Provocadores de delincuencia
Me dirijo a usted con la intenci¨®n de que, si es posible, quede constancia de un problema que, en cierto modo, nos concierne a todos, lo queramos o no. Vivo en el Poblado Dirigido de Fuencarral y, desde hace aproximadamente un a?o, vemos ante nuestros ojos como transcurre la vida del chabolista y cu¨¢les son sus v¨ªctimas m¨¢s directas: los ni?os. Esta chabola est¨¢ situada entre dos sectores sociales bien diferenciados: el Poblado Dirigido de Fuencarral, de clase media, y el enorme complejo residencial de Mirasierra, que me imagino a todos les ser¨¢ conocido por su lujo.Pues bien, en este a?o, que se ha elegido como A?o Internacional del Ni?o, se siguen violando sus derechos humanos, incluso dentro de una Constituci¨®n democr¨¢tica cuya funci¨®n primordial es velar por los derechos de todos los espa?oles. Entiendo que el problema de las comunidades gitanas y su adaptaci¨®n social es muy complejo; entiendo tambi¨¦n que la inserci¨®n de sus miembros adultos en la sociedad es muy dif¨ªcil. Pero, ?qu¨¦ pasa con sus ni?os? ?Con esos ni?os que se pasean delante de nosotros con una absoluta falta de higiene, de educaci¨®n c¨ªvica, descalzos e incluso desnudos en verano y mal vestidos en invierno, con una falta de escolarizaci¨®n total? Parece ser que no hay un organismo que defienda a estos seres indefensos, que no tienen posibilidad de elegir, ni siquiera m¨ªnimamente, su futuro. ?No hay nadie que pueda evitar su degradaci¨®n, su violencia l¨®gicamente progresiva? S¨®lo hace falta esperar unos a?os y nos encontraremos con que el ni?o desnudo de hoy es un ?peligroso delincuente? que atenta contra nuestra ?inviolable e inmolestable seguridad ciudadana?.
Nuestras c¨¢rceles estar¨¢n, no lo dudo, llenas de culpables, pero nuestras calles, nuestros organismos responsables, todos nosotros, estamos llenos de una inmoralidad tremendamente sutil y refinada, y somos, en cierta medida, los provocadores de esa delincuencia que hoy tanto nos preocupa, que tanto nos intimida, pero que no nos produce nada m¨¢s, y que ma?ana seguir¨¢ recayendo sobre nosotros mismos. ?No ser¨ªa posible procurar a estos ni?os, al menos, una forma de vida digna? Si no lo hacemos, todos pagaremos de una forma u otra nuestro propio ego¨ªsmo; entretanto, la ¨²nica posibilidad que tengo es desear a estos peque?os mucha suerte, suerte suficiente como para sobrevivir entre tanta miseria, entre tanta humillaci¨®n, esa que es la peor de todas, la indiferencia.
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