Prestigio
La escritura narrativa de Miguel Delibes tiene una gran plasticidad: con la palabra ?se ve?, se perciben las presencias humanas, los ambientes.En un escenario, Cinco horas con Mario -su novela de 1966- tiene esa misma virtud; gracias a ella, el largo mon¨®logo -resumen del libro- puede emparentarse con el teatro din¨¢mico, de acci¨®n externa. El ambiente de la provincia, la opresi¨®n de la posguerra, el retrato del hombre honesto y completo que acaba de morir, el de la humana y terrible compa?era de su vida, llegan claramente al espectador-oyente. Con toda su iron¨ªa, su crueldad atenuada, con todo el juego de la sordidez y la grandeza simult¨¢neas.
Un desaf¨ªo
Llega, tambi¨¦n, gracias a Lola Herrera. Ella y la direcci¨®n interesant¨ªsima de Josefina Molina han compuesto el mon¨®logo sin teatralidad, como un desaf¨ªo. Los movimientos en escena son escasos y naturales: est¨¢n tocados de peque?os detalles que aproximan la figura inventada por el escritor -quitarse los zapatos, mover unas sillas, buscar unas gafas-; el tono de voz se mueve dentro de un tono medio, sin altos ni bajos.
Cinco horas con Mario,
por Miguel Delibes. Int¨¦rpretes: Lola Herrera y Jorge de Juan.Escenograf¨ªa: Rafael Palmero. M¨²sica: Luis Eduardo Aute. Direcci¨®n: Josefina Molina.
Esta austeridad apenas se rompe con un fondo sonoro -voces de velatorio- al principio, con la aparici¨®n de una segunda figura -el hijo, bien interpretado por Jorge de Juan-, al final. Y el realismo, el naturalismo de la interpretaci¨®n y la direcci¨®n se matiza por la irrealidad de los juegos de luces y por el dise?o del escenario: una c¨¢mara. morada en perspectiva.
Lola Herrera consigue el peque?o milagro, con su voz y su presencia, de que un texto dicho, bien dicho, pueda ser teatro. Una forma determinada de teatro, que no puede ser frecuente, ni siquiera una v¨ªa o un modelo. Es un hecho puramente excepcional, que sirve para subrayar la importancia absoluta del texto y del actor frente a los excesos de la espectacularidad, y la calidad de una direcci¨®n tenue, minuciosa, humilde, frente a protagonismo de los directores en nuestro tiempo.
Todo se sostiene principalmente en el prestigio: el de Miguel Delibes; en el de una interpretaci¨®n ejemplar, de Lola Herrera, y en el de Josefina Molina en la televisi¨®n.
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