El "cuarto hombre" era un honorable colegial
El asunto, desde luego, es de los que hacen ¨¦poca, y, a una semana de la sensacional noticia, ya se han impreso cientos de p¨¢ginas en los peri¨®dicos de todo el mundo, la mayor¨ªa en un tono de airada interrogaci¨®n. He aqu¨ª la s¨ªntesis: ?c¨®mo un homosexual, un marxista, es contratado por el servicio de espionaje brit¨¢nico? ?C¨®mo un esp¨ªa convicto y confeso es mantenido en la inmunidad? Cada cual se ha fabricado la hip¨®tesis a su medida, desde la alta pol¨ªtica al sucio arreglo de cuentas.Porque, ?qui¨¦n es ese homosexual marxista, cuyo idealismo te¨®rico de juventud le ha condenado a vivir perpetuamente de la traici¨®n? El mismo ha explicado el mal paso como la consecuencia de la ?sovietizaci¨®n? de Cambridge en un momento hist¨®rico en el que la guerra de Espa?a, la gran depresi¨®n y la ascensi¨®n irresistible del fascismo hicieron que todo el mundo tomara partido. Luego, la espinosa y tr¨¢gica elecci¨®n sobre la prioridad de lealtades. Pero ahora que la Historia, con may¨²scula, ha juzgado, como siempre, desde la ¨²ltima historia, nos gustar¨ªa contar algo de otra que, menos sensacional, ha llenado, sin embargo, la mayor parte de la vida de Blunt: la del Blunt profesor de Historia del Arte. Quiz¨¢ corno el ¨²nico ¨ªntimo homenaje que nos es permitido a quienes, lectores de las novelas de espionaje y sabedores que lo que hace siempre apasionante una intriga es el factor humano, hemos admirado siempre a Blunt por eso que ahora s¨®lo ocupa tres lac¨®nicas palabras en las biograf¨ªas de urgencia: an eminent art historian (un eminente historiador del arte).
Nacido en 1907 y educado en los prestigios¨ªsimos Marlborough College y Trinity College, de Cambridge, A. Blunt tuvo desde siempre una marcada afici¨®n por el arte. El rnismo nos cuenta c¨®mo, siendo todav¨ªa un schoolboy, acompa?aba entusiasmado a su hermano Wilfrid por los itinerarios barrocos de Baviera y Austria. En 1933 pasa tres meses en la British School, de Roma, donde, en compa?¨ªa de Ellis Waterhouse y Colin Hardie, descubre la arqu¨ªtectura barroca italiana, que se convertir¨¢ en uno de sus temas de investigaci¨®n predilectos. Se hace famoso, sin embargo, a partir de la publicaci¨®n, en 1940, de su A rtistic Theory in Italy (1450-1600), una de las mejores y m¨¢s brillantes s¨ªntesis que se ?tan hecho sobre las ideas art¨ªsticas del Renacimiento italiano. Esta, adem¨¢s, es, en realidad, la ¨²nica obra en la que Blunt deja traslucir una cierta interpretaci¨®n progresista de la historia, y en la que se declara disc¨ªpulo del marxista F. Antal y reconoce el est¨ªmulo recibido por Guy Burgess ?con constantes consejos y discusiones sobre puntos b¨¢sicos debatidos?. F. Antal dedicar¨¢ amplios elogios a. esta obrajuvenil de Blunt, poni¨¦ndolo como ejemplo de m¨¦todo sociol¨®gico y materialista. Esta es tambi¨¦n la ¨¦poca de sus colaboraciones con el Warburg Institute, para cuya revista escribe sus primeros ensayos sobre Poussin y otros trabajos de iconolog¨ªa, como El sue?o de Felipe II de El Greco: Una alegor¨ªa de la Santa Liga.
Desde luego, por aquellos a?os, no fue el ¨²nico historiador del arte que se dej¨® fascinar por el m¨¦todo de Antal, como lo demuestran los trabajos de F. D. Klingender, M Meiss, M. Whinney, Gombrich Wind, Schapiro y Giedion. En 1945, terminada la guerra, Biunt es nombrado supervisor de la pinacoteca, y, dos a?os m¨¢s tarde, accede al cargo m¨¢s importante para un historiador del arte ingl¨¦s: el de director de Courtauld Institute, que compatibiliza con el de catedr¨¢tico de Arte en la Universidad de Londres. Desde esa fecha de 1947 hasta 1974, a?o de su jubilaci¨®n acad¨¦mica, la vida de Blunt es la de un pl¨¢cido funcionario dedicado a la investigaci¨®n y la docencia. Son casi veinticinco a?os en los que se suceden importantes publicaciones que le dar¨¢n un merecido prestigio internacional, ya que una parte importante de ellas se traducen a varios idiomas. En Espa?a, en concreto, se han editado dos de sus obras m¨¢s cl¨¢sicas: Arte y arquitectura en Francia 1500-1700 y La teor¨ªa de las artes en Italia de 1450 a 1600. Entre todas ellas, adem¨¢s de las citadas, destacarlamos su espl¨¦ndida monograf¨ªa-cat¨¢logo de Pussin, as¨ª como las de Philibert de l'Orme, F. Mansart, William Blake y, recientemente, la dedicada a Borromini, aparecida en el mercado tan s¨®lo unos meses antes del esc¨¢ndalo. Corno se ve, la obra de Blunt se ocupa preferentemente del arte barroco europeo continental, algo que est¨¢ muy en la tradici¨®n historiogr¨¢fica brit¨¢nica del gentelmanls tour: Francia, algo de Centroeuropa y, siempre, Italia, Esta vocaci¨®n cosmopolita la refrendar¨¢ colaborando en ese magno proyecto editorial que fue la Enciclopedia universale dell'arte, para la que redacta varios art¨ªculos sobre el Renacimiento europeo, entre los que se ocupa precisamente de Espa?a.
Ante una producci¨®n intelectual tan extensa e importante, de la que tan s¨®lo hemos podido mencionar lo m¨¢s sorioro, uno se pregunta admirado c¨®mo ha tenido tiempo este hombre,de aspecto t¨ªmido, elegante y quebradizo, para dedicarse al espionaje. Parece la encarnaci¨®n de ese h¨¦risle de ficci¨®n del novelista Trevanian, tambi¨¦n profesor de arte, que, entre conferencia y conferencia, urde una fant¨¢stica red de fabulosasintrigas. El argumento es bueno, aunque, en este caso, m¨¢s parece el error irreparable de juventud que encadena una vida al rri¨ªsterio. Flor eso, ante la avalancha de irritados improperios -homosexual, marxista y esp¨ªa-, est¨²pidos por su insignificancia, nos guste m¨¢s como clave del enigma esa frase de Conrad con la que Greene encabeza su libro: ?S¨®lo s¨¦ que quien se encadena est¨¢ perdido. El germen de la corrupci¨®n ha entrado en su alma.? Lo que ocurre es que la corrupci¨®n tiene que ver mucho con la vida, con el idealismo a contrapelo, con la amistad, con el amor... ?Pobre Blunt, honorable colegial, asolas con su secreto!
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