Todo al rev¨¦s en el primer tercio
El domingo pasado, en Las Ventas, alg¨²n que otro picador obligaba al caballo a pegarse a la barrera, para recibir la embestida de los cobaledas o del garc¨ªarromero que, como ya dijimos aqu¨ª en su d¨ªa, ten¨ªan gran trap¨ªo. El p¨²blico protestaba. El Lupas, que es la voz del tendido siete, le grit¨® al presidente: ?A ver si obliga usted a que piquen bien.? Es in¨²til. Por los propios presidentes empieza una ignorancia injustificada o una permisividad culpable sobre lo que debe ser el primer tercio, y as¨ª, todo se hace al rev¨¦s.Hoy se pica peor que nunca. Pero la lidia misma ya empieza torcida. En tiempos, los picadores aguardaban en el ruedo la aparici¨®n del toro. Cuando se demor¨® su intervenci¨®n, se hizo para esperar que los lidiadores fijaran al toro y en ese preciso instante la presidencia sacaba el pa?uelo ordenando su salida.
Los presidentes imponen ahora otra moda: esperan no s¨®lo a que se fije el toro, sino tambi¨¦n a que el espada de turno toree a la ver¨®nica o a lo que le salga. De donde, a partir de aqu¨ª, se produce un espacio muerto en el espect¨¢culo, de varios minutos pues hay que esperar a que suene el clar¨ªn, abran el port¨®n de cuadrillas, aparezcan los picadores y lleguen al lugar adecuado para ejecutarla suerte. Mientras tanto los peones se habr¨¢n llevado al toro junto a un burladero lejano mediante no se sabe cu¨¢ntos capotazos, y all¨ª lo sujetar¨¢n por el expeditivo procedimiento de mostrarle el enga?o desde detr¨¢s de las tablas. Acomete entonces el toro, derrota sobre el burladero, a lo mejor se deja all¨ª los cuernos (con perd¨®n).
Son momentos para el aburrimiento general, pero, adem¨¢s, y esto es lo m¨¢s grave, toda la teor¨ªa y la mec¨¢nica de la lidia quedan desvirtuadas desde el principio. Teor¨ªa y mec¨¢nica que la tauromaquia ha establecido, a saber: los peones reciben al toro (cuando no se haga presente el maestro) y lo fijan a una mano. En ese momento, la presidencia ordena que comparezcan los, picadores. Mientras ¨¦stos se dirigen al lugar donde ejecutar¨¢n la suerte, el matador de turno saca el toro a los medios -de forma que el picador podr¨¢ quedar situado en el tercio, detr¨¢s de ¨¦l-, y lo bonito es que lo haga por ver¨®nicas, con remate en el lugar desde donde considera que debe arrancarse el toro al caballo; Precisamente cuando se produce tal remate, el picador est¨¢ ya en disposici¨®n de recibir la arrancada, y de esta forma no se producir¨¢n tiempos muertos ni capotazos in¨²tiles ni accidentes por los derrotes de la res contra el burladero.
Es cierto que la normativa de la lidia no puede desarrollarse con precisi¨®n matem¨¢tica, entre otras razones -sin duda la principal- porque hay que contar con el toro que puede ser huido, aquerenciado y m¨¢s desdichas de este tenor. Pero cuando se dan estas anomal¨ªas, est¨¢n previstos los recursos adecuados a la excepcionalidad de cada caso. Para los presidentes y lidiadores de hoy, sin embargo, la excepcionalidad es siempre y dan lugar al cotidiano atentado contra el primer tercio. Casi nada de la t¨¦cnica de la lidia que mencionamos m¨¢s arriba se cumple.
Viene ahora la ejecuci¨®n concreta de la suerte de varas, en la que el vicio de la carioca se ha convertido en norma. Uno de los casos m¨¢s llamativos que tenemos es la corrida concurso de Jerez, donde, sistem¨¢ticamente, la hac¨ªan los picadores; pegaban el puyazo tap¨¢ndoles la salida a los toros. De esta forma, ni el castigo era medido, ni se permit¨ªa al toro reaccionar con medianas posibilidades de equilibrio, ni hab¨ªa manera de comprobar su bravura. Si estos atropellos se produc¨ªan nada menos que en una corrida concurso, a nadie puede llamar la atenci¨®n que, con mayor frecuencia, ocurran en todas las dem¨¢s.
Y como del primer tercio depende el desarrollo de los dos restantes, y el mismo comportamiento del toro (acometividad y fuerza incluidas), el da?o que se le hace a la lidia es grande. Hay casos en que deja de ser lidia y se convierte en una carnicer¨ªa o una burla.
Estos aspectos se abordaron en las reuniones para la reforma del reglamento y la representaci¨®n profesional demostr¨® que le tra¨ªan absolutamente sin cuidado. De donde dejar en sus manos el estudio de este tema -no digamos su reforma- ser¨ªa peligros¨ªsimo. Parece que este invierno se va a abordar de nuevo.
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