro de generaciones de ingenieros, constructor espa?ol sin par en su ¨¦poca e indiscutible introductor del hormig¨®n armado en nuestro pa¨ªs), quien reconoce, ya en 1936, que ha sido superado por su joven disc¨ªpulo.
Al t¨¦rmino de nuestra guerra dedica Torroja su mayor atenci¨®n a la actividad investigadora, te¨®rica acad¨¦mica y profesoral, abandonando la enorme tensi¨®n creadora de sus primeros a?os profesionales para poner su talento m¨¢s al servicio de instrucciones y reglamentos, y bastante menos a las obras singulares, que va abandonando poco a poco. Su intervenci¨®n en numerosas asociaciones internacionales pronunciando conferencias o presidiendo simposios y reuniones le apartan del trabajo directo de la creaci¨®n estructural. Aunque muere a los 61 a?os, las obras por las que tan merecidamente ha pasado a la historia de la ingenier¨ªa las proyect¨® y construy¨® antes de cumplir los 37 a?os,
Torroja elev¨® el hormig¨®n armado a las misteriosas cotas del arte. Fue uno de los ingenieros del siglo XX que m¨¢s ayud¨® a la consagraci¨®n definitiva de este material, que amaba profundamente y consideraba fecundo, maleable ypl¨¢stico en las manos del arquitecto, como la porcelana en las del artista cer¨¢mico. Torroja sent¨ªa verdadera pasi¨®n por el hormig¨®n armado, minimizando siempre los inevitables y bien conocidos problemas de fisuraci¨®n y oxidaci¨®n de armaduras, en su opini¨®n superados sin necesidad de recurrir al pretensado (aunque, por otra parte, fuera consciente en su interior de los graves defectos inherentes a la propia formaci¨®n del hormig¨®n armado, al que denominaba extra?a coyunda), amplificando, en cambio, las dificultades y servidumbres inherentes a la construcci¨®n del acero.
Sin embargo, Torroja nunca comprendi¨® totalmente la esencia del pretensado. Al menos esto dec¨ªa el propio Freyssinet, quien se lamentaba de ello. Yo recuerdo que, en sus clases, repet¨ªa con gusto una broma, equiparando el hormig¨®n armado con las cerillas y el pretensado con el mechero, invento posterior m¨¢s sofisticado y complicado, pero que -seg¨²n ¨¦l- no mejoraba nada esencial al anterior pensamiento que compartieron ingenieros tan notables como Maillart y Nervi.
S¨®lo con el hormig¨®n armado siente Torroja que puede alcanzar el alto objetivo de expresividad del fen¨®meno resistente, donde se funde el fen¨®meno tensional y el efecto est¨¦tico (la m¨¢xima valoraci¨®n de lafunci¨®n resistente en la expresi¨®n est¨¦tica) y, por supuesto sin recurrir a ornamentos (la simplicidad es una virtud), donde la belleza se basa en la racionalidad de la estructura, y todo ello sin apariencia alguna de penoso esfuerzo ni de trabajada t¨¦cnica, como si el l¨ªmite de sus posibilidades estuviera m¨¢s all¨¢ todav¨ªa. Torroja es, sin duda, heredero directo del funcionalismo y quiz¨¢, sin saberlo, de Lodoli y los racionalistas del XVIII, pero tambi¨¦n, y seguramente a pesar suyo, de nuestra mejor tradici¨®n barroca, que trata siempre de ocultar y disimular los esfuerzos complejos y penosos tras apariencias simples, deslumbrantes y gr¨¢ciles, como si todo fuera f¨¢cil y sencillo (la elegante sencillez). Un esp¨ªritu que inevitablemente entronca con el Transparente y Las Meninas. Un esp¨ªritu profundamente barroco y lleno de complejidad que nada tiene que ver con los excesos ornamentales, que tanto odiaba Torroja, pero que es justo se?alar aqu¨ª como una caracter¨ªstica esencial de su obra.
Torroja ve en el hormig¨®n armado las m¨¢ximas posibilidades de un material. El monolitismo, la continuidad en todas las direcciones, los espesores m¨ªnimos y las fuentes inagotables de forma, el ¨²nico material al que verdaderamente puede aplicarse el t¨ªtulo de material adecuo-resistente. S¨®lo a partir de este material, el hormig¨®n armado, descubre las estructuras laminares, sus l¨¢minas, un velo envolvente continuo y de peque?¨ªsimo espesor que al tiempo que cierra, envuelve y abriga este espacio, se sostiene a s¨ª mismo, con las que alcanzar¨¢ la gloria. Las l¨¢minas le permiten la creaci¨®n de infinitos tipos posibles con espesores hasta de 1/700 con la libertad y la fecundidad de su imaginaci¨®n. Se siente atra¨ªdo hacia la l¨¢mina cil¨ªndrica, una b¨®veda desconcertante que no da empujes, un nuevo tipo estructural con el que construye su mejor obra: la cubierta del front¨®n Recoletos, de Madrid, que tendr¨¢ enorme resonancia internacional.
Tambi¨¦n trabaja a menudo con los hiperboloides, que conoce y maneja con soltura y elegancia, ya sea para realizar un caj¨®n de cimentaci¨®n (Puente de Sancti-Petri), un dep¨®sito de agua (Fedala) o su obra m¨¢s c¨¦lebre y universal: las marquesinas del hip¨®dromo de la Zarzuela. Al final de su vida, con la hermosa cubierta del club Tachira, Torroja vuelve a demostrarnos que es en las l¨¢minas donde encuentra el impulso hacia sus formas m¨¢s depuradas y art¨ªsticas, donde alcanza su expresi¨®n m¨¢s adelantada y genial. En estas estructuras laminares colabora con algunos de los mejores arquitectos de su tiempo: Zuazo, S¨¢nchez Arcas, Arniches y Dom¨ªnguez.
La belleza de la forma
Ninguna obra pasar¨¢ a la posteridad por la perfecci¨®n de sus c¨¢lculos. Solamente la forma continuar¨¢ impresionando, dec¨ªa Torroja, quien conoc¨ªa sin duda, debido a su profunda formaci¨®n human¨ªstica, que el problema de la est¨¦tica m¨¢s singular y caracter¨ªstico es el de la belleza de la forma. Mantendr¨¢ hasta el final una profunda preocupaci¨®n por conseguir las formas estructurales m¨¢s bellas, y alrededor de esta idea vivi¨®, como todo hombre genial, obsesionado. Quiz¨¢ Freyssinet tuviera raz¨®n cuando consideraba a Torroja como maestro de las construcciones originales. Ciertamente, la continua y deliberada originalidad de sus planteamientos t¨¦cnicos y soluciones formales -independientemente siempre de los procesos constructivos y de las valoraciones econ¨®micas, que nunca le preocuparon demasiado-, es una de las caracter¨ªsticas que mejor definen su trabajo, su obra, y, posiblemente, su propia personalidad humana, tan rica y delicada.La belleza din¨¢mica y estructural de la obra de Eduardo Torroja pertenece ya al acervo cultural de todos los que amamos la arquitectura, la ingenier¨ªa y el mundo de la construcci¨®n. Esta 5.? exposici¨®n de nuestro colegio, en el a?o de su ochenta aniversario, es algo m¨¢s que un recuerdo y un tributo de admiraci¨®n de todos sus compa?eros. De nuevo nuestra intenci¨®n es volver la mirada hacia el pasado, considerado no como hechizo, sino como continuo descubrimiento de unos contenidos siempre renovados, y como iluminaci¨®n de nuestro trabajo futuro, con la esperanza de que, en medio de tanta miseria y trivialidad, nunca abandonemos la utop¨ªa de unir la t¨¦cnica y la fantas¨ªa.
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