Inaudito
Presidente de la Asociaci¨®n Internacional de Escuelas Superiores de Educaci¨®n?Inaudito, pero real! Me refiero a la discusi¨®n de la ley de Cultura F¨ªsica y Deportes. Es lamentable escuchar de una mayor¨ªa de quienes componen la ponencia de Cultura en el Congreso tal c¨²mulo de imprecisiones referentes a aquello sobre lo que actualmente discuten. Lo lamentable para todos es que lo que dicen va a ser ley. El texto definitivo parece que tiene poco que ver con el proyecto presentado por el Gobierno. Pero no se puede decir que ? afortunadamente ?. Las muchas, profundas, correcciones no mejoran sustancialmente tan desva¨ªdo, proyecto. En este breve comentario voy a referirme, a modo de ejemplo, s¨®lo a un tema: el de la formaci¨®n de los educadores.
Es incre¨ªble que, a punto de entrar en la pen¨²ltima d¨¦cada del siglo XX se ponga siquiera a discusi¨®n el nivel de estudios y titulaci¨®n de los educadores f¨ªsicos. Revela un estar fuera de juego, una flagrante ahistoricidad. La incorporaci¨®n acad¨¦mica de los estudios para profesionales de la educaci¨®n f¨ªsica es un proceso creciente que llena casi todo el siglo, desde la d¨¦cada de los veinte, en que comienza en B¨¦lgica y Polonia, hasta la de los setenta, en que se incorporan a la licenciatura y doctorado pa¨ªses que aqu¨ª no se tienen por m¨¢s desarrollados culturalmente que Espa?a, tales como Colombia, Venezuela, M¨¦xico, Brasil, Portugal, etc¨¦tera, y un n¨²mero creciente de las j¨®venes naciones africanas y de las asi¨¢ticas. Omito el dato minucioso, que ser¨ªa inmensamente largo, referente a los pa¨ªses culturalmente m¨¢s desarrollados; as¨ª, las 85 universidades de Estados Unidos, donde en los estudios de educaci¨®n f¨ªsica se ha accedido hasta el doctorado; las veintid¨®s c¨¢tedras universitarias de que consta la Escuela Superior de De portes de Colonia, regida por un ?rector magn¨ªfico?, al igual que en la zona del Este la Escuela Superior de Cultura F¨ªsica de Leipzig y las facultades de todos los pa¨ªses de Europa del Este sin excepci¨®n, donde existe el doctorado en educaci¨®n f¨ªsica. Los casos de algunos importantes pa¨ªses de Europa occidental donde no se ha logrado tal titulaci¨®n netamente acad¨¦mica, tales como Italia, no son significativos, ya que, por un lado, son bien conocidos en el ¨¢mbito internacional como exponente de estancamiento en educaci¨®n f¨ªsica, y, por otro, actualmente est¨¢n procediendo a la transformaci¨®n. No pretendo en estas breves l¨ªneas traer erudici¨®n. Un an¨¢lisis sereno del proceso mundial en este sector educacional evidencia una poderosa y universal corriente a la incorporaci¨®n acad¨¦mica de estos estudios sin l¨ªmitaciones. Eso se pretendi¨® hacer en Espa?a y estuvo a punto de conseguirse en la ¨²ltima d¨¦cada -ya supon¨ªa gran retraso- a partir de la ley General de Educaci¨®n, la cual enunciaba: ?El Gobierno, a propuesta del Ministerio de Educaci¨®n.y Ciencia y de la Secretar¨ªa General del Movimiento, reglamentar¨¢ la incorporaci¨®n a la universidad del Instituto Nacional de Educaci¨®n F¨ªsica, con el rango de instituto universitario? (trans. 2,6).
Ciertas pegas t¨¦cnicas de interpretaci¨®n de esta frase, ali mentadas verdaderamente por prejuicios e ignorancia del tema y apoyadas en la falta de convicci¨®n del sector mayoritario de profesio nales de la educaci¨®n f¨ªsica -con cretamente de quienes primordial mente eran profesionales de la for maci¨®n pol¨ªtica- hicieron que se perdiera la gran oportunidad.
Pero una oportunidad mayor se presenta con la ley espec¨ªfica de ?cultura f¨ªsica y deportes?, y, ante el asombro de los conocedores del tema, ni en el proyecto se aborda el asunto, ni las enmiendas, oficialmente aceptadas, parece que se vayan a incorporar. Es verdaderamente desmoralizador que un tema de tal magnitud se negocie con tanta frivolidad. No es s¨®lo ya el desfasamiento hist¨®rico a que nos llevar¨ªa tal omisi¨®n -con las repercusiones graves en todo el desarrollo t¨¦cnico y cient¨ªfico del deporte espa?ol, aunque mucho m¨¢s graves en el proceso general de la educaci¨®n-, sino, principalmente, lo que supone de marginaci¨®n definitiva de una de las ¨¢reas educacionales, que en las m¨¢s profundas y actualizadas corrientes pedag¨®gicas se est¨¢ descubriendo como fundamental: la educaci¨®n por el movimiento, la profunda educaci¨®n de la persona a trav¨¦s de su primordial instalaci¨®n corporal; un ¨¢rea educativa que quiz¨¢ llegue a convertirse en un futuro no lejano en la m¨¢s general y b¨¢sica manera de educar al ni?o. Estos trascendentales educadores no pueden ser hombres de segunda fila en el gremio de la ense?anza. No cabe otra opci¨®n seria que la conversi¨®n de los INEF en facultades (o su incorporaci¨®n a las facultades de Ciencias de la Educaci¨®n); en todo caso del acceso a la n¨ªtida titulaci¨®n universitaria: licenciatura y doctorado; no las siempre equ¨ªvocas ? equivalencias ?.
Hay otras muchas confusiones y errores en esta ley, totalmente carente de modernidad, tales como la insuficiente consideraci¨®n -y consecuente estructuraci¨®n para acogerlas- de las ya dispares realidades sociol¨®gicas del deporte; la consideraci¨®n del deporte oficial federativo como producto de un asociacion¨ªsmo privado, modelo brit¨¢nico del siglo XIX, cuando no estamos en las islas Brit¨¢nicas y casi a un siglo de distancia del XIX, etc¨¦tera.
Pero este es s¨®lo un apunte, no un an¨¢lisis de la ley. Es un sencillo comentario, dolorido por la gran ocasi¨®n de progreso que se va a desperdiciar, en el que me atormenta el punto m¨¢s lamentable de la propia ley: el que ata?e a la base de todo el desarrollo de la cultura f¨ªsica y el deporte. Es cierto que hay un grupo que ha defendido la incorporaci¨®n acad¨¦mica de la educaci¨®n f¨ªsica -entre otros, seg¨²n mis noticias, la mayor parte de los diputados del PSOE y del PNV y algunos de UCD y CD-, pero la mayor¨ªa, por lo que se ve, no ha entendido la trascendencia que para el deporte, para la educaci¨®n fisica y para la educaci¨®n en general tendr¨ªa esta decisi¨®n.
Habr¨¢ que revestirse de fatalismo y de estoicismo y recordar que cosas peores han sucedido en la historia. Pienso que poco voy a conseguir desde m¨ª modesta queja. Pero con estas l¨ªneas escritas con la m¨¢s honda sinceridad quiero, al menos, serenar mi conciencia; y ante el juicio implacable del futuro poder responder con el esfuerzo realizado cuando desempe?aba alguna funci¨®n de responsabilidad, y ahora, con esta m¨¢s particular, aunque p¨²blicamente mani festada, repulsa desde mi vida privada. Pero, en fin, todav¨ªa queda alguna esperanza: el proyecto de ley todav¨ªa no ha llegado al pleno.
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