Precios, salarios y mitos
COMO EL vicepresidente para Asuntos Econ¨®micos ha reconocido -era imposible no hacerlo-, los precios al consumo, conocida ya su trayectoria durante los cinco meses iniciales del a?o, van a rebasar al final del primer semestre el l¨ªmite del 6,5 % de aumento respecto a diciembre de 1978. En s¨ª mismo ese incremento, aunque preocupante, no deber¨ªa servir de argumento para una pel¨ªcula de cat¨¢strofes. El alza de los precios al consumo durante 1977 fue un 24,5%; en 1978, un 19,8%, y en los doce meses transcurridos entre junio de 1978 y mayo de 1979, un 15,5%. Mientras en los cinco primeros meses del a?o pasado el aumento del ¨ªndice de precios al consumo fue el 7,2%, el mismo per¨ªodo de este a?o ha registrado el 6,4 %. As¨ª pues, lo malo no es tanto el ritmo de crecimiento de los precios como la sensaci¨®n de derrota que produce no haber logrado una desaceleraci¨®n mayor y las consecuencias que pueda tener sobre la cla¨²sula de revisi¨®n de los convenios colectivos el haber rebasado el fat¨ªdico list¨®n del 6,5% de incremento durante el primer semestre. Los precios no se ha comportado tan desastrosamente como el se?or Abril Martorell cuando comprometi¨®, con la pol¨ªtica de indiciaci¨®n de los salarios en relaci¨®n con los precios y la fijaci¨®n de un tope m¨¢s bien arbitrario como garant¨ªa de la estabilidad salarial, las perspectivas de este dif¨ªcil a?o 1979.La indiciaci¨®n precios-salarios fue adoptada en Espa?a, con todo entusiasmo, por los sindicalistas verticales, que mostraban al tiempo una enorme fe en las posibilidades intervencionistas del Estado para sentarse encima de los precios e impedir su crecimiento. La bondad del sistema se tradujo, como era previsible, en una inflaci¨®n entre dos y tres veces mayor que la de los pa¨ªses europeos con econom¨ªa de mercado. Tras el susto que ha debido producirle el alza de los precios en los primeros cinco meses del a?o, el se?or Abril Martorell, en su camino de Damasco desde la Diputaci¨®n de Segovia hacia el liberalismo, anuncia que es necesario ?desmitificar la indiciac¨ª¨®n?. Pero ocurre que ese sano prop¨®sito tiene como principal catec¨²meno al propio vicepresidente de Asuntos Econ¨®micos, devoto creyente hace s¨®lo seis meses de ese ¨ªdolo que ha llevado a la ruina a la econom¨ªa italiana y que hab¨ªa sido abandonado hace ya tiempo por Alemania y Jap¨®n. Porque se da la paradoja que los salarios reales, esto es, la cantidad de bienes y servicios adquiridos por la poblaci¨®n asalariada, han aumentado m¨¢s en los pa¨ªses en los que la indiciaci¨®n ha sido relegada al desv¨¢n de los trastos viejos.
Los resultados, relativamente satisfactorios, conseguidos en 1978 en la lucha contra la inflaci¨®n se debieron no s¨®lo a una mayor disciplina monetaria, con su decisiva influencia en la apreciaci¨®n de la peseta, sino tambi¨¦n a la buena cosecha y al descenso de la importaci¨®n de materias primas y productos alimenticios. El se?or Abril Martorell estaba en la obligaci¨®n, como vicepresidente para Asuntos Econ¨®micos, de saber que esos factores pod¨ªan no repetirse. Pero su agitado voluntarismo de nada le puede servir contra los tercos y obstinados hechos econ¨®micos. A finales de 1978, el se?or Abril Martorell no s¨®lo decidi¨® eliminar del horizonte de lo posible cualquier perspectiva desagradable, sino que adem¨¢s hizo uso, en medio de la crisis iran¨ª, del tristemente c¨¦lebre 6,5% de aumento de los precios al consumo.
Lo sensato ser¨ªa ahora mantener la cabeza fr¨ªa y no dar ocasi¨®n para m¨¢s desaguisados. El Gobierno deber¨ªa aprender la lecci¨®n y no embarcarse en la fijaci¨®n de objetivos sin m¨¢s fundamento que los buenos deseos y las apresuradas sumas, restas, multiplicaciones y divisiones que hace el se?or Abril Martorell en su temida libreta. En ese sentido, las opiniones del vicepresidente sobre la no renovaci¨®n de los convenios son un preocupante sistema de la superficialidad de su tratamiento de desmitificaci¨®n, ya que suenan al m¨¢s vetusto de los intervencionismos. Por lo dem¨¢s, no parece que haya razones para que las empresas en las que se sobrepas¨® el 13% de aumento salarial o en las que no se acord¨® una cl¨¢usula de revisi¨®n se rompan los tratos alcanzados. En los dem¨¢s casos, no ser¨ªa la peor soluci¨®n que los sindicatos y las organizaciones empresariales pactaran una adecuaci¨®n autom¨¢tica en funci¨®n de la elevaci¨®n de los precios por encima del tope se?alado. En cualquier circunstancia, es evidente que corresponde a las centrales y a las patronales, ¨²nicos sujetos leg¨ªtimos de esa eventual negociaci¨®n, la soluci¨®n de los eventuales conflictos. Bastante tela que cortar tienen el Gobierno y su grupo parlamentario con el marco legal para las relaciones laborales y el desbloqueo del patrimonio sindical incautado o embargado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.