Venezuela, abogada de Estados Unidos en la pol¨ªtica centroamericana y caribe?a
Estados Unidos, preocupado seriamente por la creciente izquierdizaci¨®n de los pa¨ªses centroamericanos y del Caribe, parece haber asignado a Venezuela, con la total aquiescencia del Gobierno de Luis Herrera, el papel de gendarme del ¨¢rea. En este marco se encuadra, seg¨²n la mayor¨ªa de los observadores, el reciente viaje del ministro venezolano de Asuntos Exteriores, Jos¨¦ Alberto Zambrano, a tres de las naciones m¨¢s directamente influidas por el triunfo de la revoluci¨®n nicarag¨¹ense: El Salvador, Guatemala y Honduras.
El canciller Zambrano, que se reuni¨® en las capitales respectivas con los presidentes de aquellos tres pa¨ªses, advirti¨® a los dirigentes centroamericanos el peligro de que la llama revolucionaria se extienda por la zona en breve plazo, si no se realizan cambios serios, profundos y sinceros en las estructuras socioecon¨®micas y pol¨ªticas de la regi¨®n.Los mandatarios de las tres peque?as naciones centroamericanas parecen compartir, al menos te¨®ricamente, los recelos venezolanos, que son fiel reflejo de las preocupaciones norte americanas. Los tres generales que presiden los Gobiernos de El Salvador, Carlos Humberto Romero; Guatemala, Romeo Lucas Garc¨ªa, y Honduras, Policarpo Paz, han hecho promesas firmes de propiciar cambios democr¨¢ticos en sus pa¨ªses.
El juego norteamericano, sin embargo, tiene dobleces y contradicciones. Mientras, por un lado, utiliza de intermediario a un pa¨ªs como Venezuela para advertir a las naciones centroamericanas de la necesidad de cambios, por otro aumenta (y de ello hay constaqcia reciente) la ayuda militar y de inteligencia a los ej¨¦rcitos de esos pa¨ªses para enfrentar en situaci¨®n de ventaja una ?escalada de la subversi¨®n?. Esta circunstancia ha sido reiteradamente denunciada por los grupos de oposici¨®n hondure?os, guatemaltecos y de El Salvador.
En el ¨¢rea del Caribe, Estados Unidos ha iniciado igualmente otra ofensiva, esta vez apoyadapor los Gobiernos de Barbados y Trinidad, para contrarrestar la creciente influencia cubana en la zona. En pocos meses, en la mayor¨ªa de las peque?as islas antillanas se han producido cambios notables en el rumbo de la orientaci¨®n pol¨ªtica. La chispa que encendi¨® el fuego de estos virajes fue el golpe de Estado que derroc¨® en la isla de Granada a sir Eric Gairy, quien gobernaba el territorio desde hace quince a?os. En pocos meses, y por diversos procedimientos (elecciones en algunos, dimisiones en otros), gobernantes de derechas y prooccidentales debieron ceder sus puestos a sus opositores, izquierdistas y dispuestos a recibir apoyo cubano.
La alarma norteamericana no se establece ¨²nicamente en funci¨®n de los peligros que para los intereses estrat¨¦gicos de la regi¨®n puede tener una inclinaci¨®n de todo ese grupo de naciones en la ¨®rbita cubana, sino tambi¨¦n en el hecho de que, dentro de muy poco tiempo, dichos pa¨ªses van a componer un indudable instrumento de presi¨®n en los foros internacionales. Cuando el archipi¨¦lago antillano se haya emancipado definitivamente de sus antiguas metr¨®polis, habr¨¢ diecisiete pa¨ªses soberanos en el ¨¢rea contanto poder en los organismos supranacionales de decisi¨®n como el resto de Centro y Suram¨¦rica.
Lo evidente es que las autoridades de Washington (que no hace mucho reconocieron que en los ¨²ltimos a?os su pol¨ªtica con respecto al ¨¢rea del Caribe hab¨ªa sido ?negligente?) tratan de recuperar a toda prisa el control de la zona, que se les escapa a ojos vistas de las manos. Utilizan para ello a pa¨ªses amigos, como lo es Venezuela, naci¨®n que, por otra parte, trata de aprovechar la oportunidad en su propio beneficio. El inter¨¦s venezolano en este caso es simplemente exportar la alternativa democristiana como posibilidad eficaz para conducir los necesarios cambios sin peligros ni desviaciones.
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