La sociedad ereccional
La palabra me andaba en torno, como abeja de oro, pero el otro d¨ªa, la otra noche, me lo dijo por fin Luis Berlanga, cenando en casa de la Pastega/Denueve y Mil¨¢ns del Bochs, que se hab¨ªa vestido de Am¨ªlcar Barca y estaba muy bella, como siempre. Fue cuando me dijo Luis (que no en vano es uno de los padres naturales de mi prosa artificial):-Tu libro est¨¢ bien, es er¨®tico y l¨ªrico, pero no es ereccional.
Eso es. Estamos en una sociedad ereccional. Es lo que yo andaba buscando (o me andaba buscando a m¨ª) desde que Susana Estrada le arrim¨® busto al profesor Tierno en el Club Pueblo. All¨¢ por los cincuenta, dijo ese director de cine que siempre hace suspense, ese se?or gordo que tiene el nombre erizado de haches y kaes (no lo pongo aqu¨ª porque no me voy a levantar ahora a mirarlo):
-El cine y la guerra han agotado la sensibilidad y los sentimientos del p¨²blico. Ahora tenemos que dirigimos a sus nervios.
E invent¨® el suspense, que no es sino una manera salvaje y refinada de conseguir que el espectador amortice el dinero de su butaca, cuando los ¨²ltimos sentimentalismos se le volaron con Lo que el viento se llev¨®. Bueno, pues con la cosa sexual, el erotismo, la transexualidad, la libert¨¦, el divorcio restrictivo de los obispos, el h¨²medo sexo de Susana Estrada, el padre Aradillas, las experiencias paralelas y el cinex¨ªn adulto, que es un pomo de alquiler para familias que permanecen unidas, hemos venido a parar en lo mismo: m¨¢s all¨¢ de la rebeli¨®n de los sexos, la noche de los gais, los travest¨ªs del portal de Vilallonga, la separaci¨®n de Julio Iglesias y los rumores que andan sobre los duques de C¨¢diz, a lo que vamos es ya a la sociedad ereccional, a la cultura ereccional, a la erecci¨®n ereccional, m¨¢s que racional o sentimental. A la gente s¨®lo la mueven ya sus palancas ¨²ltimas o primitivas.
Los alemanes, por supuesto, han inventado un filtro de acci¨®n limpiamente mec¨¢nica. Es lo que mi querido amigo y poeta, el farmac¨¦utico Jes¨²s Acacio, ten¨ªa ya en su farmacia de Tetu¨¢n de las Victorias, con el muy castizo nombre de levantol, desde los felices cuarenta. Pero no me interesa tanto la ingenier¨ªa sentimental de las palancas como el hecho sociol¨®gico de la cultura ereccional, que es la de ahora mismo.
No se trata, ya, en el rock duro, en el cine de agresi¨®n, en el sex-living, en el happening, en la publicidad y los champ¨²es, sino de erizar o ereccionar, de poner los pelos de punta y meterle marcha a los sexos. El coraz¨®n y otros frutos amargos, que hubiera dicho el olvidado e inolvidable Ignacio Aldecoa, ha caducado como fruta burguesa/putref¨¢cta del jard¨ªn de los Fuizzi-Contini.
Esa mermelada cultura/sentimiento a la que los reaccionarios de izquierdas llamaron humanismo, y los profesores de sentido com¨²n (aqu¨ª D¨ªaz-Plaja, entre nosotros) llamaron Humanidades, se ha congelado para siempre en el kelvinator de las Escuelas T¨¦cnicas (e incluso Polit¨¦cnicas, que a¨²n da m¨¢s miedo).
S¨®lo nos queda lo ereccional, y ha sido Berlanga, uno de los pocos artistas que admiro y quiero, quien me lo ha hecho ver claro:
-Mira, Umbral, en nuestra colecci¨®n tenemos ya un p¨²blico muy definido: ereccional. El otro d¨ªa estuve en uno de los happenings dominicales y campestres del gran psiquiatra doctor Portera: cuadros escuela Cobra (se lo dije en seguida), de un pintor con coleta pegada al sombrero. Joaqu¨ªn Garrigues, que me saluda, s¨®lo un contraluz en el crep¨²sculo ya muy ca¨ªdo. Carlos Saura, dulce amigo hacia la soledad y la lucidez de sus cincuenta a?os. Todo era bello y un poco retro-Antonioni. La est¨¦tica del cansancio. El spleen. Y lo creccional, que no tiene por qu¨¦ ser un final. Saura y yo estamos dispuestos a que sea un comienzo. Al menos, el nuestro.
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