?Un incidente sintom¨¢tico?
Escribo, se?or director, como ciudadano preocupado. Este peri¨®dico ha lamentado, y con raz¨®n, que cierto barrio de Madrid, que los de Fuerza Nueva y similares llaman ?zona nacional?, est¨¦ invadido por la propaganda y la actuaci¨®n de grupos de j¨®venes fan¨¢ticos que hacen desagradable y peligrosa la frecuentaci¨®n de ciertas calles, y las manchan, como tambi¨¦n las estaciones del Metro, con su propaganda machacona. Reciente est¨¢ a¨²n el horrible asesinato a pu?aladas de un joven comunista. ?Necesitar¨¦ repetir que me repugnan las consignas y las actuaciones de los pi?aristas y que me parecen delirantes esos falangistas ?aut¨¦nticos?, que despu¨¦s de cuarenta a?os de sumiso oficialismo no han aprendido que el franquismo se burl¨® de ellos, como de todos los espa?oles? Y no necesito hablar de los que se atreven a asumir la sv¨¢stica hitleriana que sell¨® los cr¨ªmenes incre¨ªbles de una tr¨¢gica y enloquecida etapa y que a los que nos acercamos algo a aqu¨¦lla nos da verg¨¹enza.Este peri¨®dico ha lamentado y denunciado ante las autoridades el predominio en ciertas esquinas y a ciertas horas de esos grupos de insensatos que lo que necesitan es hacer olvidar que han sido y son un insulto.
Pero tengo que contar lo que me ha sucedido hoy. Iba a tomar el Metro en una estaci¨®n de este barrio cuando pude ver que un muchacho joven, extra?amente inclinado sobre una muleta ortop¨¦dica, de esas met¨¢licas con apoyo para el brazo, acorralaba contra la pared a una muchacha joven, de modesta belleza, que precipitaba el paso por el corredor para llegar al and¨¦n.
Desde la altura de mis casi siete decenios de edad, cojeando un poco, como suelo, con mi traje oscuro de verano, y con corbata y todo, me dirig¨ª al mozalbete de la muleta ortop¨¦dica. Trat¨¢ndole, como suelo, de usted, le ped¨ª que no molestara a la se?orita. Enderez¨®se el falso inv¨¢lido y empez¨® a gritar tut¨¦andome: ?Eres un fascista de los que andan por este barrio y voy a escarmentarte. Y blandi¨® su muleta y acab¨® por dar un par de golpes con ella en los azulejos de la pared. A¨²n sali¨® detr¨¢s de m¨ª a increparme delante de la gente en el and¨¦n. Le contest¨¦, ante los que esperaban all¨ª el tren, que yo no era ning¨²n fascista y que me hab¨ªa limitado a decirle que tuviera educaci¨®n y no molestara a aquella chica.
Lo de haberla llamado se?orita, y que yo lo tratara a ¨¦l de usted, le confirmaba sin duda en que yo era un fascista. ?Como si el fascismo en la historia contempor¨¢nea no representara una de las exacerbaciones de la mala educaci¨®n!
Cuando el mozo de la muleta ortop¨¦dica, que gritaba con orgullo que era vallecano, termin¨® su perorata contra los fascistas advirti¨¦ndome que me guardara de volver a pisar aquella estaci¨®n del Metro, me pareci¨® que empezaba yo a comprender. ?Es que habr¨¢ detr¨¢s de este salvaje una equivocada reacci¨®n pol¨ªtica que considera oportuno enviarlo como respuesta a los salvajes de las consignas de la extrema derecha o a los fascistas que se empe?an en sobrevivir pol¨ªticamente? ?Es que este mozalbete, que ha estado muy cerca de agredirme con su muleta, cree que reacciona de una manera adecuada a la provocaci¨®n de los fascistas cuando acosa a una chica que no desaf¨ªa pol¨ªticamente a nadie, o hace gestos obscenos delante de un hombre que se ha limitado a decirle que la deje en paz y se comporte con correcci¨®n?
El vallecano con sus gritos y sus gestos nos echaba a la cara a todos que ¨¦l, como otros de su edad, y mayores y m¨¢s j¨®venes que ¨¦l, han carecido de educaci¨®n. Ah¨ª se ve la necesidad de la mejora en la educaci¨®n popular, de la escuela p¨²blica que alcance a todos. Ese descuido en que se ha tenido a la cultura popular durante decenios da estos resultados.
Aterrador es este material humano, como lo es el de los j¨®venes fascistas, que tampoco han tenido escuela p¨²blica, sino probablemente ?privada?, e igualmente deficiente. Con materiales como estos se inici¨® hace ya muchos a?os una guerra civil.
Que el salvaje mozalbete se contuviera en su agresi¨®n y que me advirtiera de que no pisara m¨¢s por all¨ª, me llev¨® a pensar que detr¨¢s de ¨¦l hay ya un comienzo de organizaci¨®n.
Peligrosa, por cierto. ?C¨®mo se puede hacer de guardi¨¢n del orden pol¨ªtico y p¨²blico acosando a una pobre muchacha y atacando a quien se limita a recordarle que tenga educaci¨®n?
El muchacho se comportaba con la misma agresividad y bajeza con que se portan los faicistas que se creen due?os de su ?zona nacional?. Aterrado, los he visto una vez vendiendo el peri¨®dico de los pi?aristas a la puerta de una iglesia.
No va uno a pedir un guardia en cada esquina cuando tanto tienen que hacer las fuerzas del orden p¨²blico, pero s¨®lo una actuaci¨®n clara y decidida del poder puede sujetar lo que se descubre como s¨ªntoma alarmante.
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