Santa Teresa
Jos¨¦ Bergam¨ªn, brujo/bruja de las literaturas espa?olas, siempre en los l¨ªmites infernales de la murmuraci¨®n ver¨ªdica, me lo dice por tel¨¦fono:-Que resulta que el brazo de Santa Teresa que usaba Franco ya no lo quieren las monjas. Dicen que no es.
Bergam¨ªn, fino esc¨¦ptico, como todos los unamunianos atormentados por Dios, no cree en los milagros de aquel brazo conservado en salmuera celestial, pero yo, que a mi manera tambi¨¦n observo la intrahistoria de Espa?a que me ha tocado vivir o intuir, sigo muy de cerca los movimientos de ese brazo y s¨¦ que contin¨²a manejando un poco las cosas que pasan. La ¨²ltima vez, por ejemplo, que se ha movido en la sombra de las conjuras el brazo / fetiche / amuleto / t¨®tem / tab¨² ha sido para esparcir por la Corte y sus escalinatas que el recambio de Su¨¢rez pudiera ser Calvo-Sotelo, albur que ha puesto espanto en los comensales del eterno banquete de Espa?a, e incredulidad en los que ya se llegaban por el postre.
Manuel Vicent, en su poderosa pieza barroca El anarquista coronado de adelfas (¨¦l es un anarquista l¨ªrico coronado de met¨¢foras, con un asesino est¨¦tico albergado en los ojos claros y levantinos de Gabriel Mir¨®), Manuel, digo, le da su justo valor al brazo de la santa. Yo tambi¨¦n.
Vista la vida madrile?a por los peri¨®dicos, parece que al brazo corrupto/ incorrupto teresiano ha sucedido el brazo armonioso de Tierno Galv¨¢n, que reparte paz en La Vaguada, ¨¢nimo a los campeones de k¨¢rate y elocuencia a los chinos que nos visitan, pero no s¨®lo el brazo pausado de la democracia ordena hoy la revuelta vida espa?ola, sino que un brazo de sombra (quiz¨¢ solamente el de Sor Patrocinio, la monja de las llagas, la Ser¨¢fica Madre, m¨¢s inmediata y ¨¢ulica), vuela tartas de nata y tira a los tricornios.
Al que aparque mal el coche, en Madrid, se le quita la matr¨ªcula y que se pase por el cuartelillo a recogerla y ser amonestado. Parece que va a ser una medida municipal. Otra medida democr¨¢tica y recaudadora podr¨ªan ser los parqu¨ªmetros, que marcan el tiempo de estacionamiento y lo cobran, pero el brazo de sombra -?el brazo de la santa?- sabe que ech¨¢ndole pu?ados de az¨²car al parqu¨ªmetro ya no funciona:
- Los parqu¨ªmetros son diab¨¦ticos -me dice Tierno.
Se trataba de salvar la entrada o la salida del Duero en Soria, momento machadiano, soto de versos, postal ¨²nica en Espa?a, pero ya hay un proyecto para montar all¨ª puentes de hierro, sobre el Duero que dura, autopistas en ocho y cosas. ?Mart¨ªn Villa, Jos¨¦ Luis Souto?, se pregunta la basca de los mentideros, en las escalinatas del aire de San Felipe. No. Viles infundios: el brazo en la sombra de Santa Teresa, que sigue funcionando a pilas.
Lo que yo busco todos los d¨ªas en los peri¨®dicos no es la piel de la Historia, que dir¨ªa Ortega: el beso de Hassan a don Juan Carlos I o el beso de Brejnev a Carter. No busco besos de paz, sino brazos de sombra, el brazo de, la santa, que, como las monjas no lo quieren, se ha puesto a funcionar por su cuenta. Podr¨ªa seguir poni¨¦ndoles a ustedes ejemplos de c¨®mo funciona el brazo. Me llama Montserrat Roig desde Barcelona:
-Que me echaron de la televisi¨®n catalana porque no gustaba en Madrid y ahora me vetan en Madrid puesto que estoy despedida en Barcelona.
Estas astucias circulares son siempre celestiales o diab¨®licas, cosas de ensalmo o de dict¨¢fono ejecutivo. Cosas del cielo, del infierno o de Prado del Rey. Se lo he dicho a mi querida amiga y escritora:
-Nada que hacer, Montse. Te persigue el brazo.
No me ha entendido, claro, porque ella es catalana y no se acuerda del brazo. A ellos les rige Tarradellas. Pero eso ya es otra reliquia.
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