El "empapelamiento" de un comisario
AL SE?OR Merino de la Hoz, comisario del Cuerpo Superior de Polic¨ªa, destinado en Alcobendas, le ha sido incoado un expediente por una carta enviada al director de EL PA?S y publicada el 28 de septiembre en la secci¨®n que reproduce la correspondencia de nuestros lectores. El contenido de ese breve texto era una felicitaci¨®n del comisario de Alcobendas por el editorial El pesimismo de un general, aparecido en este peri¨®dico tres d¨ªas antes, que conten¨ªa algunas apreciaciones cr¨ªticas sobre las declaraciones dadas a nuestro colega Abc por el capit¨¢n general de Valencia. El se?or Merino de la Hoz se limit¨® a considerar ese comentario ?formidable?, a estimar que ?hablar -escribir- tan claro y mejor es harto dif¨ªcil?, a calificar de ?valientes y honrados? a quienes ?rebaten ideas objetivas a determinadas clases del Estado? y a ?repetir? su felicitaci¨®n, suponiendo que tambi¨¦n la suscribir¨ªan ?tantos y tantos lectores? por las antedichas razones ?y en bien de una prensa aut¨¦nticamente objetiva y libre?.Quienes dudan de la existencia de los platillos volantes, no terminan de creer en las levitaciones y otros fen¨®menos parapsicol¨®gicos o se muestran reticentes respecto a portentos de diversa ¨ªndole tienen, con este expediente disciplinario, un serio motivo para revisar sus actitudes incr¨¦dulas y esc¨¦pticas. Ah¨ª es nada: elogiar el editorial de un peri¨®dico puede poner en peligro el destino, o incluso la pertenencia a un cuerpo administrativo, del funcionario p¨²blico que lo expresa. Y ese prodigio no se produce en la Checoslovaquia donde se condena a los firmantes de Carta 77, ni en la Argentina que env¨ªa al exilio al periodista Timmerman o hace ?desaparecer a los escritores Roberto Walsh y Haroldo Conti, ni en alguna rep¨²blica africana presidida por el Idi Amin, Bokassa o Mac¨ªas de turno. El expediente al se?or Merino de la Hoz es incoado desde alg¨²ndespacho localizable en el organigrama de la Administraci¨®n central de un Estado de Derecho, sometido a una Constituci¨®n democr¨¢tica que reconoce la libertad de expresi¨®n de todos los ciudadanos y establece un completo cuadro de garant¨ªas para la defensa de los individuos frente a los abusos y arbitrariedades del poder.
Si tal es el destino del que hace el elogio, ?cu¨¢l no ser¨ªa la suerte de los elogiados en el caso de que el Ministerio del Interior tuviese jurisdicci¨®n administrativa sobre ellos? Si la felicitaci¨®n del se?or Merino de la Hoz da lugar a un expediente, ?que podr¨ªan esperar los felicitados en el supuesto de que los expedientadores tuvieran la gozosa oportunidad de poder ?empapelarlos?? Estas interrogantes no son, desgraciadam¨¦nte, un puro recurso ret¨®rico. Pues, como se recuerda en el comentario editorial precedente, sucede que el criminal atentado cometido contra EL PA?S hace un a?o figura en los archivos de la Direcci¨®n General de Seguridad del Estado entre los casos no resueltos. Si los investigadores encargados del asunto opinan de este peri¨®dico lo mismo que aquellos de sus jefes que han expedientado a un comisario por el terrible delito de elogiarlo, a nadie puede extra?ar las indolencias, negligencias y faltas de celo profesional que explican que un a?o despu¨¦s del crimen sus autores no hayan sido descubiertos.
Nos imaginamos que en alg¨²n apartado de letra peque?a del reglamento del Cuerpo General de Polic¨ªa existen expresiones suficientemente ambiguas como para hacer posible el expediente del que es v¨ªctima el comisario de Alcobendas. Al igual, por supuesto, que el C¨®digo de Justicia Militar ofrec¨ªa en su articulado soporte suficiente para el procesamiento del teniente general Atar¨¦s y tambi¨¦n, convenientemente forzado, para imaginar alguna medida en el caso del teniente general Milans del Bosch. As¨ª como quien hace la ley hace la trampa, as¨ª quien interpreta un c¨®digo penal o reglamento disciplinario puede encontrar intersticios y holguras para transformar en el se?or K a cualquier ciudadano. Pero esa sesgada y partidista manipulaci¨®n de los mudos textos legales, a fin de hacerles hablar con la voz que el ventr¨ªlocuo desea, no enga?a a nadie.
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