El miura que llegaba al techo
Miura no defrauda. ?Quer¨¦is toros? Pues ah¨ª va eso. Los toreros tuvieron que acollonarse, o no son de este mundo. Cuando sali¨® el primero debieron decir: en tus mengues toro malaje mazarto cuna catedr¨¢. Yo lo hubiera dicho: malajemazartocunacatedr¨¢. Y que sali¨® humilde el miura, t¨ªo, en tus mengues; s¨ª, s¨ª. Sali¨®, para que no hubiera duda, encampanado; ech¨® la cabeza arriba, y los pitones le llegaban al techo del chiquero. ?Oh! En la plaza atrono la exclamaci¨®n de los asombros y de los pasmos. ?Oh! Y el miura, m¨¢s listo que el hambre, que sab¨ªa de la leyenda de la divisa y lo bonita que le hab¨ªa quedado su aparici¨®n en escena, hizo mutis y repiti¨® la salida, encampanado, los pitones por, el techo. De haber bombilla en el chiquero, la habr¨ªa sacado prendida en el asta. Era lo que esperaba el p¨²blico: miuras de leyenda; miuras aparatosos, terror¨ªficos, que encogieran los corazones y resecaran las gargantas. Ovaci¨®n de gala, estruendosa y larga, hubo para el trap¨ªo del miura encampanado, que hizo una reverencia y dio las buenas tardes a la presidencia.Luego no fue nadie. En realidad, quitamos el tercero, casta?o incierto, de sentido y pajarraco, y los dem¨¢s, tan largos, tan hondos, tan tremendos de cornamenta, no eran nadie. Cierto que ten¨ªan todos ese aire de familia, tan acusado, y los tics del tatarabuelo -alargar la gaita, revolverse inesperadamente, cortar un viaje-, pero como su temperamento era escaso, no pasaba nada. Un torero con recursos los pod¨ªa dominar, y con desahogado desparpajo, hasta cortarles las orejas, sin exponer nada. Ruiz Miguel fue el torero de los recursos y Antonio Jos¨¦ Gal¨¢n el- del desahogado desparpajo. Ruiz Miguel, un experto en despachar corridas desesperadas, encontr¨® muy pronto el sitio a sus dos toros, ambos manejables. Pudo haber toreado mucho mejor, por supuesto, sobre todo al primero, que era de una docilidad absoluta. Pero el caso es que sac¨® pases, con el truquito de dejar retrasada la muleta, medir la embestida, y aprovechar el viaje. Sus faenas fueron largas y voluntariosas, e hizo desplantes vahint¨ªsimos entre los pitones. En fin, que se gan¨® eljomal.
Plaza de Pamplona
Octava corrida de sanfermines. Toros de Eduardo Miura, impresionantes de trap¨ªo, en general manejables. Ruiz Miguel: bajonazo y cuatro descabellos (vuelta al ruedo). Estocada (oreja). Antonio Jos¨¦ Gal¨¢n: pinchazo hondo y bajonazo del que sale enganchado por la chaquetilla (silencio). Estocada ca¨ªda (oreja). Ortega Cano: dos pinchazos, estocada atravesada y dos descabellos (silencio). Cuatro pinchazos y media (silencio).
En otra l¨ªnea, Gal¨¢n se dedic¨® a encandilar a los mozos con sonrisas y aspavientos, y a pesar de que le correspondi¨® el mejor lote -el quinto result¨® nobil¨ªsimo-, rectificaba sin el menor disimulo todos los muletazos, pegaba vueltas y revueltas, regateaba en las espaldinas mirando al tendido, atizaba molinetes a ritmo de latigazo. Fue listillo, pues aunque no se pas¨® por delante de los pitones ni una vez, logr¨® que las pe?as le corearan aquello de Gal¨¢n es cojonudo. Buen c¨®mico de la legua es este Gal¨¢n, maestro venteador de muletas. Para hacer se?ales con bandera en un barco no tendr¨ªa precio. ?Muchacho: la marina te llama!
El toro borde le correspondi¨® a Ortega Cano, y lo tore¨® con autenticidad, hasta que en uno de los t¨ªpicos vaciles miure?os se llev¨® un ga?af¨®n que le rasg¨® la taleguilla. Al sexto le instrument¨® pases fin¨ªsimos. La faena nada ten¨ªa que ver con lo que hab¨ªan hecho sus compa?eros, pues, sin ir m¨¢s lejos, adelantaba el enga?o, embarcaba cargando la suerte, remataba detr¨¢s de la cadera. All¨ª estaba la meridiana diferencia entre el arte de torear y el truco de llevarse zafiamente una orejita. Pero al p¨²blico le dio igual. Si me apuran, hasta aplaud¨ªa menos. ?Para qu¨¦, entonces, parar, templar, mandar, que es tan dif¨ªcil, en Pamplona y con una miurada terror¨ªfica? Ortega Cano debi¨® caer en la cuenta de que iba de primo por la vida, y a la hora de matar no quiso complicaciones y se ech¨® fuera. A punto estuvo de dar un sainete con la espada.
Miuras apabullantes, que nada m¨¢s saltar a la arena hac¨ªan correr a quienes sal¨ªan a recibirlos. Uno de ellos meti¨® a Ruiz Miguel en un burladero; otro le peg¨® una carrera en pelo a Gal¨¢n; otro oblig¨® a Ortega Cano a tirarse de cabeza al c allej¨®n. El cuarto derrib¨® y fue bravo. El quinto, colorao, ten¨ªa una feroz cara asilvestrada, que nos record¨® las viejas estampas del bos taurusprimigenium. Todo ello valora y enaltece la feria del toro, es ciert?, pero me temo que al p¨²blico lo que de verdad le gust¨® fue Gal¨¢n pegando brincos y regates. As¨ª est¨¢ la plaza de Pamplona.
Esta tarde acaban las corridas de los sanfermines. Se lidiar¨¢n toros de el marqu¨¦s de Albaserrada, de Sevilla, procedentes de Ram¨®n Romero de la Quintana, antes Angel S¨¢nchez y S¨¢nchez. Joaqu¨ªn Bernad¨®, Carlos Escolar Frascuelo y Justo Ben¨ªtez ser¨¢n los espadas del cartel. Tanto Bernad¨® como Ben¨ªtez fueron incluidos en la feria de San Ferm¨ªn por el ¨¦xito que tuvieron en septiembre del a?o pasado en el San Ferm¨ªn Txikito.
Babelia
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