Mueren los "caf¨¦s literarios" de Madrid
Los caf¨¦s literarios desempefiaron durante muchos a?os un importante papel en la vida cultural. Eran foro de discusi¨®n e intercambio de ideas, focos de nuevas corrientes art¨ªsticas y faro de orientaci¨®n para los noveles autores. Pero hace ya alg¨²n tiempo entraron en franca decadencia, y se puede decir que se encuentran en fase de extinci¨®n. De los tradicionales caf¨¦s literarios de madrid muchos han desaparecido fisicamente y otros han perdido su car¨¢cter. Otro tipo de tertulias m¨¢s informales, m¨¢s fugaces, los sustituyen, dando a estos recintos un aire completamente nuevo, aunque en ellos persista el recuerdo de las glorias que, con su anecdotario, los hicieron famosos. Sobre el ayer y el hoy de los caf¨¦s literarios escribe
Como hongos despu¨¦s de la lluvia, rebrotaron los caf¨¦s literarios en los a?os de posguerra, al filo de una larga tradici¨®n que alcanz¨® su cumbre en casos como el famoso caf¨¦ de Pombo, inmortalizado por el pincel de Solana. Era todav¨ªa el Madrid de las aniseras, cuando las vendedoras ambulantes de tabaco ofrec¨ªan al noct¨¢mbulo libaciones de an¨ªs. En ese Madrid convalenciente y desnutrido, que empezaba t¨ªmidamente a revivir, el caf¨¦ Gij¨®n, el Lyon, el caf¨¦ Varela o el caf¨¦ de San Isidro, donde hab¨ªa sesiones de poes¨ªa oral, fueron algunos de los principales centros de encuentro de la fauna literaria y art¨ªstica del momento.Al ser cerrado el Gij¨®n por reforma, parte de sus tertulianos se instalaron en el Lyon. All¨ª se mont¨® una tertulia muy amplia, no profesional, presidida por Vicente G¨¢llego y Coss¨ªo, que frecuentaban Melchor Fern¨¢ndez Almagro, Ruiz Iriarte, Garc¨ªa Espina, Miguel Utrillo o el maestro Peredes. Muchos de ellos, fieles a su origen, cuando el Gij¨®n se volvi¨® a abrir hac¨ªan doblete: Gij¨®n por la ma?ana y Lyon por la tarde. Todav¨ªa algunos asiduos de aquella tertulia recalan por el Lyon, pero ahora su p¨²blico m¨¢s caracter¨ªstico es de m¨¦dicos y agentes de bolsa.
Hubo otro caf¨¦ Lyon, hoy desaparecido, al lado del teatro Alc¨¢zar, donde se reun¨ªa un grupo de j¨®venes actores, como Manuel Aleixandre, Rafael Alonso o Tom¨¢s Blanco. En ¨¦l funcionaba una especie de lonja de contrataci¨®n, pues all¨ª acud¨ªan los representantes de las compa?¨ªas teatrales en busca del gal¨¢n joven o al actor de car¨¢cter que necesitaban para el montaje de una obra.
Cerca de la puerta del Sol, en el caf¨¦ Levante, tambi¨¦n desaparecido, Ernesto Jim¨¦nez Caballero dirig¨ªa una tertulia, de aire l¨²dico y vanguardista, a la que iban muchos cantantes poetas y otras gentes de similar oficio.
La "rive gauche" madrile?a
A finales de los a?os cincuenta y, sobre todo, en la prodigiosa d¨¦cada siguiente ya se pod¨ªa decir -y algunos lo dec¨ªan- que Madrid ten¨ªa su rive gauche en la margen izquierdo de la Castellana. Adem¨¢s del m¨ªtico caf¨¦ Gij¨®n o del Teide surgieron nuevos locales: Oliver, el pub de Santa B¨¢rbara, o El Junco.
En S¨¦samo, en la calle del Pr¨ªncipe, la vasca po¨¦tica se mezclaba en gozosa promiscuidad con la rojer¨ªa y los iniciadores de lo underground. Hab¨ªa tambi¨¦n mucho latinoamericano y posibilidad de ligue.
Por entonces, la bohemia del Gij¨®n descubri¨® la locura del rock en un viejo bailongo de putas, el cabaret Julia, donde se tom¨® la sana costumbre de ir a mover el esqueleto, a ser posible en compa?¨ªa de una de las rubias ninfas, aplicadas estudiantas norteamericanas, que hac¨ªan turismo er¨®tico-cultural en el caf¨¦.
Mientras, otras cofrad¨ªas anidaban en distintos puntos de la ciudad. En ellas las j¨®venes generaciones de escritores, pintores y artistas sol¨ªan tramar terribles conspiraciones pol¨ªticas al tiempo que teorizaban sobre la revoluci¨®n social o cultural. En el Calpe se daba cita un grupo heterog¨¦neo: Caballero Bonald, Enrique M¨²jica, Camilo Jos¨¦ Cela, Pepe Ortega, Miguel Salabert, Chumi Ch¨²mez... Los escritores de partidos se reun¨ªan en el cafe Pelayo, situado en la esquina de Alcal¨¢ con General Mola, donde hoy se levanta un banco. En La Elipa, convertido en tienda de deportes, el restaurante Caribiana o el Dickens fraguaron otras tantas tertulias de variada composici¨®n y signo.
Las otras tertuliasSi los caf¨¦s literarios est¨¢n periclitados y a punto de extinci¨®n es tal vez porque el caf¨¦ ya no es la droga literaria por excelencia, la ¨²nica accesible para los creadores de antes. Tambi¨¦n porque lo de ir de tertulia es una forma de relaci¨®n social tan caduca como lo de ir el domingo a misa de doce. Ahora la gente va al cine, a las discotecas, a hacer footing o, si no, se queda en casa viendo la caja tonta.
Por otra parte, no hay tiempo para perderlo en tomo a una taza de caf¨¦ en vagas divagaciones sobre lo divino y lo humano. Los escritores modelnos est¨¢n demasiado ocupados en recorrer redacciones, editoriales y todo tipo de instituci¨®n, oficial o ben¨¦fica, con sus originales bajo el brazo.
Pero lo que no ha perdido el profesional de la cultura es ese esp¨ªritu gremial que le caracteriza, su tendencia a formar grup¨²sculos y camarillas enfrentadas por odios africanos. La agresividad literaria toma ¨²ltimamente forma de aut¨¦ntica guerrilla entre facciones que a veces no dudan en llegar a utilizar el terrorismo verbal como m¨¦todo. Pero ya no hay locales consagrados a tales sacrificios. Se dispone de otros medios de expresi¨®n, se practica otra t¨¢ctica. La palabra impresa -p¨¢ginas de peri¨®dicos y revistas literarias- son ahora los instrumentos de batalla.
Aunque el caf¨¦ literario tradicional est¨¦ en extinci¨®n, nuevas tertulias de escritores, poetas, j¨®venes estudiantes interesados por el arte o la literatura toman el relevo. Se re¨²nen en cualquiera de los antros que proliferan por el barrio de Malasa?a o por el Rastro, beben unas copas y se fuman un porro. Practican un lenguaje y unas formas muy distintos al de los respetables tertulianos del caf¨¦ Gij¨®n. Y, desde luego, inciensan otros ¨ªdolos. Pero son como sus hijos naturales y, literariamente hablando, sus herederos.
En el caf¨¦ Ruiz se celebr¨® todos los martes del curso, a primera hora de la tarde, una especie de seminarios sobre temas diversos. En La Aurora, tambi¨¦n en el barrio de Malasa?a, Garc¨ªa CaIvo ofici¨® hasta hace poco (hasta que se abri¨® el par¨¦ntesis estival) como sumo sacerdote de una tertulia semanal y tambi¨¦n all¨ª se reun¨ªa un grupo de comix adictos para hablar de su rollo.
Gente del cine, relacionada con la producci¨®n de cortos, frecuent¨® durante una ¨¦poca el Limbo, y, en el Comercial, sigue la acostumbrada tertulia pol¨ªtica de signo anarco.
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