La reca¨ªda de Arthur Ashe, una paradoja del tenis
Arthur Ashe, tenista norteamericano de gran reputaci¨®n en el mundo del deporte que practica, ha vuelto a ser internado en un hospital a causa de una dolencia cardiaca que ya tuvo hace cuatro a?os. Es una de las paradojas del tenis, ejercicio deportivo considerado como ant¨ªdoto eficaz para este tipo de enfermedades cardiovasculares y, en general, para conservar una notable fortaleza f¨ªsica.
Por esta raz¨®n quiz¨¢, las noticias sobre las sucesivas reca¨ªdas cardiacas de Arthur Ashe interesan tanto a la opini¨®n p¨²blica, cada d¨ªa m¨¢s al tanto de lo que ocurre !in el universo del tenis, deporte que una vez fue considerado de minor¨ªas y que ahora aparece como progresivamente popular.La paradoja que ofrece el caso de Arthur Ashe proviene de la propia constituci¨®n f¨ªsica de este deportista negro, que siempre hizo deporte y sufre ahora de una crisis que, en principio, parec¨ªa estar lejos del espectro de previsibles enfermedades destinadas a ¨¦l.
Sin embargo, no conviene perder de vista que, junto con las caracter¨ªsticas esenciales del tenis como ejercicio f¨ªsico, se dan elementos que convierten a ¨¦ste en un deporte dif¨ªcil, que requiere mucha concentraci¨®n, aunque esta concentraci¨®n no se halle agravada por grandes tensiones.
El tenis es, por excelencia, un deporte que se desarrolla en un clima cordial, e incluso exquisito, en cuanto a correcci¨®n se refiere. Rara vez se producen problemas con el rival, porque el deporte de la raqueta tiene como condici¨®n sine qua non para existir la norma del fair play. No hay que olvidar que incluso cuando el juez de silla da una bola por mala, el propio jugador beneficiado renuncia a sus ganancias, porque ha visto -?con mis propios ojos?- que la bola fue buena. El juez, en esos casos, accede a esa petici¨®n y el juego sigue. Un caso singular en este clima de fairplay lo protagoniza el rumano Ilie Nastase, que suele evidenciar sus desacuerdos con las decisiones arbitrales con gestos a veces destemplados.
Ese jugador, tan exquisito en la pista de tenis, es el mismo que quiz¨¢ grite y arremeta contra todo en un campo de f¨²tbol, pero el tenis transforma al individuo, y de eso hay pruebas constatadas. Entra dentro de su idiosincrasia. Es, sin duda, algo relajante.
Tambi¨¦n el espectador sufre una clara transformaci¨®n, sin duda contagiado por el ambiente. ?Silencio. Se ruega silencio, por favor.? ?Se ruega permanezcan en silencio hasta que no haya terminado el tanto.? El tenis es un continuo por favor y gracias. Es un constante reprochar al que habla o se mueve mientras se juega en la pista. Es algo que no tiene nada que ver con el mundo que se vive cada d¨ªa, con lo que est¨¢ pasando fuera de ese c¨ªrculo.
Es ese ambiente que siempre se ha ponderado del tenis el que convierte en noticia de primera p¨¢gina un hecho que hoy parece cotidiano: que un adulto, de cualquier edad, sufra un infarto de miocardio o parezca propenso a padecerlo. En 1975, Arthur Ashe empa?¨® la alegr¨ªa de su triunfo en Wimbledon con unos fuertes y significativos dolores en el pecho. La satisfacci¨®n de volver a las pistas, cuatro a?os m¨¢s tarde, ha recibido igual duro golpe.
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