La odisea de los sefard¨ªes espa?oles
El Gobierno espa?ol procedi¨® de inmediato a comunicar a David Blickenstaff, representante en Madrid de las Organizaciones Americanas de Socorro, que se hiciese cargo del primer grupo de sefard¨ªes espa?oles que fueron repatriados el 11 de agosto de 1943, y que procediese de inmediato a su evacuaci¨®n de Espa?a. Se ha especulado mucho con el acuerdo a que previamente hab¨ªan llegado en el mes de marzo un representante del Ministerio de Asuntos Exteriores, Germ¨¢n Baraibar, y este representante americano, seg¨²n el cual las organizaciones de socorro procurar¨ªan la salida del territorio espa?ol con el fin de poder atender a quienes continuaran llegando. El hecho es que David Blickenstaff se dio cuenta que los sefard¨ªes que llegaban no eran franceses, belgas u holandeses a los que se les entregaban documentos espa?oles para poder emigrar del territorio ocupado, sino sefard¨ªes espa?oles, con pasaporte en regla y que incluso se hab¨ªa impedido la entrada en este primer grupo a los que no pose¨ªan el Acta de Inscripci¨®n de Ciudadan¨ªa, ?por la que se reconoce la calidad de ciudadano es pa?ol?, y otros requisitos formales. Por tanto, ca¨ªa por completo fuera de sus competencias la evacuaci¨®n de ap¨¢tridas o desamparados. As¨ª lo hizo ver en repetidas ocasiones a las autoridades espa?olas. El Gobierno espa?ol deb¨ªa hacer frente a sus responsabilidades. Pero no hubo manera y el ambiente se fue cargando. Adem¨¢s resultaba qpe algunos miembros de este grupo se en contraron con familiares que an teriormente e individualmente hab¨ªan sido repatriados con gru pos de otros espa?oles por el partido falangista. A los llegados antes del 11 de agosto se les permit¨ªa la residencia en Espa?a y, estos padres o hijos, deb¨ªan marchar de inmediato fuera de Espa?a.
Asimismo todas las personas en edad militar fueron arrestadas en la frontera, encarcel¨¢ndolas posteriormente en Madrid, sien do puestas en libertad con la condici¨®n de presentarse a hacer el servicio militar con su quinta. De este modo, en alg¨²n caso el cabe za de familia era separado de su esposa e hijos y obligado a permanecer en Espa?a mientras el resto de la familia deb¨ªa ser evacuada al norte de Africa. Todos estos incidentes fueron expuestos de forma conjunta por los embajadores de Estados Unidos y Gran Breta?a al ministro de Asuntos Exteriores espa?ol, general Jordana, el 6 de diciembre de 1943.
Pero esto no era lo ¨²nico. Los franceses, que hab¨ªan aceptado a rega?adientes la creaci¨®n de un campo en Fedhala, no estaban dispuestos a admitir a estos jud¨ªos espa?oles, mucho menos cuando se dieron cuenta que el Gobierno espa?ol inclu¨ªa dentro de los grupos a evacuar a 116 jud¨ªos espa?oles que hab¨ªan llegado a Espa?a incluso antes de 1933. Estas negociaciones y presiones duraron hasta mayo de 1944, en que saldr¨ªa un primer grupo de 35 refugiados. Otro grupo de 573 saldr¨ªa en junio, y otro de veintiuno en el mes de julio. La mayor¨ªa eran sefard¨ªes espa?oles. Con ello el edicto de 1492 volvi¨® a ponerse en vigor, realiz¨¢ndose la segunda expulsi¨®n de los jud¨ªos.
La presi¨®n exterior
Los 365 sefard¨ªes a los que hicimos menci¨®n, que estaban en el campo de Bergen-Belsen, fueron transportados a Espa?a en dos grupos en el mes de febrero de 1944. Mientras tanto, cerca de trescientos permanec¨ªan en Grecia tratando de conseguir desesperadamente un visado espa?ol ante el ultim¨¢tum alem¨¢n. Informaciones llegar¨ªan a los servicios de inteligencia americanos desde Turqu¨ªa de esta angustiosa situaci¨®n y c¨®mo estos sefard¨ªes espa?oles estaban tratando de conseguir visados de tr¨¢nsito hacla Turqu¨ªa, dada la negativa espa?ola -?porque eran rojos?-, que puede ser m¨¢s o menos discutible, pero que refleja una realidad que no puede ser ocultada: el burocratismo, la ineficacia y la falta de un marcado inter¨¦s en la resoluci¨®n de este asunto por parte de las autoridades espa?olas.
El 24 de marzo de 1944 gran parte de estos jud¨ªos senan detenidos por los alemanes y el 2 de abril sald¨ªa el convoy con destino al campo de Bergen-Belsen. Luego, seg¨²n una constante detectable en la pol¨ªtica espa?ola, vendr¨ªan las presiones de fuera, los intentos desesperados y la tormenta de telegramas para liberarles del exterminio. La referencia a las presiones de fuera no es anecd¨®tica. En efecto, el d¨ªa 8 de abril el representante en Lisboa del Congreso Jud¨ªo Mundial se entrevistaba con Nicol¨¢s Franco, embajador espa?ol en Lisboa, y le expondr¨ªa crudamente este sombr¨ªo panorama:
1. Los cuatrocientos (sic) ciudadanos espa?oles que viv¨ªan en Atenas y fueron enviados al campo de concentraci¨®n de Haidari.
2. Los 450 jud¨ªos sefard¨ªes que entraron en Espa?a en el mes de marzo (sic) y ?que deben dejar el pa¨ªs antes de que sea permitida la entrada a cualquier otro m¨¢s?.
3. Los doscientos jud¨ªos espa?oles que est¨¢n en la frontera franco-espa?ola en Perpi?¨¢n y que ? no pueden obtener el visado espa?ol?.
4. Los quinientos jud¨ªos espa?oles que est¨¢n internados en el campo de Drancy, cerca de Par¨ªs.
5. Los ?numerosos jud¨ªos espa?oles que viven en la clandestinidad en Par¨ªs y que no pueden obtener visados para Espa?a? y que ?a pesar de su ciudadan¨ªa espa?ola no est¨¢n protegidos por el consulado espa?ol?.
El espect¨¢culo no pod¨ªa ser m¨¢s desolador. Nicol¨¢s Franco, despu¨¦s de dejar bien claro que el general Franco estaba muy interesado en la resoluci¨®n del problema jud¨ªo, tom¨® el asunto como cosa personal llamando de inmediato al general Jordana y pidiendo explicaciones de la situaci¨®n. Esta es la raz¨®n del conocido y repetido informe de Doussinague, director general de Europa, a Nicol¨¢s Franco el 16 de mayo de 1944, donde se relatan los esfuerzos llevados a cabo, la no colaboraci¨®n de las organizaciones de socorro, que s¨®lo en la parte referente a los jud¨ªos no espa?oles era cierto, y los intentos de resucitar para estos deportados los planes barajados en 1943 de traslado v¨ªa Turqu¨ªa a Palestina.
Pero tampoco eran muy realistas estos planes. Las autoridades brit¨¢nicas en Turqu¨ªa, hasta mayo de 1944 mantuvieron la postura de que no se pod¨ªa ayudar a estos espa?oles por el mero hecho de ser jud¨ªos. No era pol¨ªtica del Gobierno brit¨¢nico ?aliviar los sufrimientos de los jud¨ªos en manos alemanas "ni" contribuir a aliviar a los enemigos de cualquier problema que pudiese agravar su situaci¨®n?. No parec¨ªa tampoco evidente -caso de los sefard¨ªes espa?oles en Rumania- el ?peligro que corr¨ªan estos jud¨ªos?, opini¨®n que posteriormente ser¨ªa rectificada. En estas condiciones, dada la probada experiencia del Gobierno turco con los refugiados sin visado para Palestina y su no r¨¢pida evacuaci¨®n y a pesar de las seguridades del embajador brit¨¢nico en Madrid, Samuel Hoare, es l¨®gico que tampoco se aviniera a conceder visados de tr¨¢nsito. Tampoco existe de momento evidencia de una ansiosa preocupaci¨®n por parte del representante de la agencia jud¨ªa para Palestina en Turqu¨ªa hasta que se produce la deportaci¨®n. (2)
A partir de la intervenci¨®n de Nicol¨¢s Franco, la pol¨ªtica espa?ola se dinamiza, pero no cambia sustancialmente en algunos aspectos fundamentales, dado que prosigue la evacuaci¨®n de los sefard¨ªes espa?oles. El agregado militar norteamericano, por ejemplo, detectar¨ªa una mayor colaboraci¨®n por parte de las autoridades militares y policiales espa?olas con motivo de la reuni¨®n mantenida a mediados de mayo, buscando una adecuada atenci¨®n y transporte a los refugiados que segu¨ªan entrando por los Pirineos y en previsi¨®n de la posible avalancha con motivo del pr¨®ximo desembarco.
Asimismo el Gobierno espa?ol, a trav¨¦s del nuevo encargado de Negocios en Hungr¨ªa, Sainz Briz, tendr¨ªa una destacad¨ªsima actuaci¨®n en la protecci¨®n de unos 3.000 jud¨ªos h¨²ngaros; pero esto ten¨ªa lugar en el segundo semestre de 1944. Tambi¨¦n se dar¨ªan instrucciones en este sentido desde el Ministerio de Asuntos Exteriores a la embajada de Espa?a en Berl¨ªn en diversas ocasiones. Pero las circunstancias hab¨ªan cambiado radicalmente y por otra parte las v¨ªas f¨¦rreas de Francia estaban literalmente planchadas por la aviaci¨®n aliada.
De este modo, de los cerca de 4.000 jud¨ªos sefard¨ªes espa?oles en Europa, apenas si entraron en Espa?a menos de la cuarta parte, pereciendo gran parte de los dem¨¢s v¨ªctimas de uno de los m¨¢s monstruosos genocidios que ha conocido la historia. (3)
Espa?a estuvo condicionada en su actuaci¨®n por el progermanismo y la enorme influencia alemana y, aunque no introdujo legislaci¨®n antisemita, su actividad se vio mermada por la situaci¨®n de inestabilidad interna -los jud¨ªos eran rojos o apoyaban a los aliados- y los recuerdos de la guerra civil, con la supresi¨®n constitucional y legislativa consiguiente. Espa?a, con todo, permitiendo el tr¨¢nsito y la estancia durante muchos meses de miles de refugiados, hizo lo que ninguna naci¨®n aliada estaba dispuesta a realizar. Quiz¨¢ un coste necesario para un pa¨ªs reutral.
(1) F. D. Roosevelt Library (Hyde Park). War Refugee Board Records (W. R. B.) Box 25, 27, 31, 39, 70, 110; F. 0. 371, 36642, 36646, 36647, 42772.
(2) F. D. Rooseveit Librar y, W. R. B., Box 47; F. 0. 371, 42724, 42726, 42765; N. A. B., 0. S. S. 61939.
(3) V¨¦ase Federico Isart y H. Avni, cit.; N. A. B., 0. S. S. 8399 1, y W. R. B., Box, 110.
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