D¨ªaz Ca?abate:"Me apasiona la fiesta de toros"
En oto?o aparecer¨¢ el tomo quinto de Los Toros, el tratado de tauromaquia que dirigi¨® Jos¨¦ Mar¨ªa de Coss¨ªo. En enero, el sexto. Todo el tomo quinto, y aproximadamente la mitad del sexto, est¨¢n dedicados a biograf¨ªas de toreros. El resto son trabajos monogr¨¢ficos con los que se completa la actualizaci¨®n de la obra cumbre entre cuantas han sido dedicadas al espect¨¢culo taurino. Habr¨¢, como cap¨ªtulo fundamental, un estudio sobre el toreo contempor¨¢neo , escrito por Antonio D¨ªaz Ca?abate, que es quien dirige la realizaci¨®n de los dos nuevos vol¨²menes y es entrevistado por Joaqu¨ªn Vidal.
Los Toros es el t¨ªtulo de mayor difusi¨®n de cuantos lleva editados en su historia Espasa-Calpe, y por tanto el de mayor rentabilidad, y a¨²n ahora, casi cuarenta a?os despu¨¦s de su primera edici¨®n, se reciben pedidos de todo el mundo Su actualizaci¨®n es un intento que la editora inici¨® hace m¨¢s de diez a?os, pero se encontr¨® con la negativa de Jos¨¦ Mar¨ªa de Coss¨ªo, quien hab¨ªa decidido no escribir ni una letra m¨¢s sobre el tema. Despu¨¦s se encarg¨® a Antonio D¨ªaz Ca?abate quien acept¨®, pero tuvo muchas dificultades para llevarlo a cabo. Ca?abate hab¨ªa participado en la redacci¨®n de los primeros vol¨²menes.Pregunta. ?En qu¨¦ parte de la obra intervino usted fundamentalmente?
Respuesta. En las biograf¨ªas. Pero antes le contar¨¦ c¨®mo conoc¨ª a Coss¨ªo y c¨®mo entr¨¦ en Espasa-Calpe, pues es curioso. Fue durante nuestra guerra. El a?o 1937. A m¨ª me gustaba mucho recorrer los puestos de libros, que abundaban en Madrid y donde hab¨ªa gran cantidad de ejemplares de segunda mano, seguramente porque mucha gente vend¨ªa sus bibliotecas o parte de ellas, naturalmente por necesidad, y desde luego por el af¨¢n de leer que hab¨ªa entonces. Un d¨ªa encontr¨¦ el Epistolario para amigos, de Coss¨ªo, a quien no conoc¨ªa. Poco tiempo despu¨¦s nos present¨® mi primo Antonio Garrigues, y le habl¨¦ de mi compra. Le caus¨® gran sorpresa, pues, seg¨²n me dijo, ten¨ªa toda su obra recogida en su casa de Tudanca, y le faltaba precisamente ese libro, cuya edici¨®n, limitada y numerada, se hab¨ªa agotado. Entonces tuve la atenci¨®n -por otra parte, l¨®gica- de regal¨¢rselo. Nos hicimos muy amigos. Desde 1935 estaba Coss¨ªo en la tarea de dirigir y escribir Los Toros para Espasa-Calpe, por encargo expreso de Jos¨¦ Ortega y Gasset, y necesitaba colaboraci¨®n. Por otro lado, yo era un ciudadano absolutamente indocumentado, y corr¨ªa el riesgo de que me metieran en la c¨¢rcel por este motivo. No ten¨ªa carnet de nada. Ni siquiera dispon¨ªa del recurso que utiliz¨® mi amigo Pep¨ªn Bello, el cual, un d¨ªa que los guardias le pidieron en la calle la documentaci¨®n, exhibi¨® su acreditaci¨®n del congreso antipal¨²dico, que se celebraba en aquellas fechas, y no s¨®lo le sirvi¨®, sino que los guardias se pusieron firmes. Bueno, pues al conocer mi problema, Coss¨ªo me ofreci¨® entrar como colaborador en Espasa Calpe, con lo cual, adem¨¢s de ayudarle en el trabajo de Los Toros, podr¨ªan facilitarme un carnet de trabajador de UGT; ya ve usted: de UGT. Aquellos eran unos tiempos curiosos.
P. ?Cu¨¢ndo empez¨® usted a trabajar en los dos tomos que van a aparecer en breve?
R. En realidad, hace un par de a?os, aunque el asunto colea desde hace siete o m¨¢s. Fue precisamente Jos¨¦ Mar¨ªa de Coss¨ªo quien propuso que dirigiera yo la continuaci¨®n de la obra. Y acept¨¦, pero con la condici¨®n de que siguiera figurando ¨¦l como autor. Es perfecta mente l¨®gico, pues, si usted se fija, nadie dice Los Toros, sino el coss¨ªo; la fama y el prestigio de Jos¨¦ Mar¨ªa a ra¨ªz de la aparici¨®n de este tratado son enormes, desde luego incomparables con mi relativa y modest¨ªsima popularidad. Bien, pues me met¨ª de lleno en el encargo. Pero no puede hacerse ni idea de los quebraderos de cabeza que tuve, principalmente porque no encontr¨¦ colaboradores.
P. Parece raro, pues son muchos los escritores especializados en temas taurinos.
R. No se crea que tantos; me refiero a los que sean medianamente inteligentes. Y los que valen no pudieron, o no quisieron, colaborar. El panorama, en estas circunstancias, era negr¨ªsimo. ?C¨®mo iba a afrontar yo solo tarea de tanta envergadura? De manera que, aunque esbozado el proyecto, qued¨® un poco olvidado. Hasta que hace un par de a?os o tres (no se f¨ªe mucho de mi memoria, que soy fatal para la cosa esta de las fechas), conoc¨ª circunstancialmente a Juan Jos¨¦ Bonifaz y me enter¨¦ de que, simplemente por afici¨®n, llevaba a?os recopilando datos biogr¨¢ficos de toreros, por cierto con muy buen m¨¦todo, y ten¨ªa la friolera de 8.000 fichas. ?Qu¨¦ hallazgo! Me dije: ?Este es el hombre?. Y resucit¨® lo de el coss¨ªo, y todo lo llev¨¦ a Espasa, llegamos a un acuerdo (mejor dicho, llegaron, pues en la parte econ¨®mica no entro), y de inmediato nos pusimos a trabajar.
P. Es evidente que el bi¨®grafo era la clave para continuar la obra.
R. ?Hombre, claro! A ver, si no, de d¨®nde iba a sacar las historias de todos los toreros que ha habido desde 1967 (fecha de publicaci¨®n del tomo cuarto), que son un disparate. Para el resto, en cambio, ya era m¨¢s f¨¢cil todo, y pr¨¢cticamente est¨¢ hecho. Fern¨¢ndez Cuenca ha escrito un cap¨ªtulo sobre los toros en el cine; Garc¨ªa-Ramos, sobre la reglamentaci¨®n taurina; Lafuente Ferrari, sobre bellas artes, etc¨¦tera.
P. ?Y usted?
R. He escrito la disertaci¨®n, que viene a ser continuaci¨®n de la que hizo Coss¨ªo en el tomo primero. Hablo del toreo de nuestro tiempo y lo juzgo en relaci¨®n con una p¨¦rdida de inter¨¦s notable, que es consecuencia del afeitado, de la influencia de los apoderados y de la irrupci¨®n del toreo c¨®mico disfrazado de toreo serio. Aqu¨ª me estoy refiriendo a El Cordob¨¦s, naturalmente.
P. No le gustaba, ?verdad?
R. ?A m¨ª? ?Quite usted! Ni me gustaba, ni le admiraba, ni me cre¨ª jam¨¢s todo lo que le inventaron, incluido lo de la genialidad y el valor. Fue un torero nefasto para el espect¨¢culo. Mejor dicho, es, porque tengo entendido que vuelve. ?Usted sabe por qu¨¦ vuelve este se?or?
P. Pues a ciencia cierta, no; al parecer, a?ora la popularidad.
R. Lo que hay que o¨ªr. En fin, me trae sin cuidado, pues estoy totalmente al margen del mundo taurino. No me interesa.
P. Quiz¨¢ no le interes¨® nunca. Se dice incluso que a usted le aburr¨ªa ir a los toros.
R. Este es un asunto que voy a aclarar, ahora que me brinda la ocasi¨®n, aunque ya lo he hecho otras veces. A m¨ª no me aburre ni me aburri¨® nunca la fiesta de toros; por el contrario, me apasiona. Lo que en cambio me aburr¨ªa soberanamente es esa fiesta que nos impusieron los apoderados y los empresarios despu¨¦s de la guerra, y sobre todo en los a?os sesenta. Le quitaron el instinto al toro, con lo que el espect¨¢culo perdi¨® emoci¨®n; los toreros no ten¨ªan personalidad y redujeron su t¨¦cnica a los dos pases, con lo cual el toreo carec¨ªa de variedad y belleza. Yo hab¨ªa conocido la etapa anterior, la de los grandes maestros, con el toro ¨ªntegro y de casta, y, por tanto, no me pod¨ªa gustar lo que vino despu¨¦s. As¨ª que vamos a precisar: soy un enamorado de la fiesta de los toros; no de este suced¨¢neo. Algo parecido me ocurre con Madrid, al que quiero con toda mi alma, pero no me va este Madrid de cemento y ruidos que nos han hecho.
P. Aquello de ?los dos pases? fue una feliz definici¨®n suya que pod¨ªamos leer habitualmente en sus cr¨®nicas, las cuales, por cierto, eran muy ingeniosas y ten¨ªan lectores fieles. ?Por qu¨¦ dejo la cr¨ªtica taurina?
R. Es usted muy amable y le agradezco sus palabras, pero esa no es la realidad. Mis cr¨®nicas val¨ªan muy poco. En realidad estaba harto, y por eso lo dej¨¦. Tengo ahora una sensaci¨®n muy acentuada de que perd¨ª miserablemente el tiempo durante los quince a?os o por ah¨ª que ejerc¨ª de cr¨ªtico. Por dedicarme a esto, dej¨¦ de hacer otras cosas m¨¢s importantes, escribir libros, y as¨ª. Emple¨¦ mis a?os mejores en una labor que no sirvi¨® para nada.
P. No estoy de acuerdo. Usted hizo mucho bien a la fiesta.
R. Quiz¨¢, s¨ª, era de los pocos cr¨ªticos independientes que no iban a la peseta -cuando yo empec¨¦, esto es cierto, el panorama de la cr¨ªtica era lamentable-, y se tuvo que notar. Pero eso es todo. Pele¨¦ in¨²tilmente por una causa perdida Ahora, con mis 82 a?os, miro hacia atr¨¢s y pienso que me equivoqu¨¦ al aceptar la cr¨ªtica taurina. No siento absolutamente ninguna satisfacci¨®n por haberla ejercido, y, por supuesto, no la echo de menos en absoluto.
P. ?Antes de Abc no hab¨ªa hecho cr¨ªtica taurina?
R. Nunca. Ten¨ªa una colaboraci¨®n semanal en El Ruedo, que titulaba El planeta de los toros (m¨¢s de quinientos art¨ªculos), y firm¨¦ cuatro cr¨®nicas en los cuatro ¨²nicos n¨²meros que se publicaron de una revista que se llamaba La fiesta nacional. Nada m¨¢s. En realidad no me dediqu¨¦ a escribir en serio hasta despu¨¦s de la guerra, cuando ya hab¨ªa cumplido los cuarenta a?os. Espor¨¢dicamente lo hab¨ªa hecho en diversas revistas, pero sin pensar que me iba a dedicar a esto. Mi debut es curioso: fue el a?o 1931, en Le Figaro, f¨ªjese, Pierre Brisson me pidi¨® que escribiera, desde Madrid, una secci¨®n fija sobre la Espa?a republicana. Por razones de seguridad, en la firma utilizaba mi segundo apellido, Viteri. Me pagaban bien, pero ten¨ªa que ir a cobrar a Par¨ªs. Y me ven¨ªa fen¨®meno, porque cada quince d¨ªas me largaba a Par¨ªs y all¨ª me gastaba: muy bien los cuartos. ?Qu¨¦ recuerdos! Despu¨¦s de la guerra colabor¨¦ en Arriba, Semana, La Gaceta del Norte, Heraldo de Arag¨®n, etc¨¦tera. Yo ten¨ªa la carrera de abogado y prepar¨¦ las oposiciones a secretario sindical, pero me sali¨® mal aquello. De forma que me dediqu¨¦ a escribir, que era lo que de verdad me gustaba. En Abc entr¨¦ con Luis Calvo, entonces director del peri¨®dico, a quien conoc¨ª en casa del m¨¦dico Eusebio Oliver, que era amigo com¨²n. Me dijo que me hab¨ªa le¨ªdo, y me propuso escribir un art¨ªculo. Lo hice: relat¨¦ una conversaci¨®n entre P¨ªo Baroja y Gallito en casa de Sebasti¨¢n Miranda, y parece que gust¨®. A partir de ah¨ª colabor¨¦ asiduamente, siempre con art¨ªculos costumbristas. La cuesti¨®n de la cr¨ªtica taurina fue en 1957. Era el cr¨ªtico titular Jos¨¦ Mar¨ªa del Rey, Selipe, y no s¨¦ qu¨¦ pas¨®, pero el hecho es que cesaba, y Luis Calvo, que tuvo necesidad urgente de nombrar un nuevo cr¨ªtico, se acord¨® de m¨ª. En principio no acept¨¦, pero Calvo insisti¨® mucho, y como ¨¦ramos muy amigos no pod¨ªa defraudarle. As¨ª que, inesperadamente, y sin haberlo buscado, me vi cr¨ªtico taurino. Me hizo polvo Luis Calvo, caramba.
P. ?Y eso?
R. Pues ya le dec¨ªa: pienso ahora que no deb¨ª meterme en esto, pues deb¨ª escribir otras cosas. Obligado a ver al a?o m¨¢s de cien corridas, al llegar a la feria del Pilar estaba exhausto. He de reconocer que cog¨ª una ¨¦poca mala, de gran monoton¨ªa en el toreo. C¨®mo estar¨ªa de despersonalizado el escalaf¨®n de matadores, que en una corrida de Bilbao llegu¨¦ a confundir a Ferm¨ªn Murillo con Paco Camino. ?Qu¨¦ barbaridad! Es algo que no ocurr¨ªa con el toreo de la preguerra.
P. ?Para usted la vida ha sido bonita, o un trago amargo que hay que pasar?
R. Bonita. He tenido suerte. Me he divertido todo cuanto he podido y adem¨¢s me he codeado con lo m¨¢s selecto de mi generaci¨®n. Mis mejores amigos han sido Ortega y Gasset y Zuloaga, unas personalidades cuya categor¨ªa no es preciso ponderar. Recuerdo un a?o que nos fuimos los tres a los carnavales de Munich.... Bueno: eso no se lo cuento. En fin, que he vivido muy bien, quiz¨¢ porque tampoco mis exigencias han sido muchas. En cambio, en lo que se refiere al dinero, no he tenido ninguna suerte; all¨¢ donde hab¨ªa un duro a ganar fracasaba estrepitosamente. Ya ve: a mis a?os sigo viviendo de esto, de las colaboraciones, cosas que me encargan. Menos mal que me divierte escribir esos articulitos costumbristas que caen tan bien a los lectores.
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