Oraci¨®n por la belleza de una pasota
Si de tu pelo dibujado se deduce una historia, si en tu melena negra se apagan las hogueras, si citas a Shakespeare con devoci¨®n y errata, es que ha tornado el hombre a dormir en su sue?o y Mircea Eliade, callado, fuma contigo un porro.Est¨¢n tus ojos de oro nocturno vueltos hacia Mozart y el silbo vulnerado, vive en tu pecho ausente, de veinte a?os, un san Juan de la Cruz que escribi¨® para ti, para vosotros, pasotas de un presente con armas a Somoza y lavadoras en llamas por el cielo. Pasotas de este rollo, pasad¨ªsimos, pero dulcemente fan¨¢ticos, fan¨¢ticas, levemente, de la sandalia floja de Dem¨®stenes, del quinqu¨¦ que Bach enciende y coloca sobre el piano, de la ballesta que alcanz¨® a Garcilaso, como un cruel¨ªsimo endecas¨ªlabo, del enorme Renacimiento p¨²rpura, o del Romanticismo.
Quiero decir, muchacha, noct¨ªvaga pasota, ni?a de tensi¨®n baja, mala salud adolescente, que en tu rostro de un Murillo m¨¢s atormentado por el alba de lo que estuvo (y debi¨® estar) Murillo, posa su mano abierta la cultura y el tiempo, y miran tus plenos y cansados ojos, miran entre los dedos de esa mano, que luego te acaricia levemente, te espabila, o se lleva, como una cinta, el olor de tu infancia, de tu droga y tu edad.
-Pasotas, son pasotas, hay que pegarles duro, haraganes.
Eso dicen las voces fierolarras, pero yo he entrado despacio, con dolorosa curiosidad, que es la forma m¨¢s instructiva del amor, en el cuerpo indeciso de una generaci¨®n, en la espuma ya herida de la gente que viene, yo he escuchado en tu piel de pomelo pensante, y s¨¦ que esa belleza de los veinte a?os, el perfil filologico de quienes leen por libre, no es haraganer¨ªa de sablista de anta?o ni pantal¨®n vaquero del hermano peque?o.
Pasan de todo, s¨ª, claro, pasas de todo, pasas, pero m¨¢s bien te veo quieta, bella pasota sola, alta de anfetaminas, estatua en el momento del descenso, cuando la droga baja y tu sexo palidece como un animal estelar y m¨ªnimo del fondo de los mares, estatua de humo y textos -?Me toca el canciller L¨®p¨¦z de Ayala, ?sabes t¨² algo de ¨¦se??-, por la que todo pasa, la turba condescendiente y clara de los presocr¨¢ticos, los vihuelistas del Renacimiento, el animismo, no la vil subcultura de marquesas con destino en zod¨ªacos de peluquer¨ªa, sino la gran cultura, el llamado humanismo (viejas Humanidades, Guillermo), que hace presa en vosotros, en vosotras, un eterno retorno de canciones de trova y Botticelli.
?Es el pasotismo un humanismo?
?No te pongas carroza, Umbral, amor. ?No me pondr¨¦ carroza, si es que puedo evitarlo, claro, pero digo y escribo que no se puede vivir sin isla de oro, sin continente de luz, sin utop¨ªa, y que esta generaci¨®n l¨ªmite (claroscura muchacha) ya no cree en el futuro ni se plantea el presente, que es s¨®lo para ellos la hora en que los burgueses van al h¨ªper a llenar su presupuesto de legumbres. Saben que Aldrin, que pis¨® la Luna, est¨¢ hoy loco, separado / casado / divorciado, saben que un frigor¨ªfico de llamas, la antorcha celestial de los rnilenios, ha estallado en mil pedazos sus s¨ªlabas de Skylab como los platos rotos de un siglo de cat¨¢strofes dom¨¦sticas-.
El humanismo, la cultura. antigua, la vieja libertad, ni?a pasota que soplas el caramillo de tu propio coraz¨®n de arena y de ternura, todo lo que han querido robaros y robarnos (Tierno distingui¨® una vez entre preparaci¨®n y cultura), para prepararnos, para utilizarnos, todo eso encarna en ti, en los veinte a?os de cualquiera, se salva de milagro en tus manos con las u?as comidas por el mar, en tus piernas, en tus pies, sandalias naturales de la luz y el retorno. -
Si de tu pelo dibujado se deduce una historia, si en tu melena se apagan los planetas, etc¨¦tera, he aqu¨ª que el gran pasado, la m¨²sica de oro de Tiziano, el reba?o mezclado de los idiomas, retorna tembloroso a tu generaci¨®n. Nada se pierde, y eso te hace bella.
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