El h¨¢bito no hace el monje, ni la barba el Guevara
Mi amigo Carlos Barral ha perdido una vez m¨¢s una excelente ocasi¨®n de callarse. Mi alusi¨®n ir¨®nica a su ?fin¨ªsimo olfato? literario (Nuevas Cartas Marruecas, EL PAIS, 24-7-79), parece haberle mortificado lo suficiente como para dedicarme una carta abierta (Barral y Goytisolo, EL PAIS, 7-8-79), que, como todas las evocaciones debidas a su pluma, no brilla precisa mente por la exactitud del recuerdo. Felizmente para m¨ª, carezco de su exquisita susceptibilidad: de haber tenido que contestar a cada una de las frases despectivas con que tan generosamente me ha obsequiado a lo largo de los ¨²ltimos a?os (con Franco y sin ¨¦l), habr¨ªa acaparado para m¨ª s¨®lo el correo del lector de las numerosas publicaciones que honra (o ha honrado) con su firma.Tras tomar nota de que coincide conmigo tocante a su rechazo de la novela de Sarduy, admitir¨¢ tambi¨¦n de buena gana su explicaci¨®n de que no ley¨® a tiempo el manuscrito de Cien a?os de soledad: no es un secreto para nadie que la lectura profesional no ha sido jam¨¢s una de sus ocupaciones favoritas.
Respecto a La traici¨®n de Rita Hayworth -que compiti¨® efectivamente en el Premio Biblioteca Breve de 1965 en unas condiciones de fair-play que muy poco tendr¨ªan que envidiar a las que concurren habitualmente en la concesi¨®n del Planeta: mi hermano Luis Goytisolo, exjurado de aqu¨¦l, podr¨ªa dar testimonio de ello-, Barral puntualiza: ?El libro de Puig se public¨® como finalista bastanie m¨¢s tarde, pasadas las cuarentenas y discusiones con la censura?. Pero no aclara que apareci¨® en Suram¨¦rica por la sencilla raz¨®n de que no lo quiso incluir en su cat¨¢logo. Cuando, a?os m¨¢s tarde, La traici¨®n fue editada por Seix-Barral, Carlos Barral hab¨ªa abandonadoya todas sus funciones en la misma. Manuel Puig puede corroborar punto por punto la exactitud de lo que digo.
Pero donde los recuerdos de mi buen amigo se desdibujan y con funden al m¨¢ximo -fen¨®meno realmente inquietante trat¨¢ndose, como se trata, de un prol¨ªfico autor de memorias-, es en su evocaci¨®n de un peque?o incidente acaecido hace diez a?os: ?Otros y numerosos han sido hasta ahora mis errores profesionales. Algunos que no cita pueden parecerle al novelista filomarroqu¨ª (resulta siempre m¨¢s c¨®modo hablar de las filias ajenas que de las fobias propias: J. G.) particularmente imperdonables. Por ejemplo, el haber desaconsejado, de acuerdo con otros miembros del jurado, la presentaci¨®n al Premio Biblioteca Breve de un borrador todav¨ªa muy aproximado de la Reivindicaci¨®n del conde don Juli¨¢n.?
Mi aborrecimiento de las pol¨¦micas literarias es s¨®lo comparable a mi incorregible afici¨®n a las pol¨ªticas. Pero, por aludir a un episodio en el que la circunstancia pol¨ªtica desempe?¨® un papel nada desde?able, me permitir¨¦ entrar en justa con mi amigo, confiando en que ?nuestras ca?as no se vuelvan lanzas?.
Siendo mi memoria tan flaca y traviesa como la suya, recurrir¨¦ como cualquier aprendiz de historiador a la ayuda, del testimonio contempor¨¢neo escrito, en este caso nuestro intercambio epistolar del per¨ªodo enero-febrero de 1969. Y a la versi¨®n de Barral de agosto de 1979 opondr¨¦ la que expone en sus cartas del 10-1-69 y 21-2-69: ambas, as¨ª como la fotocopia de mis respuestas del 24 y 25-2-69, las pongo a su entera disposici¨®n.
Perm¨ªtaseme un breve proemio: en oto?o de 1968, antes de emprender un viaje a Oriente Medio, envi¨¦ a Jos¨¦ Mar¨ªa Castellet el manuscrito de Don Juli¨¢n, precisando que faltaban todav¨ªa unas diez p¨¢ginas para completarlo (no era en modo alguno ?un borrador todav¨ªa muy aproximado?, aunque Barral tenga perfecto derecho a considerar como tal la versi¨®n definitiva: algunos de nuestros avispados cr¨ªticos le dar¨ªan probablemente raz¨®n). Sab¨ªa, claro est¨¢, que las posibilidades de publicaci¨®n en Espa?a eran nulas; pero le dije que quer¨ªa presentarlo al Premio Biblioteca Breve, no por el premio en s¨ª, que no necesitaba en absoluto, sino a fin de promover una f¨¦rtil contienda con la censura en el campo en el que ¨¦sta me parec¨ªa m¨¢s vulnerable. Agregu¨¦ que estaba dispuesto a regresar a Espa?a y asumir all¨ª mis responsabilidades en defensa de la libertad de expresi¨®n. Castellet convino conmigo en el evidente inter¨¦s pol¨ªtico-cultural de la operaci¨®n y transmiti¨® el manuscrito, despu¨¦s de leerlo, a Carlos Barral.
Ante la imposibilidad de reproducir aqu¨ª las dos cartas de ¨¦ste -que, repito, pongo a la disposici¨®n de quien desee leerlas-, extractar¨¦ las razones con las que el famoso editor resistente justificaba su decisi¨®n personal de no incluir mi novela en la lista de concursantes al premio.
?Hab¨ªa adem¨¢s que tener en cuenta la presencia en el concurso de un manuscrito de alta calidad, manuscrito que en esa reuni¨®n (del jurado) no pod¨ªa ser comparada con tu libro porque s¨®lo lo hab¨ªa le¨ªdo yo (el subrayado es m¨ªo: J. G.). Y hab¨ªa que decidir el mismo d¨ªa si se te inclu¨ªa o no en la lista de las novelas seleccionadas que deb¨ªa pasarse a la ciclostil. Hab¨ªa adem¨¢s que tener en cuenta otros accidentes, que si no importaban al jurado, s¨ª a la vida del premio.
Por ejemplo ( ... ) el que tu libro nos parec¨ªa a todos absolutamente impublicable en estas circunstancias y en cualquiera otras ( ... ) Reconozco que hubiera sido muy bonito a?adirte a la lista de los biblioteca breves y, desde cierto punto de vista, un acto de contestaci¨®n pol¨ªticamente muy oportuno, pero reconoce t¨² que la oportunidad, desde el punto de vista de la superviviencia del premio y del mantenimiento a flote de la editorial, la cosa era m¨¢s dudosa. Estos tambi¨¦n son argumentos privados y que yo no me hubiera atrevido a mencionar en la reuni¨®n del jurado, pero no ser¨ªa sincero contigo si no te confesase que han debido influir en mis puntos de vista? (carta del 21-2-69).
Reproducir¨¦ fragmentos de mi respuesta fechada el d¨ªa martes 25 de febrero:
?He reflexionado despu¨¦s de tu carta de ayer y sigo pensando que la posibilidad de "contestaci¨®n que ofrec¨ªa mi novela era una oportunidad magn¨ªfica para los dos de plantear la lucha -en tanto que editor y autor- sobre un terreno estrictamente literario ( ... ). Hasta ahora nos hemos batido fuera del campo de juego y esta lucha con molinos de viento explica el fracaso estrepitoso de nuestra irrisoria gauche nationale. Por una vez, yo me he sentido en mi propio terreno, dispuesto ajugar hasta el final y a correr todos los riesgos que ello implica. Claro est¨¢ que yo no pod¨ªa ni puedo imponerlos a los dem¨¢s. Pero esta me parec¨ªa mi forma de acci¨®n, nuestra forma de acci¨®n real y responsable, no los viajes exaltantes al para¨ªso tropical ni los tristes pliegos de firmas que tanto hemos practicado. ?
?Te escribo esto con verdadera tristeza, porque si esta acci¨®n no es posible ( ... ), no me queda m¨¢s que cruzarme de brazos ante lo que ocurre alrededor de nosotros. En proclamas y firmas no creo ya. ?
D¨ªas despu¨¦s envi¨¦ copia de nuestra correspondencia a Castellet. Su versi¨®n de lo ocurrido en la reuni¨®n deljurado concordaba con la que me refiri¨® de palabra Garc¨ªa M¨¢rquez. Pero, no fi¨¢ndome de la exactitud de los recuerdos -los autores de memorias saben mejor que nadie la aleve facilidad con que se manipula a posteriori los materiales-, me lirnitar¨¦ a reproducir un pasaje de la carta de Jos¨¦ Mar¨ªa Castellet del 6 de marzo de 1969, de lo que me excuso con ¨¦l por tratarse, como es obvio, de un documento privado:
?A trav¨¦s de Isabel recib¨ª las copias de la correspondencia entre Carlos y t¨². Dada mi peculiar situaci¨®n actual -todav¨ªa no resuelta-, he tenido poco tiempo para informarme y para discutir con Carlos. Mi opini¨®n -se la dije a Luis (Goytisolo)- es que Carlos ha dado una espant¨¢, en la que debe de haber otros factores personales, pero en la que lo que cuenta es el p¨¢nico al Ministerio. ?Lo que encuentro absurdo es la carta que te ha escrito! ?
Siento haber tenido que aburrir al lector con los pormenores de esta nada memorable correspondencia: los entresijos de la vida literaria, aun cuando la pol¨ªtica se mezcla en ellos, ofrecen de ordinario escaso inter¨¦s. Culpable del delito de prolijidad, repetir¨¦ en mi descargo el dicho latino: Amicus Plato, sedmagis amica veritas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.