Por la aconfesionalidad del Estado

Como protestante espa?ol, desear¨ªa hacer notar a todos los lectores mi denuncia p¨²blica a la situaci¨®n ambigua que en materia religiosa nos sigue dando el Estado. Quiero referirme, por su importante significado, al acto religioso que tuvo lugar el d¨ªa 25 de julio en Santiago de Compostela, con ocasi¨®n de la celebraci¨®n de la festividad del Patr¨®n de Espa?a. A dicho acto, de nuevo el Jefe del Estado, el rey don Juan Carlos, envi¨®, tal vez por equivocaci¨®n o por la mec¨¢nica de la tradici¨®n, a su representante, en la persona del capit¨¢n general de la Zona Mar¨ªtima del Cant¨¢brico, quien pronunci¨® la invocaci¨®n por encargo real.Pero ?es que se puede olvidar el art¨ªculo 16-3 de la Constituci¨®n aprobada? ?Ninguna confesi¨®n tendr¨¢ car¨¢cter estatal.? El que el Estado mantenga relaciones de cooperaci¨®n con la Iglesia cat¨®lica entiendo que no significa que el Estado, como tal, haga presencia en Santiago de Compostela en nombre de los espa?oles. Si el Rey es cat¨®lico, nada tenemos que oponer; es libre. Pero lo que no puede hacer, con todo respeto, es volver a recordar a toda Espa?a que sigue en pie una tradici¨®n a nivel estatal totalmente contraria a la Constituci¨®n. H¨¢gase otra redacci¨®n del art¨ªculo 16-3 de la Constituci¨®n y ¨®brese con honestidad y de actierdo con la ley. No se creen leyes que no se pretendan cumplir: a la postre, lo ¨²nico que hacemos es dar ocasi¨®n a que se produzca la picaresca, y eso precisamente es una norma que hay que desterrar de nuestra legislaci¨®n.