Autoridad de conciencia
Si la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica espa?ola posee la autoridad -en cantidad y calidad - que dice ejercitar, deber¨ªa abstenerse de ?advertir? al poder civil, de amenazarle, para, a trav¨¦s de ello, buscar, como siempre en su historia, el apoyo del brazo secular. Si se opone al divorcio, por razones confusas, insuficientemente explicadas y, para un espectador objetivo, probablemente turbias, mant¨¦ngase dentro de los l¨ªmites de su poder espiritual.No se oponga a que la ley civil instaure el divorcio, con amenazas y presiones que caen muy por fuera de sus competencias -incluso en funci¨®n de la legalidad que te¨®ricamente defiende- y ejerza s¨®lo a posteriori toda su autoridad de conciencia para que sus fieles y seguidores no hagan uso de esa ley y ese derecho. Puede incluso utilizar la excomuni¨®n para aquellos que usen de tal derecho al divorcio, que desde el punto de vista civil es impecable, y si llegara a advertir que sus seguidores no le siguen o sus fieles no lo son tanto, reconozca su papel y luche en su propio terreno por esa autoridad moral que ella misma parece considerar perdida al recabar el apoyo de la otra autoridad. No la asuste comprobar por esa v¨ªa el alcance real de su poder. Considere a qu¨¦ poder se dirige con sus advertencias y veladas amenazas y, sobre todo, con qu¨¦ autoridad pretendidamente infalible act¨²a.
?Con la que llev¨® a tantos espa?olesa la hoguera o a la muerte en las plazas p¨²blicas de las ciudades con la ayuda del poder civil en la Inquisici¨®n, con un afinado desprecio hacia la vida -que ahora dice defender con pasi¨®n en lo m¨¢s ¨ªntimo de la biolog¨ªa procreativa, y hacia la libertad de pensamiento, en cuyo nombre proclama ahora su derecho a su facultad educativa clasista y a participar desestabilizadoramente en los presupuestos estatales?
?O con la que apoy¨® la guerra fratricida, brazo en alto, llamando a la muerte -una vez m¨¢s- cruzada?
?Por qu¨¦ escuchamos la voz y los lamentos de la Iglesia s¨®lo en aquellas cuestiones que ata?en al mantenimiento de una sociedad injusta y s¨®lo en aquellas sociedades donde en contra de su misma esencia comparte el poder y los presupuestos?
?Por qu¨¦, en suma, no hace p¨²blicos la jerarqu¨ªa espa?ola los debates de la Conferencia Episcopal, para que se sepan tanibi¨¦n las razones que en su propio seno se oponen a sus infalibles e inefables posiciones?
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