La conflictividad escolar y la democracia pol¨ªtica
Concejal responsable de Educaci¨®n del Ayuntamiento de Madrid Miembro del Comit¨¦ Central del PCE.
Como cada a?o, el curso escolar ha comenzado conflictivamente. La prensa ha dado cumplida cuenta de la multitud de asambleas, manifestaciones, huelgas y otras formas de protesta que, tanto los padres como los profesores, est¨¢n realizando durante estos d¨ªas contra el retraso y mala asignaci¨®n de la dotaci¨®n docente de los distintos centros, contra la defectuosa dotaci¨®n del material escolar, contra el paro del profesorado y otra serie de motivos.
Me ahorro aqu¨ª el enumerar las cr¨ªticas de fondo que los comunistas, as¨ª como otras fuerzas progresistas, hemos hecho a la actual pol¨ªtica gubernamental en materia de educaci¨®n, como me ahorro las conocidas cr¨ªticas que, igualmente, hemos hecho al Programa Econ¨®mico del Gobierno y sus consecuencias sobre la ense?anza. Esa cr¨ªtica est¨¢ ya hecha y me limito ahora a mostrar mi acuerdo con ella. Lo que quiero manifestar desde esta tribuna es algo m¨¢s: la falta, de una pr¨¢ctica democr¨¢tica y las tremendas consecuencias que ello trae consigo,
Ni que decir tiene que considero que el contenido de una pol¨ªtica y su forma de aplicarla tienen una tremenda ligaz¨®n. Dif¨ªcilmente, se me puede decir, el partido gubernamental va a aplicar una pol¨ªtica profundamente conservadora con unos m¨¦todos democr¨¢ticos y progresistas. Eso es verdad, pero es tan s¨®lo una verdad inacabada. Primero, porque la relaci¨®n no es autom¨¢tica (una pol¨ªtica educativa o de cualquier otra ¨ªndole puede tener unos presupuestos y objetivos muy progresivos y malograrse por una aplicaci¨®n antidemocr¨¢tica), y segundo, porque es preciso llegar a tomar conciencia de que la pr¨¢ctica democr¨¢tica en la administraci¨®n de las cosas no es algo tan s¨®lo ¨¦tica o est¨¦ticamente mejor que la pr¨¢ctica autoritaria de gobernar. Es, adem¨¢s, m¨¢s ¨²til. Se encuentran soluciones m¨¢s racionales y efectivas a los inconvenientes que cotidianamente te depara la actuaci¨®n gubernativa.
La participaci¨®n de la sociedad a trav¨¦s de los partidos, los sindicatos y otras formas de asociacionismo representativo en la aplicaci¨®n de la pol¨ªtica educativa o de la pol¨ªtica en general no puede concebirse como algo abstracto. No se puede hacer una correcta pol¨ªtica de dotaci¨®n del profesorado desde el mismo momento de la programaci¨®n de dicha dotaci¨®n, como no se puede hacer una correcta distribuci¨®n de las plazas escolares sin contar desde el principio con los padres de los alumnos, los m¨¢s afectados en este caso. Como no se puede hacer una planificaci¨®n medianamente eficaz de la administraci¨®n educativa sin una voluntad profunda de que los ayuntamientos jueguen un papel protagonista. Pretender hacerlo desde los despachos del Ministerio sin esa participaci¨®n real y activa es, adem¨¢s de pol¨ªticamente deleznable, por burocr¨¢tico y antidemocr¨¢tico, administrativamente torpe, lento, impreciso y un largo etc¨¦tera de adjetivos que desembocan en una gesti¨®n desastrosa. Los hechos cantan por s¨ª solos. Los paros de la actividad docente, las manifestaciones en la v¨ªa p¨²blica, las concentraciones en la Delegaci¨®n Provincial del Ministerio de Educaci¨®n, que siguen teniendo lugar semanas despu¨¦s de haber comenzado el curso, no han tenido lugar en contra del proyecto gubernamental del estado de financiaci¨®n, ni del estatuto de centros, ni en favor de la escuela p¨²blica. Han sido contra la desastrosa programaci¨®n del comienzo del curso escolar por parte de un Ministerio que ha publicado su pol¨ªtica burocr¨¢ticamente.
Si en lugar de negociar y hacer participar a posteriori a estos colectivos el Ministerio hubiese procedido democr¨¢ticamente, es m¨¢s que probable que el curso hubiese comenzado con mucha menos conflictividad, con unas asignaciones de plazas para alumnos y profesores m¨¢s justa, y con una madurez mucho mayor por parte de todas las organizaciones que en una democracia pol¨ªtica deben jugar distintos papeles en la ordenaci¨®n de la sociedad. Los sindicatos hubiesen jugado un papel que hoy no cumplen, porque son sustituidos por ef¨ªmeros movimientos asamblearios que defienden intereses temporales y sectoriales de profesores discriminados; las asociaciones de padres, tres cuartos de lo mismo, y los ayuntamientos ir¨ªan avanzando en su funci¨®n de administrar las cosas en lugar de priorizar la denuncia de la mala administraci¨®n centralizada.
Todo ello es algo que interesa al conjunto del nuevo r¨¦gimen democr¨¢tico. Dar participaci¨®n a todo este tipo de entidades en las tomas de decisiones es, claro est¨¢, darles poder, y parece como si al Ministerio centrista le doliese dar parcelas de poder a entidades pol¨ªticas y sociales de izquierdas, aunque sea al precio de una mala gesti¨®n. Eso no es asumir lo que es un r¨¦gimen democr¨¢tico, no se trata tan s¨®lo de elegir unas Cortes cada cuatro a?os para que cada ese per¨ªodo el Gobierno que de ellas salga dirija a la naci¨®n desconociendo al resto de las fuerzas. Las elecciones peri¨®dicas son la condici¨®n necesaria para que la democracia exista. Pero la condici¨®n suficiente para que esa democracia funcione es que se sea dem¨®crata cada d¨ªa. Administrar recursos escasos supone, con seguridad, no satisfacer nunca plenamente a toda la poblaci¨®n afectada, pero la participaci¨®n en las decisiones de esta poblaci¨®n supone, si no el evitar errores importantes, s¨ª el que las medidas sean m¨¢s ecu¨¢nimes y progresivas.
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