El viejo juguete

El ?juguete c¨®mico? era un g¨¦nero que se defin¨ªa con su propia humildad: algo para un regreso a la infancia del espectador, algo para divertirse, re¨ªr de una manera traum¨¢tica, nerviosa, como a quien le hacen cosquillas. Hay algunas peque?as obras maestras en ese g¨¦nero menor. Rematadamente locos no lo es; pero mantiene la f¨®rmula, la construcci¨®n y sirve -como antes- para que los actores se desborden.En esta ¨¦poca de impostores del gran teatro, gusta ver a los c¨®micos entregados a su trabajo con entusiasmo, gesticulando sin l¨ªmites, gritando a todo gritar, exagerando sus miedos, sus asombros, lo ins¨®lito de sus situaciones y entrando en contacto con su p¨²blico: un p¨²blico m¨¢s que sencillo, m¨¢s que llano, decididamente proclive, que entraba ya en la sala con la boca curvada para la risa.

Todo, con los personajes de antes: el hombre que est¨¢ en una situaci¨®n que no comprende, la sorda que altera el significado de lo que se dice, y la burla de lo tr¨¢gico: el m¨¦dico que no distingue un vivo de un muerto, el agente funerario convertido en caricatura. Un gran salto atr¨¢s. Pero no s¨®lo del autor y de los c¨®micos: un salto atr¨¢s de los espectadores.