La fidelidad de Jean Seberg
En el Renault 5, matr¨ªcula de Par¨ªs, en que fue hallado el ¨²ltimo fin de semana el cad¨¢ver de la actriz Jean Seberg, la mujer que fue s¨ªmbolo de la nueva ola del cine franc¨¦s no dej¨® ni una sola nota que aclarara las razones de su suicidio. En su autom¨®vil, encontrado por un guardia urbano en una zona residencial, hab¨ªa una botella de agua, vac¨ªa, un tubo de barbit¨²ricos y un afiche de un popular programa de televisi¨®n. El esposo actual de la actriz, el actor argelino Hamed Hasmi, explic¨® luego que Jean Seberg, de 41 a?os, sufr¨ªa depresiones constantes, que se advert¨ªan en los poemas que escribi¨® despu¨¦s de abandonar el cine. Una de las ¨²ltimas pel¨ªculas de los protagonistas de Buenos d¨ªas, tristeza, fue La corrupci¨®n de Chris Miller, de Juan Antonio Bardem, en la que comparti¨® papeles con Marisol. Escribe .
Quiz¨¢ las dos estrellas m¨¢s rutilantes de aquella fugaz constelaci¨®n que se llam¨® Nouvelle Vague fueran el director Jean Luc Godard y la actriz Jean Seberg. Tambi¨¦n, en cierto modo, resultaron a la postre los m¨¢s fieles a su estilo y ¨¦poca, el uno en su vida, la otra con su imprevista Y meditada muerte. Godard es el ¨²nico de su generaci¨®n que a¨²n asombra o escandaLza en festivales con su cine contestatario en su moral y forma, lejos de los circuitos comerciales; Jean Seberg en su arte, a la b¨²squeda de filmes y caminos que llenaran plenamente el vac¨ªo que debieron dejarle aquellos a?os sesenta, para ella inolvidables.Muchos fueron los que claudicaron desde entonces. Ah¨ª est¨¢ el ejemplo de Truffaut y otros tantos, dispuestos a sacrificar al p¨²blico un genio que quiz¨¢ nunca tuvieron, al contrario que esta Seberg americana, capaz de elegir su muerte con igual decisi¨®n que su carrera. Tan poco dispuesta a transigir en una como en otra, fue anotando en el curso de su tiempo, desde su consagraci¨®n como mito de Godard, matrimonios fallidosjunto a filmes mediocres.
Debut¨® a una edad envidiable en un papel al que actrices avezadas suelen Regar en la culminaci¨®nde su arte. Dio vida nada menos que a la Juana de Arco de Otto Preminger, mas como en el caso de La Doncella de Orleans, su aventura destinada a concluir en homenajes memorables termin¨® en una pira de in¨²til celuloide, quemada en aras de su fracaso. Sin embargo, tales hero¨ªnas suelen contar siempre con paladines inasequibles al desaliento, y, una vez m¨¢s, Preminger volvi¨® a alzarla como protagonista de una novela c¨¦lebre francesa: Bon jour, tristesse. Nuevo intento y nuevo final infeliz para la estrella al menos, hasta que el otro Jean, Jean Luc Godard, se cruz¨® en su camino en tierras de Francia, con un zurr¨®n repleto si no de millones, s¨ª al menos de ideas e ilusiones.
Vino as¨ª A bout de souffl¨¦, verdadera obra revolucionaria de la nueva ola y del cine de su ¨¦poca, en la que se inspir¨® no s¨®lo el cine europeo, sino el del otro lado del Atl¨¢ntico, que tantas veces neg¨® el pan y la sal a su protagonista femenina. Gracias a aquel filme, tan modesto en recursos como rico en sugerencias, el p¨²blico se acab¨® acostumbrando a un cine m¨¢s directo y fluido, menos artificioso, libre de c¨¢nones caducos, tal como hoy lo conocemos.
Un buen cuento cl¨¢sico
Y, sin embargo, aquella historia, simple y lineal como un buen cuento cl¨¢sico, result¨® a la postre un filme maldito para su estrella. Godard continu¨® su carrera ca¨®tica y brillante, repleta de momentos mediocres y hallazgos, desde sus apasionadas confesiones hasta sus actuales experiencias con el v¨ªdeo. Jean Seberg, en cambio, tras su ¨¦xito mejor, alzada hasta la cresta de la ola, se acab¨® convirtiendo en la actriz favorita de los dem¨¢s realizadores de la generaci¨®n. As¨ª vinieron filmes sucesivos y mediocres, pues, como ya se sabe, el talento no se traspasa tan f¨¢cilmente como las estrellas. La de la Seberg fue declinando en Europa y Am¨¦rica. Al otro lado del oc¨¦ano su imagen no encajaba en los repartos, y en Francia, cuando la nueva ola se convirti¨® en medrosa marejada, ya su nombre s¨®lo recib¨ªa elogios referidos a su primera ¨¦poca. Y, como vida y arte suelen ir unidos casi siempre, el tiempo desat¨® una carrera de matrimonios, fallidos a su vez, a la sombra del cine y de los libros.
A pesar de todo, esta mujer, no demasiado afortunada, fue siempre consecuente con su actitud frente a un destino no demasiado amigo. Se quejaba como tantos actores de que s¨®lo le ofrecieran papeles mediocres, pero, al contrario que la mayor¨ªa de sus compa?eros, no acababa acept¨¢ndolos, sino que los rechazaba aun a costa de ciertos sacrificios. Finalmente, se dedic¨® a escribir ensayo y poes¨ªa. Su muerte, con su intento fallido, y su viaje de diez d¨ªas al fondo de la noche de Par¨ªs con su agua mineral, su manta y barbit¨²ricos, debi¨® ser alucinante. Las horas de ese tiempo debieron imitar las mejores secuencias de A bout de souffle. Nadie conocer¨¢ jam¨¢s c¨®mo fueron, pues nada dej¨® escrito. S¨®lo nos queda de ella el recuerdo de una actriz frustrada pero aut¨¦ntica, sincera y decidida.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.