Las energ¨ªas de que Europa carece
Ciertos comentaristas u observadores del panorama mundial se apartan con frecuencia -por ?dilettantismo? o inclinaci¨®n a lo pasajeramente sensacional- de las cuestiones fundamentales. Pierden as¨ª de vista la inexorabilidad de lo determinante. En el caso de Europa, la carencia de energ¨ªa, en todas las acepciones del vocablo, resulta actualmente el mayor obst¨¢culo para que sus viejas e ilustres naciones del Oeste puedan constituir una potencia planetaria.El 28 de junio ¨²ltimo, los magnates del ?oro negro? decidieron en Ginebra, un nuevo aumento del precio del crudo de algo menos del 100% en un per¨ªodo de doce meses Las consecuencias econ¨®micas pol¨ªticas y sociales de la decisi¨®n son imprevisibles a t¨¦rmino para la Europa libre. La OCDE estima que los europeos nos hallamos en el umbral de un receso m¨¢s grave que el que para nosotros se inici¨® en 1975.
Algunos de los pa¨ªses que se agrupan en la OCDE -Estados Unidos, Canad¨¢, Gran Breta?a y Noruega- disponen de yacimientos petrol¨ªferos. Pero la Comunidad Europea, en su conjunto, est¨¢ desprovista de recursos propios Los jefes de Estado y de Gobierno de los ?nueve? prepararon el 22 de junio, en Estrasburgo, una actitud europea que el presidente franc¨¦s, Giscard d'Estaing, la primera minista brit¨¢nica, Thatcher; el canciller oestegermano, Schmidt, y el presidente de la Comisi¨®n del Mercado Com¨²n, Jenkins, definieron en Tokio los d¨ªas 28 y 29 de aquel mes ante los dirigentes supremos de Estados Unidos, Canad¨¢ y Jap¨®n.
De las deliberaciones de Estrasburgo y de Tokio se han desprendido orientaciones. Pero no desembocaron en medidas concretas capaces de imprimir estabilidad al mercado mundial del combustible l¨ªquido. La CEE intenta limitar el consumo de petr¨®leo, en el per¨ªodo de 1980-1985, a 470 millones de toneladas. En 1976 fue de 528 millones, y en 1973, de 588 millones. El designio, no se lograr¨¢ f¨¢cilmente. Las exigencias de 1978 se redujeron por la virtual ausencia de crecimiento econ¨®mico. Con vistas a 1980, se prsenta la disyuntiva de la expansi¨®n o de una tremenda crisis social. Seg¨²n los expertos menos pesimistas, la primera alternativa no se alcanzar¨¢ ciertamente a base de racionamientos ni de alzas de precios susceptibles de reducir la demanda. La experiencia ha probado que la lucha contra el mercado negro se revela est¨¦ril cuando el aprovisionamiento es insuficiente. Los iniciados se?alan como m¨¢s eficaces la distribuci¨®n justa y estricta de las disponibilidades y la eliminaci¨®n rigurosa de los despilfarros.
En cuanto a las fuentes de aprovisionamiento, los correspondientes c¨¢lculos s¨®lo alcanzar¨¢n efectos tangibles, se afirma en Bruselas, de origen competente, en los alrededores del a?o 2000. A corto plazo, est¨¢n el carb¨®n y la energ¨ªa nuclear. Pero las extracciones de hulla van a encarecerse. Y las centrales at¨®micas requieren t¨¦cnicas complicadas y exigen sistemas de seguridad que, de toda evidencia, tadav¨ªa no est¨¢n perfectamente a punto.
La interdependencia econ¨®mica de las naciones oeste-europeas, reclama actitudes inteligentes y sincronizadas. Si alguno de los ?nueve?, en lo que queda de este a?o, de los ?diez? en 1980, o de los ?doce? en el resto de esa d¨¦cada, cae en la veleidad de explotar insolidariamente sus disponibilidades carbon¨ªferas o de petr¨®leo, se falsear¨¢n las condiciones de competencia en la zona comunitaria.
Europa no puede confiar en que potencias como Jap¨®n o Estados Unidos se acomoden a disciplinas que resultan inexcusables en el oeste viejo continental.
Lo grave -y lo inquietante- es que los l¨ªderes de los sistemas democr¨¢ticos del lado, de ac¨¢ del muro de Berl¨ªn no se resuelvan a explicar valerosamente a sus electores que la nueva crisis energ¨¦tica entra?a una base de ingresos reales. Hasta ahora han preferido invocar f¨®rmulas m¨¢gicas.
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