SALT II o las reglas del juego
Comandante de Ingenieros
Los acuerdos SALT II no son exactamente un tratado de paz (de la guerra fr¨ªa) o de desarme. M¨¢s bien constituyen la versi¨®n ?alta tecnolog¨ªa? de las treguas y limitaciones a la guerra impuestas por todas las religiones hist¨®ricas: desde la prohibici¨®n de combatir mientras durasen los juegos ol¨ªmpicos de la antigua Grecia, a la llamada ?tregua de Dios? del medievo.
Despu¨¦s vinieron los diversos tratados y protocolos de Ginebra, La Haya, etc¨¦tera, limitando las crueldades de la guerra, ya dentro de un contexto laico, y finalmente todos los acuerdos propiciados por la ONU, por los que se han prohibido las explosiones at¨®micas en la atm¨®sfera, se ha desnuclearizado Am¨¦rica Latina, etc¨¦tera.
Las SALT son el ramalazo m¨¢s sofisticado de esta industria. No se ha proscrito la guerra, sino se la han impuesto reglas. Los misiles sovi¨¦ticos continuar¨¢n amenazando Boston y Santo Louis. Y los B-52 continuar¨¢n volando con bombas at¨®micas destinadas a pulverizar, si es preciso, SverdIovsk y Novosibirsk. Ambos rivales potenciales, no obstante, han puesto unos l¨ªmites al alcance y n¨²mero de los primeros, al n¨²mero de cargas at¨®micas que puedan llevar los segundos y algunos detalles m¨¢s.
Las dos superpotencias han encontrado una filosof¨ªa nueva: la paridad. Ambas se reconocen ;igualmente poderosas. Y han establecido las reglas para que ninguna se despegue, introduciendo una nueva arma y adquiera una considerable ventaja sobre la otra. A nivel estrat¨¦gico esto es importante. A nivel humano y pol¨ªtico a¨²n lo es m¨¢s.
Hace ya un par de a?os que un estudio de la Brooking Institution, organismo privado norteamericano, cuya l¨ªnea de pensamiento liberal est¨¢ pr¨®xima a la actual presidencia de EEUU, revel¨® que la frecuencia de intervenciones armadas de EEUU en el exterior, a partir de 1945, fue decreciendo a medida que la URSS iba incrementando su potencia militar. Con la igualdad ha llegado, quiz¨¢, la paz.
Cantidad versus calidad
Uno de los detalles m¨¢s significativos de las negociaciones fue el esfuerzo desarrollado por los responsables de las mismas: los dos arsenales a equiparar son muy dispares. Los rusos, con arreglo a sus tradiciones hist¨®ricas (?el rodillo ruso!) han puesto ¨¦nfasis en la masa, en el n¨²mero: muchos misiles de gran potencia con cabezas at¨®micas poderos¨ªsimas.
Los norteamericanos, por su lado, han hecho hincapi¨¦ en la calidad de sus armas: en su punter¨ªa, en su fiabilidad; esto es, en la tambi¨¦n tradicional eficacia de Am¨¦rica.
Naturalmente un acuerdo basado en limitaciones cuantitativas iba contra los intereses sovi¨¦ticos. De ah¨ª que el tratado revele una serie de subl¨ªmites que incluyen techos cualitativos: alcance de los misiles Crucero lanzados desde aviones n¨²mero de ojivas por mis?? intercontinental, n¨²mero m¨¢ximo de lanzamientos experimentales de misiles al a?o y otros.
Aun as¨ª, en los tinteros habr¨¢ quedado buena cantidad de inc¨®gnitas. Pues los tratados se han limitado a las llamadas armas estrat¨¦gicas: las que partiendo del territorio continental de uno de los dos supergrandes pueden atacar objetivos ubicados en el territorio continental del otro. Tales son los misiles intercontinentales, los misiles lanzados desde submarinos y los aviones de bombardeo de gran radio de acci¨®n.
Se ha prescindido, concretamente, el llamado ?¨¢rea gris?: las armas de alcance superior al t¨¢ctico (considerando ¨¦stas las que se limitan al campo de batalla), pero que no llegan a ser estrat¨¦gicas: los misiles Crucero norteamericanos lanzados desde buques de superficie, los bombarderos sovi¨¦ticos Backfire (que con reabastecimiento en vuelo pueden alcanzar territorio norteamericano), la aviaci¨®n embarcada en portaaviones, los misiles SS-20...
Esta omisi¨®n tiene dos consecuencias inmediatas: una tecnol¨®gica, que bastan unos ligeros ?toques? a las armas de esta clase para convertirlas en estrat¨¦gicas, y alterar todo el equilibrio penosamente establecido. Y otra pol¨ªtica (?geopol¨ªtica?, como se dir¨ªa en los tiempos del se?or Cuartero Larrea): que los pa¨ªses de la OTAN han de sentirse desasistidos; su defensa es impensable sin el complemento de la implicaci¨®n norteamericana.
Si EEUU se siente menos amenazado, a causa de las SALT se ver¨¢ menos implicado en Europa. Y si las armas del ?¨¢rea gris? pueden desarrollarse ilimitadamente, Europa occidental, toda cuya ¨¢rea entra dentro del alcance de los SS-20, de los Backfire y de los SU-19 Fencer, se encontrar¨¢ m¨¢s intimidada.
Pero las SALT II s¨®lo son un paso. Los negociadores demostraron su inteligencia. Y sus m¨¢ximos dirigentes, Carter y Brejnev, su buena voluntad para el entendimiento. A continuaci¨®n han de empezar las SALT III, que a¨²n reducir¨¢n m¨¢s los techos cuantitativos y cualitativos. Y que consagrar¨¢n lo evidente: la guerra entre el Este y el Oeste es imposible.
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