A garrotazos con los miuras santos
Los miuras salieron dos peque?os sin nada de particular y tres con trap¨ªo, en el tipo de la casa. El cuarto ni siquiera era miura. Los del legendario hierro luc¨ªan variedad de capas, muy gustosas de ver. Estampa de toros antiguos; pelajes mezclados, con un colorao, un casta?o chorreao list¨®n, un albardado, y un c¨¢rdeno anteado capuchino calz¨®n en casta?o. Preciso todo. Menos bonito, en cambio, era que los miuras no tuvieran emoci¨®n ni fuerza. Aquello de la gaita, del acorde¨®n y dem¨¢s habilidades que contribuyen a la fama de la divisa no se vio por ninguna parte. Y adem¨¢s cada toro soport¨® una sola varita, y gracias. Decepcionante. Ya que los miuras se agradece que exhiban la personalidad propia de la casa, con su emoci¨®n consecuente, y si no hay tal cosa, da lo mismo esta ganader¨ªa que otra.En compensaci¨®n, su nobleza fue absoluta. Los cinco miuras eran analfabetos totales en lo que se refiere al instinto de derrotar o coger, y doctores en el de embestir con suavidad, rectitud y largura. He aqu¨ª, pues, que si los miuras sal¨ªan de tal guisa, los espadas ten¨ªan todo a su favor para hacer del toreo la maravilla. Pero tampoco se dio el caso. Los toreros, a juego con una tarde pl¨²mbea, de cielo encapotado y bochorno agobiante, resultaron ser unos pelmas.
Plaza de Valencia
Novena y ¨²ltima corrida de feria (lunes). Cinco toros de Eduardo Miura, dos peque?os y tres con trap¨ªo, todos flojos, de absoluta nobleza. El cuarto, de Bernardino Jim¨¦nez, bien presentado, con problemas. Manolo Cort¨¦s: un pinchazo del que sale trompicado, otro bajo atravesado y tres descabellos (vuelta al ruedo). Estocada perpendicular delantera ca¨ªda y tres descabellos (pitos). D¨¢maso Gonz¨¢lez: estocada corta muy baja y delantera y descabello (dos orejas). A viso antes de entrar a matar; pinchazo y estocada (oreja). Juli¨¢n Garc¨ªa: pinchazo a toro arrancado y estocada corta contraria (dos orejas). Cinco pinchazos, estocada y dos descabellos; la pres Idencia le perdon¨® un aviso (vuelta). D¨¢maso Gonz¨¢lez y Juli¨¢n Garc¨ªa salieron a hombros por la puerta grande.
De D¨¢maso Gonz¨¢lez no ser¨¦ yo quien diga que no dio varios cientos de pases a cada toro, porque, efectivamente, los dio. M¨¢s bien los arre¨®. Arreaba pases como quien sacude el polvo de la alfombra, ?plas, plas!, un pase y otro y otro. Se nos ca¨ªan los p¨¢rpados porque aquella repetici¨®n monocorde de derechazos era algo as¨ª como el tic-tac del reloj de pared, que pone en el subconsciente un ritmo adormecedor y lo contagia al consciente, hasta anularlo.
??Qu¨¦ hora es?? ?Las ocho son y a D¨¢maso Gonz¨¢lez a¨²n le deben faltar entre 179 y 180 derechazos para empezar a pensar que a lo mejor, alguna vez, tiene que iniciar la fase final de la faena.? ??Qu¨¦ hora es?? ?Las ocho y diez son y todo sigue igual; puede usted dormir tranquilo.? Con Jull¨¢n Garc¨ªa, que ven¨ªa a continuaci¨®n -despu¨¦s de la siesta del se?or Gonz¨¢lez siempre nos despertaban los trajines del extrovertido se?or Garc¨ªa-, por lo menos hab¨ªa un movimiento, un aire (m¨¢s bien viento racheado), un brinco, un cadereo, una payasada, algo, que no es torear, pero al fin de cuentas no adormec¨ªa. Triunf¨®. A saltos, imitando a dr¨¢cula en un desplante, encadenando espaldinas, excitando al personal, como fuera, pero triunf¨®. Ya puede imaginarse hasta d¨®nde llegar¨ªa la bondad de los miuras, para que Juli¨¢n Garc¨ªa, tan poco placeado y tan suyo, anduviera con ellos a gorrazos y acabara saliendo a hombros.
La esperanza del toreo g¨¹eno la ten¨ªamos cifrada en Manolo Cort¨¦s, torero fino (¨¦ste de verdad, no como aqu¨¦l), artista y con hambre de contratos. Y algo de eso hubo, mas no tanto como debi¨® ser. Traz¨® con gusto el derechazo, sus pases de trinchera tuvieron empaque, construy¨® bien la faena al primer miura, peque?o y santo. Sin embargo, este diestro es capaz de mucho m¨¢s. El cuarto, precisamente no miura, ten¨ªa problemas, porque no se empleaba, se quedaba por delante de los enga?os y Cort¨¦s opt¨® por trastearle para cuadrar. Disgust¨® al p¨²blico, mas los aficionados estamos contentos, pues pudimos apreciar que no se le produc¨ªan las preocupantes par¨¢lisis intermitentes en las piernas, y puede seguir adelante en la profesi¨®n, donde tanta falta hace.
La fiesta no est¨¢ sobrada de toreros de calidad.
Con apoteosis acab¨® la miurada y la feria. El torero que nos acun¨® a derechazos y el que nos despert¨® a brincos, salieron a hombros por la puerta grande, en medio del entusiasmo delirante de los mismos que d¨ªas atr¨¢s hab¨ªan aupado hasta la estratosfera a todos los que han cortado orejas en la feria, El Viti incluido, que es art¨ªfice de la faena cumbre. Si les preguntas, a lo mejor te dir¨¢n que todo fue bueilo y que igual les da corte que cortijo. En Valencia estamos y no la vamos a cambiar.
Babelia
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