Un camino equivocado
Se supone que el teatro popular, a precios populares, tiene un sentido: permitir el disfrute del teatro a personas de pocos medios y ayudar a formar espectadores entre los no acostumbrados. Se est¨¢ haciendo mal. Un ejemplo flagrante, el tinglado de la plaza V¨¢zquez de Mella, donde una compa?¨ªa encabezada por Ana Mariscal interpreta Do?a Clarines, de los Quintero.Entre todos los lugares umbr¨ªos o tranquilos de Madrid se ha ido a elegir esta plaza quemada por el sol del d¨ªa, cuyo calor captan y conservan las sillas met¨¢licas: no debe haber sido f¨¢cil encargarlas tan estrechas, tan diminutas. Pegadas las filas unas a otras; como si se quisiera aprovechar hasta el m¨¢ximo un espacio cerrado -que se podr¨ªa haber hecho mucho m¨¢s grande- para la explotaci¨®n. La obra se retransmite: hay unos micr¨®fonos, y la voz nos llega met¨¢lica; descontrolada por la mayor o menor aproximaci¨®n de los actores a los micr¨®fonos.
Do?a Clarines
Autores: Seraf¨ªn y Joaqu¨ªn Alvarez Quintero. Int¨¦rpretes: Ana Mariscal, Luis Barcel¨®, Jos¨¦ Luis Barcel¨®, Regina de Juli¨¢n, Pepe Morales, Marisa Lahoz, Manuela Camacho, Luis H. de Vallejoy, Manuel S. Arillo. Direcci¨®n esc¨¦nica: Modesto Higueras. Escenario al aire libre en la plaza V¨¢zquez de Mella, de Madrid.
El escenario est¨¢ desvencijado, las puertas no obedecen; los viejos y descuidados muebles no corresponden a la obsesi¨®n de Do?a Clarines por la limpieza y la pulcritud y a la abundancia de servicio de la casa. De cuando en cuando, el bramido de una moto, el ulular de una sirena, la radio de un vecino, que se llevan las frases. Lo ¨²nico que se oye bien es el apuntador, que no tiene micr¨®fono; sin embargo, algunos actores hacen alg¨²n esfuerzo para pescar la letra, y aun as¨ª se les va. La an¨¦cdota de la obra es trivial y pasada; el gracejo de ?los ni?os? se perdi¨® con el tiempo. Interesa, sobre todo, ver la actitud de los espectadores, convencidos de que asisten a un acto cultural y con verdadero empe?o en recibir algo.
Los ?precios populares?: doscientas pesetas. Por menos dinero cualquier cine ofrece butacas, refrigeraci¨®n y un tema de nuestro tiempo. Parece que se est¨¢ equivocando todo el camino, que el teatro se suicida y que hay formas de ayuda que contribuyen a su muerte.
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