Sumisi¨®n y servicio a los alemanes, sin introducir leyes antisemitas
De una primera fase de sumisi¨®n total a los alemanes aunque sin introducir leyes antisemitas, que dif¨ªcilmente podr¨ªa calificarse como de resistencia pasiva, la pol¨ªtica espa?ola ante la persecuci¨®n nazi de los jud¨ªos cambi¨® en 1943. profesor del Departamento de Estudios Internacionales de la facultad de Ciencias Pol¨ªticas de Madrid, explica en este segundo cap¨ªtulo que el cambio se produjo con la llegada al Ministerio de Asuntos Exteriores del general Jordana.
El viaje de Himmler a Espa?a, en octubre de 1940, trajo tambi¨¦n otras novedades. Antes de esta visita se hab¨ªa negociado por parte espa?ola y alemana un sistema de propaganda y de recogida de inteligencia en Latinoam¨¦rica con la intervenci¨®n del Instituto Iberoamericano de Berl¨ªn. Un subcomit¨¦ de cinco personas, cuyos nombres ya son p¨²blicos, presidido por el ministro de Gobernaci¨®n y del que formaban parte tres destacados falangistas y un personaje muy influyente durante toda la vida de Franco en su casa militar, present¨® a Himmler los planes de actuaci¨®n espa?ola a trav¨¦s del Consejo de la Hispanidad, quien los examin¨® y aprob¨® con alg¨²n peque?o reparo. De las seis unidades o servicios en que se dividi¨® la actuaci¨®n de estos quintacolumnistas, de los que casi nada se ha escrito, el Servicio de Propaganda exaltar¨¢ los valores religiosos espirituales y culturales propios del esp¨ªritu imperial del siglo XV espa?ol, intentando demostrar que los ideales genuinamente espa?oles hallaban su culminaci¨®n y realizaci¨®n en los sistemas totalitarios. Al mismo tiempo ser¨¢ violentamente antisemita. Las agencias de noticias y la radio espa?ola estar¨¢n sujetas a sus directivas en su programaci¨®n al extranjero, si bien las posibilidades hasta la construcci¨®n de la emisora de Arganda no eran demasiadas. Una emisora de la Falange virulentamente antisemita como Radio Valladolid, por ejemplo, no llegar¨ªa en su radio de acci¨®n m¨¢s all¨¢ de Cuba. Alemania e Italia pudieron por ello seguir con su propaganda antijud¨ªa en Am¨¦rica a pesar de las leyes restrictivas impuestas a los pa¨ªses beligerantes. La propaganda antisemita impresa y distribuida por este servicio del Consejo de la Hispanidad, al mejor servicio posible de los alemanes, llegar¨¢ al continente americano hasta bien entrado el a?o 1943 (1).Las directivas de la pol¨ªtica espa?ola
Este fen¨®meno anteriormente expuesto no puede considerarse como un fen¨®meno perif¨¦rico, consecuencia del cenit alem¨¢n en, Europa. Consideremos la situaci¨®n de los sefard¨ªes espa?oles en Francia y la actitud del Gobierno espa?ol.
En el mes de noviembre de 1940 Lequerica procedi¨® a comunicar a Madrid que las autoridades francesas y alemanas hab¨ªan acordado la extensi¨®n de las medidas antisemitas a 2.000 sefard¨ªes inscritos en el Consulado espa?ol y con la documentaci¨®n en regla. El Consulado hab¨ªa alegado ante aquellas autoridades que en Espa?a no exist¨ªa legislaci¨®n que estableciese diferenciaci¨®n por motivos de raza, y as¨ª se hizo saber a Madrid, ?Cu¨¢l fue la contestaci¨®n? Muy esclarecedora. En primer lugar, la respuesta del Consulado a las autoridades alemanas no era aceptada en Madrid por no ser criterio del Gobierno. Lo que hab¨ªa de hacerse era darse por enterado de las medidas y no poner inconvenientes a su ejecuci¨®n, conservando una actitud pasiva. Se a?ad¨ªan, adem¨¢s, estas recomendaciones: aunque en Espa?a no exist¨ªa ley de razas, el Gobierno espa?ol no pod¨ªa poner dificultades, aun a sus s¨²bditos de origen jud¨ªo. para evitar se sometiesen a las medidas generales. Estos; criterios se hab¨ªan de hacer llegar al Gobierno alem¨¢n.
Esta actitud dif¨ªcilmente puede calificarse como de resistencia. pasiva. Ni fue moment¨¢nea. No en vano, a pesar de conseguirse en 1941, tras varias presiones, el. permiso para que los sefard¨ªes espa?oles se censaran en los Consulados espa?oles, evit¨¢ndose la incautaci¨®n de sus bienes y el bloqueo de sus cuentas, y con ello la intervenci¨®n del Consulado en el nombramiento de administradores de sus empresas y propiedades, varios miembros de esta comunidad sefard¨ª reconocer¨ªan, en 1942, que el Consulado espa?ol y las autoridades alemanas hablaban lenguajes diferentes, y la inteligencia era imposible. No pod¨ªa ser de otra manera.
Cierto que el Gobierno espa?ol en esta ¨¦poca de cenit alem¨¢n se neg¨® a introducir leyes antisemitas, ni siquiera en T¨¢nger; pero su pol¨ªtica fue de sumisi¨®n y servicio a los alemanes en muchos niveles. No hab¨ªa otra salida. M¨¢s, trat¨¢ndose de antiguos simpatizantes rojos (2).
El comienzo de las deportaciones
En el segundo trimestre de 1942 los servicios de inteligencia alemanes comenzaron a detectar la posibilidad de un desembarco aliado. A su vez, los servicios aliados, que utilizaron a Espa?a como punto principal de sus actividades, fueron intoxicando a los servicios espa?oles, alemanes, italianos y japoneses con diversos puntos de invasi¨®n. Por esta causa, los alemanes extremaron las medidas de seguridad y comenzaron las deportaciones de posibles enemigos. Los jud¨ªos ser¨ªan los primeros en ser deportados a campos de concentraci¨®n. A los jud¨ªos de pa¨ªses neutrales se les dio como plazo hasta junio de 1943 para ser reclamados y no ser sometidos a estas medidas.
El 8 de noviembre de 1942 se producir¨ªa la operaci¨®n Torch en el norte de Africa. Los alemanes respondieron ocupando la Francia de Vichy. A partir de este momento la corriente de jud¨ªos y refugiados que pasaban hacia Espa?a se convirti¨® en una aut¨¦ntica marea. Esta riada de refugiados cogi¨® a todo el mundo en una situaci¨®n de impreparaci¨®n. Las embajadas aliadas no ten¨ªan fondos ni personal con que atender a tantos refugiados, y las organizaciones de asistencia, tanto jud¨ªas como no jud¨ªas, hab¨ªan reducido su actividad al m¨ªnimo durante 1942, dados los continuos rumores de invasi¨®n alemana de la pen¨ªnsula.
La pol¨ªtica espa?ola a la hora del holocausto
En Espa?a, afortunadamente, se hab¨ªan producido algunos cambios de importancia. El Ministerio de Asuntos Exteriores estaba ocupado por el general Jordana, con lo que las ideas non-natas de bloque latino de pa¨ªses neutrales que trataban de seguir la pol¨ªtica del papa P¨ªo XII empezaron a ponerse en pr¨¢ctica. A partir de la nueva pol¨ªtica de Jordana, Espa?a hizo en el tema de los refugiados lo que ninguno de los aliados estaba dispuesto a hacer: aceptar en su territorio a los miles de refugiados que fueron llegando. Ni Estados Unidos, ni Inglaterra, por estrictos motivos de seguridad dificultades de transporte y otras consideraciones, aceptaron responsabilidades mayores en este asunto durante buena parte de 1943. La situaci¨®n y las ayudas a los refugiados y jud¨ªos comenzar¨¢ a ser controlada desde un punto de vista econ¨®mico por los aliados en agosto de 1943. No as¨ª el traslado de los jud¨ªos ap¨¢tridas. La batalla entre los aliados por la erecci¨®n de un campo de refugiados en el norte de Africa durar¨¢ hasta el 26 de noviembre de 1943, y un primer grupo reducido de estos ap¨¢tridas, procedente de Espa?a, llegar¨ªa al campo en mayo de 1944, a?o y medio despu¨¦s de la ocupaci¨®n por los alemanes de la Francia de Vichy. El primer transporte de jud¨ªos seleccionados para Palestina, incluidos en la reducida cuota brit¨¢nica (mil) de la zona occidental, saldr¨ªa de C¨¢diz en enero de 1944, en el barco Nyassa.
Dejando de lado el an¨¢lisis de las actuaciones de las camisas viejas falangistas, especialmente escogidos para el personal de fronteras y la secci¨®n de pasaportes y extranjeros en la Direcci¨®n General de Seguridad, o el trato recibido por estos jud¨ªos y refugiados, diremos que la pol¨ªtica espa?ola en la cuesti¨®n de los jud¨ªos sefard¨ªes espa?oles no experimenta un cambio radical.
El 21 de enero de 1943 la Embajada alemana en Madrid comunicaba al Ministerio de Asuntos Exteriores la necesidad de evacuar, por razones de seguridad, a los jud¨ªos espa?oles residentes de Europa occidental antes del 31 de marzo, que posteriormente har¨ªan extensiva a los residentes en las zonas controladas por Alemania en Europa oriental y a Grecia. En el mes de febrero el embajador alem¨¢n anunciaba a Berl¨ªn que el Gobierno espa?ol hab¨ªa resuelto no permitir la entrada en Espa?a a sus jud¨ªos sefard¨ªes, y que, empero, apreciar¨ªa se les dejase marchar a sus pa¨ªses de origen, Grecia y Turqu¨ªa. Esta resoluci¨®n no ser¨ªa llevada a efecto por completo. En el mes de marzo el ministro de Asuntos Exteriores espa?ol acced¨ªa en. principio y de forma limitada a la concesi¨®n de visados a los sefard¨ªes espa?oles. Despu¨¦s vendr¨ªa una serie de contra¨®rdenes y dificultades (? no nos conviene?, ?no se puede aceptar la repatriaci¨®n?), que indujeron a estos sefard¨ªes de Francia y Grecia a suplicar, incluso, el apoyo de la Santa Sede (?se nos concedi¨® en mayo y, posteriormente, se nos retir¨®?), hasta llegar en el mes de agosto a un tard¨ªo desbloqueo limitado de la situaci¨®n, al autorizar la repatriaci¨®n cuando ya los alemanes hab¨ªan deportado a un grupo de 366 espa?oles de Sal¨®nica. Luego vendr¨ªan las gestiones ante las autoridades alemanas para su repatriaci¨®n desde el campo de Bergen-Belsen. Hasta aqu¨ª la tesis tradicional se podr¨ªa m¨¢s o menos mantener.
(1) N.A.B., O.S.S. 20313, O.S.S. 16804, R&A 1590.
(2)M.A.E., R. 1102/36.
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