Que viene Farrah
Que viene Farrah Fawcett-Majors, que est¨¢ ya aqu¨ª, en todos los cines y todas las peluquer¨ªas del Estado espa?ol, y que no hay manera de llevarse al r¨ªo una espa?ola lorquiana, porque todas salen del secador con el peinado de alitas, hechas unos ¨¢ngeles sexuales de Charlie, y una novia, una santa esposa, una amante nacional, puede soportar que se la enga?e, que se la pegue, que se le d¨¦ puerta, que no se le d¨¦ todo el amor del mundo, pero lo que no pueden soportar es que las despeinen.En esto, Hollywood ha hecho mucho por la decencia en la mujer, concretamente en la mujer espa?ola, pues a Marl¨¦ne no hab¨ªa quien le moviese la onda, Marilyn y Doris Day pasaron por todos los trances de dormitorio sin perder su aura de peluquer¨ªa, y Maureen O'Hara llevaba el alto tup¨¦, rubio y lacado, a prueba de bofetadas y zarandeos de John Wayne (la muerte, viejo lobo, es el hechicero comanche que siempre vuelve).
Muchas espa?olas de los cuarenta /cincuenta no nos concedieron sus favores ni su lencer¨ªa, no por causa de don Marcelo Gonz¨¢lez -a cada cual lo suyo-, o del padre Peyton, o del gobernador Romojaro, sino, sencillamente, por no despeinarse.
Que yo recuerde, s¨®lo Rita Hayworth, con su melena suelta como un mar, cruzada por todas las mareas de la pasi¨®n y de la vida, dio ejemplo de libertades capilares a las estrechas del mundo, dej¨¢ndose noquear por Glenn (m¨¢s importante esa bofetada que el viaje espacial del otro Glenn) y demostrando que una mujer puede despeinarse libremente por todas partes y luego protagonizar un t¨ªtulo tan estremecedor y generacional como La traici¨®n de Rita Hayworth.
Europa ha ido votando derecha por nacionalidades. La Europa de las patrias que fraguaba De Gaulle. Y luego, en la cosa general -primeras elecciones contirientales-, tambi¨¦n ha votado derecha, porque resulta que en toda la Euroasia ya s¨®lo votan izquierda los concejales de C¨®rdoba y los vecinos de Montilla, hermosa gente que me llama por tel¨¦fono y en cuyo acento arabigoandaluz quiero perderme. Europa a la derecha, seg¨²n Eduardo Haro, seg¨²n la vida misma,- y mientras en Europa reina Margaret Thatcher, en Am¨¦rica reina Farrah Fawcett-Majors: dos estrechas.
Que viene Farrah, s¨ª, que viene Farrah, defendida por las armas de Charlie y defendida, sobre todo, por la laca de su pelo (la laca s¨ª que es inviolable), imponiendo el peinado con afitas, la sofisticaci¨®n indestructible de la vieja pionera del Mayflower, el eterno puritanismo americano, que hereda all¨ª, en matriarcado, el Colt 45 de John Wayne, y defiende aqu¨ª la familia y el peinado con el spray que ciega los gozos de la vista, D¨¢maso, los ojos del que mira. Ay, la Farrah.
Porque no viene sola. Con ella viene Howard H. Kehrl, de la General Motors, como un Wayne de mejores modales, a estrecharle la mano al ministro Bustelo y llenarnos Espa?a de f¨¢bricas de coches, que los ecologistas y antinucleares, distra¨ªdos con Lem¨®niz, no han ca¨ªdo, quiz¨¢, en lo que eso su pone para Espa?a, ahora que vamos a racionar la gasolina. Farrah, como las desgracias, nunca viene sola, y las centrales sindicales no lo ven muy claro, pues las trilaterales suelen montar sus correas de transmi si¨®n all¨ª donde el obrero es d¨®cil
Farrah Fawcett-Majors, genuino sabor americano, ahora que ha muerto John-Marlboro. Personalmente, yo soy partidario de que nos engorden la industria, de que nos colonicen, nos invadan, que cuando haya d¨®nde morder, ya morderemos. Lo hemos hecho con pueblos m¨¢s antiguos: los ¨¢rabes, los arios, los fenicios. Farah Fawcett-Majors va de estrecha agresiva, y la Thatcher, de solterona de hierro, aunque est¨¦ casada. Dos matriarcas puritanas rigen uno y otro Occidente. O sea, que le he echado el tel¨¦fono al gran argentino Manuel Puig: ?Que me voy contigo a la Filmoteca, a ver a Imperio y Estrellita, que ¨¦sas eran mujeres.? No hay color.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.