Un libro al a?o
Un libro al a?o, gentes de un libro al a?o, libro que cruza por sus vidas, alto vencejo de tipograf¨ªa, y se posa en un estante, entre el despertador y el calendario, quieto all¨ª para siempre, jam¨¢s le¨ªdo, jam¨¢s abierto, como un ave perdida, un cuervo disecado o un patito feo, si eran versos, porque la lectura es aburrida, estando ah¨ª la tele, que encima es en color.Pasa, termina, muere la Feria del Libro, y me digo y repito lo que otras veces tengo escrito aqu¨ª: no es que en Espa?a no se lea, sino que siempre leen los mismos y nos leen a los mismos. Entre la hermosa gente de las firmas, uno, soci¨®logo a ojo de mal cubero, ha procurado distinguir, como siempre, a los de un libro al a?o, premio, cipr¨¦s, best-seller, Gironella, lo que sea, ave pesada de escritura y sue?o que se llevan a casa como si hubieran cazado una liebre a pedradas, o como un pie de l¨¢mpara para la l¨¢mpara. A no ser que la ni?a de la casa, la adolescente pas¨¦, la desflipada, se suba en una silla, alcance el libro de la alta alacena de los quesos (despensa cultural con enciclopedias a plazos y premios Nobel a¨²n en su celof¨¢n) y se lo lea, la ni?a, borda que te bordar¨¢s, bordeando, bordando su cultura general, y a partir de ese libro, lo que venga: novios. porros, amores, gap generacional, vida y dulzura.
Pa¨ªs de un libro al a?o, gentes de un libro al a?o, no est¨¢bamos maduros, Franco ten¨ªa raz¨®n cuando lo dijo, as¨ª la gente le recuerda un poco, nadie ha le¨ªdo nada, si acaso aquello de Vizca¨ªno-Casas, no saben de qu¨¦ va, y algunos votan, dec¨ªa Merleau-Ponty hablando de Francia, ?en d¨ªa de vacaci¨®n, separados de su vida y su trabajo?. Un libro al a?o.
Llegan desconcertados, en familia, y se van con su libro, con su pieza, l¨¢mpara de imaginaci¨®n para la mesilla de noche, un poco de lectura antes del sue?o.
Pero el libro es pesado, este Aza?a escrib¨ªa bien, oye, pero perdi¨® la guerra; este Benet debe saber muchos idiomas, pero yo no le entiendo bien eso que cuenta, de modo que el tomo acaba soportando un cenicero, el estuche de un diafragma o una foto de la ni?a, ladrillo in¨²til de ideaci¨®n e historia, y la oscuridad del dormitorio s¨®lo se ilumina con las cifras fluorescentes de Ogino, el hijo hecho a contrata, que dir¨ªa Zunzunegui, o Farrah Fawcett-Majors, reci¨¦n vista en el chisme, deseada y deseante en los ojos cerrados del marido.
Ciudad de un solo libro, pa¨ªs del unilibro, Espa?a unidimensional, unicultural, Felipe le ha dicho aqu¨ª al se?orito, en Miraflores, que la cultura es una de las formas de profundizar la democracia; pues a ver si es verdad, que me lo explicaba muy bien La¨ªn Entralgo cuando los neomarxistas del franquismo andaban con Marcuse.
-Mira, Umbral, no se puede ser hombre de un solo libro.
Rojos de un solo libro: Marx o Lenin o Mao o Trotski u Ho Chi Minh. Castos de un solo libro: Camino. Neofranquistas de un solo libro, el de don Gonzalo Fern¨¢ndez de la Mora. Retrofranquistas de un solo libro: el de Vizca¨ªno. Acratillas de un solo libro: el de Hermann Hesse, que les hace lobos esteparios en la estepa del paro juvenil, como Alberto Moncada acaba de explicar. Feministas de un solo libro, el de Valerie Solanas, que quiere poner Goma 2 en todas las pretinas machistas (y no hay otras) de los hombres, en la cremallera agresiva del old chap, que marca el hecho diferencial un demasi¨¦.
Me lo dec¨ªa ayer mismo Ramonc¨ªn, que acaba de sacar un libro y un elep¨¦:
- Tronco, aqu¨ª el personal trabaja menos que el ¨¢ngel de la guarda.
Burocracia madrile?a que no la clava, burocracia de un libro al a?o. Moncho del Corral se ha encontrado en el gabinete de prensa del Ministerio de Sanidad 45 redactores:
-Con esta plantilla se hace el New York Times -me dice,
Fan¨¢ticos de un solo libro o semialfabetos de un libro al a?o. La cultura, Felipe, es la forma eucar¨ªstica de la democracia. Si no, puestos a engendrar otro Quijote, nos sale Naranjito.
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