El juicio de Mac¨ªas
DE TODOS Ios tiranos derrocados en los ¨²ltimos meses, Mac¨ªas es el ¨²nico que ha sido capturado por sus vencedores. Podr¨ªa incluso pensarse que hay una convenci¨®n t¨¢cita para evitar cualquier forma de proceso y castigo, o el sobresalto de una ejecuci¨®n sumaria. La salida de Somoza de Nicaragua fue pactada, como la del sha en Ir¨¢n; el golpe de Centro¨¢frica se produjo en el momento en que Bokassa estaba en Libia. Pero Mac¨ªas fue detenido en Guinea Ecuatorial, y ello ha provocado el extra?o proceso de Malabo, la causa 1/79 de la Auditor¨ªa Militar guineana.Se da por sentado el car¨¢cter criminal de la presidencia de Guinea Ecuatorial; desde la m¨¢s brutal opresi¨®n de la generalidad de la poblaci¨®n hasta las torturas y asesinatos cometidos por el tirano con su propia mano, y con toda clase de truculencias s¨¢dicas, desde el pu?al de triple filo hasta los perros devoradores de carne humana. La misma carencia de mecanismo, doctrina y filosof¨ªa de la justicia ante la que ha comparecido puede figurar en la lista de cargos contra el acusado, para quien la ¨²nica justicia posible era la suya propia. Pero esa carencia existe y el proceso presenta toda clase de lagunas, desde la repentina importaci¨®n de algunas de las normas, usos y costumbres de los consejos de guerra del C¨®digo de Justicia Militar de Espa?a hasta la intenci¨®n de juzgar con arreglo a la nunca repetida jurisprudencia de los tribunales de Nuremberg, sobre todo en lo que se refiere a las cuestiones de genocidio, m¨¢s una desusada velocidad en la instrucci¨®n.
Parece que ante la catadura moral de los acusados -Mac¨ªas con siete c¨®mplices- y la magnitud de una lista de cargos, que comienza con la ejecuci¨®n de 462 personas, puede haber un exceso de preocupaci¨®n por la l¨ªnea de honesta juridicidad con la que debe ser enfrentado; sin embargo, esa preocupaci¨®n ata?e, m¨¢s que al acusado, a sus propios jueces; el respeto que se hace por la figura abstracta del procesado representa, sobre todo, el respeto que emana del tribunal y del pa¨ªs que lo forma.
Uno de los aspectos m¨¢s rebatidos del nuevo r¨¦gimen de Ir¨¢n es la forma sumaria en que est¨¢ ejerciendo la justicia, que pierde as¨ª su nombre intr¨ªnseco. No deber¨ªa, en el caso de un r¨¦gimen que comienza ampar¨¢ndose en el regreso de las formas y de las libertades, ser empa?ada por lo que puede parecer una farsa con un veredicto preparado. Puede sentar el precedente de que, por aceptar as¨ª el castigo de un crimen obvio, pudiera servir para procesos menos justificados. Pero quiz¨¢ un proceso con una instrucci¨®n en las debidas formas, con la escrupulosidad que debe presidir siempre la tarea de los que juzgan, hubiera podido fomentar la idea de que una peque?a banda de ocho personas no puede llevar a un pa¨ªs a la monstruosa degeneraci¨®n a que lleg¨® en el momento de la ca¨ªda de Mac¨ªas. Como se sabe que Hitler no fue un loco solitario, y no hubiera llegado a lo que lleg¨® con la sola ayuda de los juzgados en Nuremberg; o como se puede considerar el caso de Stalin. Todos estos frutos son de un sistema, y aparecen complicadas, y no s¨®lo por lenidad, muchas m¨¢s personas de las juzgadas.
En todo caso, se est¨¢ deseando que un nuevo r¨¦gimen realmente abierto y democr¨¢tico llegue a instaurarse en Guinea; y no puede dejar de pensarse que quienes fueron sus v¨ªctimas no tuvieron derecho ni siquiera a las irregularidades de un juicio improvisado y precipitado, como un tel¨®n zurcido y agujereado que quisiera poner el final a una etapa tr¨¢gica de la historia de Guinea Ecuatorial. Como tampoco se puede olvidar que todas estas torpezas, toda esta inseguridad, todo este espect¨¢culo son consecuencias del propio r¨¦gimen que se trata de exorcizar. Nadie puede ignorar ya que el da?o de una dictadura sobre un pa¨ªs no se limita al per¨ªodo de su vigencia, sino que puede seguir durante a?os despu¨¦s de su extinci¨®n.
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