Cien a?os del descubrimiento de Altamira
En 1876 don Marcelino Sanz de Sautuola, un hidalgo monta?¨¦s con aficiones cient¨ªficas, visita, por primera vez, la cueva de Altamira, que hab¨ªa sido descubierta ocho a?os antes por uno de sus aparceros, Modesto Cubillas. En esta primera prospecci¨®n, aunque encontr¨® objetos diversos e incluso pinturas en la quinta galer¨ªa, don Marcelino no pareci¨® sorprenderse demasiado. Un a?o despu¨¦s, sin embargo, al visitar la Exposici¨®n Universal de Par¨ªs y contemplar all¨ª la colecci¨®n de objetos prehist¨®ricos, decidi¨® realizar una segunda visita a Altamira con el feliz resultado universalmente conocido: acompa?ado en la excursi¨®n por su hija, ¨¦sta descubre las maravillosas pinturas policromas. Desde ese justo momento, exactamente en el a?o 1879, don Marcelino Sanz de Sautuola se dedicar¨¢ con apasionamiento al estudio de los restos de la cueva y tendr¨¢ que sufrir las amargas pol¨¦micas que le opusieron los prehistoriadores profesionales. Para hacerse una idea de la contumacia del debate basta simplemente con recordar la fecha de la primera comunicaci¨®n publicada por el sabio santanderino -1880- y la del famoso Mea culpa d'un sceptique, de Cartailhac, en el que sancionaba la veracidad y el valor indiscutible del descubrimiento, que fue publicado, por su parte, en 1902, es decir: veintid¨®s a?os para aceptar sin reservas el hecho de la autenticidad de las pinturas.Desde entonces, estas pinturas prehist¨®ricas, cuya belleza no tiene parang¨®n con las otras manifestaciones que se han ido encontrando en la zona franco-cant¨¢brica, han sido objeto de un creciente inter¨¦s, hasta convertirse en un lugar de constante afluencia masiva de visitantes. Precisamente a causa de este tr¨¢fago incesante de turistas, hace unos pocos anos se detect¨® un alarmante deterioro en la conservaci¨®n de las pinturas y la noticia salt¨® a los peri¨®dicos con aires pol¨¦micos y confusos. La cueva de Altamira fue entonces clausurada para las visitas indiscriminadas, pero el p¨²blico medio no fue convenientemente informado de las caracter¨ªsticas y de la envergadura del problema. Por eso, cuando este a?o se cumple el primer centenario del descubrimiento fundamental de las pinturas principales, hay que celebrar vivamente la iniciativa de la Subdirecci¨®n General de Arqueolog¨ªa de realizar una amplia exposici¨®n documental sobre la cueva y sus problemas.
Destaquemos, en primer lugar, como aciertos m¨¢ximos, el car¨¢cter did¨¢ctico y la condici¨®n itinerante de esta exposici¨®n. Para un pa¨ªs como el nuestro, con tan escasos recursos econ¨®micos para invertir en la promoci¨®n de actividades culturales, el elevado presupuesto que acarrea el montaje de grandes exposiciones es, muchas veces, la excusa f¨¢cil para justificar la inercia. Sin embargo, una exposici¨®n como la de Cien a?os del descubrimiento de Altamira demuestra que, con un presupuesto relativamente peque?o, pero con trabajo y competencia, se pueden realizar grandes cosas. Por de pronto, el visitante se encuentra con una complet¨ªsima informaci¨®n, ratificada y ampliada en el magn¨ªfico cat¨¢logo, sobre todos los problemas que afectan a la conservaci¨®n de este legado prehist¨®rico excepcional, aclar¨¢ndosele hasta la ¨²ltima de sus dudas, tan sensacionalmente aireadas no hace mucho. Pero hay m¨¢s: se le ofrece tambi¨¦n un sucinto panorama, muy instructivo, de todas aquellas otras cuestiones que tienen que ver con la esencia antropol¨®gica y art¨ªstica del asunto: historia de la cueva de Altamira desde su descubrimiento hasta nuestros d¨ªas, an¨¢lisis de cada uno de los objetos contenidos en ella, su valor comparativo, su significaci¨®n y posibles interpretaciones a la luz de las ¨²ltimas aportaciones de la ciencia prehist¨®rica y un largo etc¨¦tera de cuestiones mayores y menores, que van hasta ese oportuno apartado dedicado a informar de la influencia del descubrimiento de Altamira en la literatura y el arte contempor¨¢neos.
En resumen: una exposici¨®n ejemplarmente pensada, dise?ada y montada, acompa?ada adem¨¢s de un cat¨¢logo ?por fin! verdaderamente ¨²til, que servir¨¢ no s¨®lo para informar al profano de todas las caracter¨ªsticas y problemas de la Cueva de Altamira, sino tambi¨¦n para interesarle, en general, del mundo apasionante del arte prehist¨®rico.
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