La garita, ta, ta, ta...
Si cada uno es el art¨ªfice de su fortuna, le suplico al lector que considere y considerar mande al titi estas escrupulosas noticias. Durante el mes de julio pasado (y lo que te rondar¨¦, rubio/a o morena/o), 44 malhechores se toparon de bruces con la Brigada de Polic¨ªa Judicial de Madrid. En conjunto, los delitos cometidos por los atracadores capic¨²as fueron los siguientes: catorce atracos a bancos, ocho a gasolineras, tres a joyer¨ªas -uno de ellos, con homicidio frustrado-, tres en armer¨ªas, un intento de rapto y dieciocho atracos a oficinas, tiendas, f¨¢bricas y almacenes de gas. Les fueron intervenidas 33 armas de fuego, nueve pistolas, seis escopetas recortadas, ocho rev¨®lveres, siete rifles, una metralleta y dos pistolas simuladas (sic). Ante ese clima de desmadre al sol-butano, ya ni extra?a que, en Palma de Mallorca, una ba?ista vaya y le propine un navajazo guapo a un tipo que le salpic¨® el culo cuando se lanz¨® al agua de una piscina. Para que aqu¨ª nadie se agoste, ?puaf!, sin sobresaltos ni emociones ¨ªnsitas, trasquilamos la lana nacional con navajas barberas, rifles de mira telesc¨®pica, bombas autocr¨ªticas, porras, m¨¢quinas de escribir, botellas de cerveza o pellizcos de fuego servicial. A este paso, los estatutos auton¨®micos van a tener que ser, aunque a Barral le pese -algo hostil ¨¦l, parece, a las autonom¨ªas verdaderas-, m¨¢s que particulares; uno por barba, vamos. De lo contrario, titi, el sue?o pornogr¨¢fico de aqu¨ª-lo-que-hace-falta-es-una-mano-dura va a servirnos, cualquier ma?ana de estas que empiezan tan temprano, un sangriento y sonoro desayuno. Ta-ta-ta-t¨¢... Que Avicena proteja nuestras muelas.Porque, de lo contrario, don Ernesto Gim¨¦nez Caballero estar¨ªa dispuesto a protegernos. Lo est¨¢ ya. ?Presente! Para nuestro elegante dictador, el culpable de todo este barullo fue nada menos que el doctor Freud, ese cantama?anas que puso en libertad a toda ansia reprimida para evitarnos la neurosis. De esa turbia- manera, las nuevas generaciones, al no est¨¢r reprimidas, !tubov¨¢!, se han quedado sin conocer la santidad, se han quedado sin conocer el hero¨ªsmo. ?Menudas roscas! Y ello ha dado origen ?a esos pasotas actuales que pasan ante todo antes de trabajar o jugarse la vida tras una mujer o una patria?. Como lo oyen. Todav¨ªa. Como lo ven venir. Con humor negro.
Porque un mal d¨ªa, unarnunianamente hablando bajo niebla, don Ernesto aparece a la puerta de su casa, extiende el brazo derecho, con la mano palma abajo y abierta, y, dirlgiendo los ojos al cielo de Espa?a, se queda un momento parado en esa actitud estatuaria y agusta. Observa ahora si hay, por el aire, rojos, maricas o alba?iles disfrazados de lluvia. Y, al recibir en el dorso de la mano el frescor del lento orvallo populachero, frunce el sobrecejo. Por desgracia, tiene que abrir el paraguas. ?Estaba tan elegante, tan esbelto, plegado y dentro de su funda facha! El paraguas.
El caballero: ?Es una desgracia esto de la inseguridad ciudadana; tengo que dar con alg¨²n remedio.? Y dio. Con un invento zambomba: la garita. ?C¨®mo que la garita? Oye, majo, te aguantas o te vas. Va a hablarles don Ernesto: ?Esto es para s¨¢lvar, sobre todo, bancos y joyer¨ªas de asaltantes. Restaurando -s¨®lo que en forma horizontal y en alto, frente a las puertas de acceso- ese dispositivo que, en modo vertical, salvaguardaba tradicionalmente los cuarteles, con sus mirillas protectoras para el centinela. Por lo que en alem¨¢n se denomina schildehaus (casilla-escudo), y viniendo su nombre de ?guarecerse?, de guarida, ?garette?, ?se garer? y ?caj¨®n de centinela?; en ingl¨¦s: sentrybox. El guardia de turno en bancos y joyer¨ªas, desde ese alto y blindado miradero, no tendr¨ªa sino encanonar inmune al asaltante, timbrar a la polic¨ªa y bajar autom¨¢ticarnente el cierre del establecimiento. ?Gran ratonera para todo ratero! ?
?Caj¨®n de centinela! Desde luego, ratonera ejemplar. Pero, una vez bajado el cierre, ?qui¨¦n le pone de nuevo el cascabel al gato engaritado y siempre pardo?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.