Esperando a la OPEP
La situaci¨®n econ¨®mica internacional ha estado dominada desde 1974 por los shocks producidos por los precios del petr¨®leo y la energ¨ªa. Sabemos hoy c¨®mo las distintas econom¨ªas nacionales han reaccionado ante el encarecimiento de los crudos petrol¨ªferos y conocemos sus efectos. Cinco han sido los frentes en los cuales se han acusado con especial intensidad y da?o las consecuencias de la crisis petrol¨ªfera:-El ritmo del crecimiento interno de todos los pa¨ªses industriales ha deca¨ªdo al perder la fuerza de una parte del gasto nacional que tiene que transferirse a los pa¨ªses productores, generando en ellos, y no como antes en el mercado interno, sus efectos multiplicadores de producci¨®n, renta y empleo. Las tasas tristes del desarrollo de la segunda mitad de los setenta y el aumento en las cifras de paro son consecuencia de la crisis.
-La inflaci¨®n ha apresurado su marcha, firmemente sostenida por una estructura de costes en aumento, de los que formaban parte importante -por sus efectos directos e inducidos- los nuevos precios de la energ¨ªa.
-Las balanzas de pagos se han conmocionado a consecuencia de las considerables transferencias que entre pa¨ªses productores y consumidores de petr¨®leo introducen cada una de las alteraciones en los precios de ¨¦ste.
A esos tres efectos visibles, que testimonian el estado de la coyuntura de los diversos pa¨ªses, se han a?adido otras dos consecuencias m¨¢s ocultas, pero quiz¨¢ m¨¢s importantes.
-El alza de los precios de los crudos y de la energ¨ªa ha sacudido la estructura de precios relativos y las relaciones de intercambio, produciendo unas transferencias de renta y de riqueza sin precedentes hist¨®ricos. Los pa¨ªses industriales han perdido riqueza y renta real, que antes apoyaban su demanda y su gasto, derrumbando as¨ª mercados sostenidos hasta entonces por el potente crecimiento de su producci¨®n y sus ingresos. De otra parte, el alza de los precios petrol¨ªferos se ha relacionado con un conjunto de factores internos que act¨²an de manera diversa en las distintas sociedades, precipitando cambios de los costes relativos en m¨²ltiples producciones. Estas conmociones de precios y costes relativos, unidas a las variaciones de la demanda mundial por el desplazamiento de las rentas, han alterado radicalmente las ventajas comparativas de los distintos pa¨ªses en el comercio internacional, produciendo p¨¦rdidas irreparables en sectores productivos incapaces de competir con las nuevas, circunstancias. Jay Forrester ha visto en esta conmoci¨®n de costes y precios relativos y en el envejecimiento prematuro del equipo capital que esos nuevos datos introducen, el efecto m¨¢s destacado de la crisis econ¨®mica actual. Un efecto que, como Forrester afirma, quiz¨¢ se hubiese producido, en todo caso, porque se hab¨ªa llegado a una sobreinversi¨®n empujada por el largo auge mundial econ¨®mico de 1951 a 1972, materializado en crecimientos ingentes de los bienes de consumo. Este r¨¢pido envejecimiento del equipo capital, agudizado, si no ocasionado, por la crisis energ¨¦tica, obliga a un reajuste doloroso en t¨¦rminos econ¨®micos, sociales y pol¨ªticos.
-La perplejidad sobre el futuro de la sociedad industrial, dado que no es f¨¢cil ver por d¨®nde caminar¨¢ la estructura de la industria y c¨®mo puede definirse una nueva etapa de crecimiento de la producci¨®n que sostenga los beneficios de la empresa y satisfaga las necesidades de la poblaci¨®n.
Son muchos y no uno solo los factores que han dado especial resonancia a la elevaci¨®n de los precios de los crudos, produciendo esa cadena de graves efectos econ¨®micos. Pero es indiscutible que el alza de los precios de los crudos ha activado todos los mecanismos que en una sociedad son capaces de causar recesi¨®n y paro, elevar los precios internos, desequilibrar las balanzas de pagos, agudizar el envejecimiento de la estructura industrial, oscurecer el horizonte M progreso. Quiz¨¢ pueda afirmarse que esas cinco consecuencias de la crisis se hubiesen producido en cualquier caso, con o sin la conmoci¨®n de los precios del petr¨®leo, pero es indiscutible que la intensidad de esas elevaciones de los precios petrol¨ªferos ha hecho a la crisis actual tal y como cualitativamente se nos presenta. Marx nos dijo a los economistas, en una ocasi¨®n, que cuando un hecho econ¨®mico intensifica sus dimensiones, se convierte no s¨®lo en un acontecimiento cuantitativamente distinto, sino en un fen¨®meno cualitativamente diferente. Y esa intensificaci¨®n de los efectos producidos por los m¨²ltiples factores que est¨¢n detr¨¢s de la. crisis actual la han provocado los precios de la energ¨ªa.
La magnitud de la crisis econ¨®mica
Se comprende, en consecuencia, que teniendo los precios petrol¨ªferos y de la energ¨ªa esa resonancia m¨²ltiple se sigan con especial atenci¨®n sus modificaciones. Modificaciones que han restablecido de nuevo el car¨¢cter recurrente de las crisis econ¨®micas. El mundo hab¨ªa olvidado durante la creciente ola de prosperidad de 1951 a 1972 las etapas de ca¨ªda de la producci¨®n, la renta y el empleo que hab¨ªan caracterizado al desarrollo de las econom¨ªas capitalistas en el pasado. Las crisis de la energ¨ªa han vuelto a imponer esta servidumbre de alternancia de prosperidad y depresi¨®n.
Esas crisis recurrentes iniciadas con la variaci¨®n del precio de la energ¨ªa equivalen, como se ha indicado, a producir un shock en la actividad de cada pa¨ªs. Y los efectos de ese shock depender¨¢n -obviamente- de la situaci¨®n en la que la econom¨ªa nacional se encuentre. de la magnitud del shock que reciba (alza del precio de los crudos) y de la forma en que su estructura econ¨®mica, social y pol¨ªtica traduzca los efectos de esta conmoci¨®n externa. De ah¨ª que, para calibrar la situaci¨®n presente de la econom¨ªa internacional, parezca necesario conocer en qu¨¦ situaci¨®n se hallan las principales econom¨ªas industriales que marcan la t¨®nica del desarrollo mundial antes del shock petrol¨ªfero de Caracas. Es s¨®lo a partir del conocimiento de esta circunstancia econ¨®mica como podr¨¢ valorarse la trascendencia de esa espera de la econom¨ªa mundial de los acuerdos de la OPEP y llegar a algunas conclusiones sobre los efectos previsibles que, en el mundo que nos espera en 1980, ocasionar¨¢ el nuevo precio del petr¨®leo que definir¨¢ la reuni¨®n de la OPEP en Caracas.
?En qu¨¦ situaci¨®n econ¨®mica sorprende esa reuni¨®n de la OPEP a la econom¨ªa mundial? Una respuesta r¨¢pida a esta fundamental pregunta obligar¨ªa a distinguir tres lugares distintos para registrar novedades: la marcha del desarrollo econ¨®mico, la tasa de inflaci¨®n existente y la posici¨®n en que se encuentran las distintas balanzas de pagos.
Actividad econ¨®mica en declive
La t¨®nica com¨²n de las distintas econom¨ªas nacionales en el momento actual es la de un desfallecimiento de su actividad productiva. El tel¨®n de 1979 cae sobre las econom¨ªas occidentales en un momento en el cual todas ellas desaceleran sus tasas de expansi¨®n. Esta ca¨ªda es m¨¢s o menos lenta, seg¨²n ¨¢reas o pa¨ªses, pero es ca¨ªda para todos. Cierto es que ese desfallecimiento de la actividad productiva se mantiene a¨²n en valores positivos para la mayor parte de los pa¨ªses. La excepci¨®n, en los momentos presentes, quiz¨¢ la constituya la econom¨ªa estadounidense, a la que todos los pron¨®sticos, hasta ahora dudosamente cumplidos, coinciden en contemplar situada en tasas de crecimiento negativas, pron¨®sticos que los datos del trimestre actual habr¨¢n de ratificar o rectificar.
As¨ª, pues, no puede dudarse del cariz de los acontecimientos que dominan la escena productiva internacional. La espera de la OPEP se hace en un ambiente de pesimismo generalizado, quiz¨¢ incluso superior al que autorizan las grises tasas de desarrollo en las que vivimos.
Cuando los pron¨®sticos le extienden hacia el futuro, la lejan¨ªa parece hacerlos m¨¢s optimistas y se ofrece una coincidencia generalizada en una recuperaci¨®n de la actividad productiva en la segunda mitad del pr¨®ximo a?o. Pron¨®sticos distantes y, por lo mismo, pron¨®sticos inciertos, porque su realizaci¨®n depender¨¢ de la situaci¨®n energ¨¦tica y otros factores -dif¨ªciles de prever desde las actuales circunstancias-, entre los que, sin duda, el preponderante es la posici¨®n a que, haya llegado la econom¨ªa de Estados Unidos en un a?o electoral, acontecimiento que anima a los pronosticadores a predecir una recuperaci¨®n.
Sin embargo, debe afirmarse que esa recuperaci¨®n de la actividad productiva del segundo semestre de 1980 es la que permite concluir en tasas de crecimientos positivas para los pa¨ªses de la Comunidad Atl¨¢ntica agrupados en la OCDE.
Volviendo a la desaceleraci¨®n de la actividad productiva con la que discurren los d¨ªas finales de 1979, resulta f¨¢cil identificar sus causas. El consumo privado, que tradicionalmente ha venido siendo, tras la crisis energ¨¦tica, el principal y casi ¨²nico soporte de la demanda final, empieza a dar s¨ªntomas de agotamiento. La inversi¨®n se ha estancado en cotas que apenas compensan el ritmo de inflaci¨®n, y otro tanto le ocurre al consumo p¨²blico. La formaci¨®n de stocks ha empezado a contribuir positivamente al cambio en el PNB por primera vez en muchos meses. El sector exterior contin¨²a marcado por sus efectos contractivos en cuanto a su responsabilidad por el crecimiento del PNB.
En correspondencia con lo anterior, la producci¨®n industrial del mundo occidental ha ido desaceler¨¢ndose desde la primavera pasada, habi¨¦ndose registrado una importante ca¨ªda en la cartera de nuevos pedidos y una mayor debilidad en los mercados exteriores de productos industriales.
Por desgracia, son muy pocos los que conf¨ªan en que este desfallecimiento productivo no se vea intensificado en el futuro inmediato con la mala situaci¨®n energ¨¦tica. La situaci¨®n energ¨¦tica internacional, que ven¨ªa cargada de problemas desde la crisis de 1973, se ha agravado considerablemente a lo largo del a?o. La tensi¨®n en el mercado de crudos se ha resentido especialmente por los acontecimientos de Ir¨¢n, habi¨¦ndose manifestado con especial virulencia en dos frentes: por el lado de los precios oficiales, ¨¦stos han aumentado en un 60% en lo que va de a?o; por el lado de las cantidades, se ha dado una ligera pero tensa insuficiencia de la oferta respecto de la demanda (incluyen- do la reconstituci¨®n de los stocks). que ha llevado a disparar los precios especulativos de los mercados spot hasta niveles que, aunque pudieran tacharse de anecd¨®ticos por la irrelevancia de las cantidades traficadas, resultan gravemente distorsionadores por el efecto imagen que tienen sobre los precios de los crudos contratados a plazo.
La forma en que ha repercutido esta situaci¨®n de tensi¨®n del abastecimiento petrol¨ªfero de los pa¨ªses industrializados sobre el crecimiento de las respectivas econom¨ªas no aparece tan evidente como pudiera esperarse. Analizando la evoluci¨®n del PNB de estos pa¨ªses por intervalos trimestrales, no se aprecia claramente la contracci¨®n esperada inmediata a la crisis de Ir¨¢n. Esto podr¨ªa llevar a la conclusi¨®n de que la crisis energ¨¦tica del a?o 1979 no ha incidido en Europa ni en Jap¨®n con la dureza de otras ocasiones, o bien -lo que ser¨ªa peor- que sus efectos todav¨ªa no se han hecho notar de forma expl¨ªcita. El caso norteamericano se aparta de esta consideraci¨®n, en cuanto que, al menos en el segundo trimestre, se registr¨® una contracci¨®n fuente en su ritmo de actividad, que pas¨® a ser negativo.
Este comportamiento, que adem¨¢s de ser dispar entre unos pa¨ªses y otros, deja entrever cierta falta de coherencia entre los numerosos indicadores disponibles, puede explicarse en parte por la singularidad del momento en cuanto a las pol¨ªticas econ¨®micas que se est¨¢n aplicando. La t¨®nica general de las mismas es de dureza y la muestra m¨¢s ostensible son las pol¨ªticas de reconversi¨®n industrial que con dolor est¨¢n siendo aplicadas y que reflejan la situaci¨®n de transici¨®n actual hacia estructuras m¨¢s acordes con las nuevas coordenadas impuestas por la crisis.
La evoluci¨®n del empleo refleja perfectamente esta situaci¨®n. El paro es creciente, incluso en aquellos pa¨ªses en que su producci¨®n sigue aumentando (con alguna excepci¨®n singular, como Alemania), pero parad¨®jicamente tambi¨¦n han crecido los puestos vacantes. Por otra parte, en t¨¦rminos generales, parece apreciarse una cierta calma laboral y unas pretensiones m¨¢s moderadas que en ejercicios anteriores.
Esta situaci¨®n de desaceleraci¨®n general del crecimiento ha de tener una influencia fundamental sobre lo que puede pasar en la reuni¨®n de Caracas. La recesi¨®n que se avecina, junto con la pol¨ªtica de reconversi¨®n ya iniciada, las medidas tomadas para mejorar la conservaci¨®n de la energ¨ªa, los compromisos para reducir el consumo energ¨¦tico en el ¨¢mbito de la Agencia Internacional de la Energ¨ªa y el encarecimiento de los productos petrol¨ªferos pueden llevar conjuntamente a un juego de las elasticidades a favor de la posici¨®n relativa del mundo occidental, en el sentido de que en los pr¨®ximos meses el consumo energ¨¦tico se retraiga en casi un 5%, con lo que el mercado petrol¨ªfero pudiera llegar a estabilizarse. En este caso, es posible que los pa¨ªses de la OPEP comiencen a desviar su atenci¨®n desde el tema precios al de cantidades, con objeto de seguir presionando para el mantenimiento del ajuste estricto entre oferta y demanda que tanto les beneficia. Un reparto de cuotas de producci¨®n ser¨ªa entonces la conclusi¨®n m¨¢s razonable.
Inflaci¨®n y precios de los crudos
Pese a la desaceleraci¨®n de la actividad econ¨®mica con que termina 1979, resulta claro que el principal problema de la coyuntura internacional -entendido, al menos, como el que m¨¢s preocupa a las diversas autoridades econ¨®micas y, en consecuencia, el que determina la orientaci¨®n de las pol¨ªticas a corto plazo- es la inflaci¨®n. Si bien hoy m¨¢s que nunca la inflaci¨®n ha de entenderse como expresi¨®n donde confluyen el resto de las tensiones y desequilibrios que afectan a la econom¨ªa mundial. sus efectos son tan temidos que la lucha antiinflacionista se est¨¢. convirtiendo en el objetivo prioritario de los Gobiernos. Esta determinaci¨®n se apoya en la creencia -que compartimos plenamente- de que las. tasas elevadas de inflaci¨®n impiden la correcci¨®n de los dem¨¢s problemas b¨¢sicos -estancamiento, paro, retracci¨®n del ahorro y de la inversi¨®n-, al tiempo que sus efectos son profundamente injustos y desestabilizadores de una convivencia pac¨ªfica.
Esta preocupaci¨®n generalizada de la pol¨ªtica econ¨®mica por la inflaci¨®n tiene motivaciones en los hechos, puesto que las tasas de inflaci¨®n en los principales pa¨ªses caminan hoy en porcentajes situados entre el 10% y el 15%, que desbordan a las m¨¢s altas cotas de la inflaci¨®n registradas en los ¨²ltimos a?os.
Este ritmo de la inflaci¨®n supera al que pudiera esperarse de la repercusi¨®n de las subidas realizadas durante el a?o actual en los precios de los crudos. Por otro lado, y adem¨¢s, gran parte de los efectos de los mayores precios del petr¨®leo -dada la demora con la que se traducen sobre el ¨ªndice de precios de consumo- no han hecho todav¨ªa acto de presencia en los ¨ªndices. Tambi¨¦n esos crecimientos de los precios superan al alza de los costes de trabajo. Como la tendencia actual de la inflaci¨®n no viene marcada por desaceleraciones inmediatas, parece obligado analizar brevemente el binomio energ¨ªa/inflaci¨®n.
El problema de la evoluci¨®n de los precios de los crudos durante 1979, aunque grave, tiene una importancia menor que la cuadruplicaci¨®n de precios registrada en 1973-1974. Cierto es que la elevaci¨®n ocurrida en el presente a?o se produce en unas condiciones internacionales m¨¢s adversas que las existentes durante la primera crisis del petr¨®leo. Pero, aun con todo, no puede responsabilizarse al alza del precio del petr¨®leo en este ejercicio del crecimiento experimentado en los precios, y ello por varias razones.
En primer lugar, la elevaci¨®n del 60% se traduce en tan s¨®lo un 13% del encarecimiento real del coste de los productos refinados; otra cosa es que el precio de venta de estos ¨²ltimos haya aumentado mucho m¨¢s, al haber aprovechado la oportunidad Gobiernos, compa?¨ªas, incluso trabajadores, para mejorar sus respectivos ingresos, en algunos casos incluso m¨¢s que proporcionalmente a las alzas iniciales de los crudos. La elevaci¨®n resultante del precio de los productos finales es, en s¨ª misma, un factor muy negativo a tener en cuenta al analizar la coyuntura internacional.
Sin embargo, ese alza se ha producido en gran parte por razones dom¨¦sticas y nacionales de los pa¨ªses deficitarios de petr¨®leo, que reflejan en gran medida el eco y la gran resonancia que los crudos tienen sobre los factores que est¨¢n detr¨¢s de la crisis: b¨¢sicamente sobre esa segunda ronda de toda crisis energ¨¦tica consistente en elevar las peticiones de rentas salariales Y no salariales para prevenir el alza de precios esperada y temida, con las que no se logra otra cosa que aumentar con mayor inflaci¨®n interna la factura interior del petr¨®leo. Tras ese crecimiento han estado tambi¨¦n los mayores d¨¦ficit p¨²blicos producidos por una cr¨®nica insuficiencia de los ingresos tributarios y por un aumento de toda clase de gastos urgidos por las diferentes clases sociales en una etapa de crisis. Finalmente, tampoco ha sido ajeno a esas elevaciones el pr¨¢ctico estancamiento de las inversiones que dificulta los aumentos de productividad, y esta dificultad se registra en los costes y precios. Todos los factores anteriores multiplican las elevaciones ?niciales de precios de los productos petrol¨ªferos, lo que hace que deban ser muy vigiladas para evitar las ¨²ltimas y peores consecuencias de toda crisis en los crudos.
Necesarios ajustes de la crisis
Por decir toda la verdad, tampoco debe olvidarse el hecho de que durante 1978 en muchos pa¨ªses los precios de los productos no energ¨¦ticos crecieron bastante m¨¢s que el precio de la energ¨ªa, poniendo una vez m¨¢s de manifiesto que el n¨²cleo de las tensiones inflacionistas estaba en otra parte. Los reajustes de precios que s¨¦ han realizado en 1979 son, en parte, consecuencia de su variaci¨®n real negativa anterior, y en este sentido puede afirmarse que una parte de su crecimiento s¨®lo significa recuperaci¨®n del terreno perdido anteriormente.
Los datos de base que empujan la inflaci¨®n actual en los distintos pa¨ªses testimonian la existencia de un pesado lastre en los costes de producci¨®n. En primer lugar, existe lo que los expertos de la OCDE han llamado una tasa ?subyacente? de inflaci¨®n, que depende del comportamiento de los costes del trabajo. Con las negociaciones salariales a punto de iniciarse en la mayor¨ªa de los pa¨ªses para el a?o 1980, la elevaci¨®n de alguno de los componentes del ¨ªndice de precios al consumo en lo que resta de a?o puede tener consecuencias dram¨¢ticas, por su repercusi¨®n sobre la tasa de aumento de los salarios. En particular, si en Caracas se aprueba una fuerte elevaci¨®n de los precios de los crudos, y ¨¦sta se repercute sobre los consumidores, va a resultar muy dificil moderar -a la vista de la experiencia disponible- las reivindicaciones monetarias de los sindicatos.
No puede negarse que las econom¨ªas occidentales est¨¢n indiciadas y que cualquier precio de cualquier producto -y mucho m¨¢s si el precio es el vital de la energ¨ªa- se niegan a continuar siendo un precio particular, ya que se refleja en el futuro de costes a trav¨¦s de las mayores demandas de rentas. Si este comportamiento no se corrige por el convencimiento de los distintos grupos sociales de que no puede conducir m¨¢s que a un empobrecimiento mayor del pa¨ªs, la inflaci¨®n en el pr¨®ximo a?o puede poner en el grave compromiso de una depresi¨®n seria a la econom¨ªa mundial y/o a todas las econom¨ªas que no respondan con actitudes razonables, conscientes del empobrecimiento relativo impuesto al pa¨ªs entero por las alteraciones de la relaci¨®n real de intercambio. Un alza de precios internacionales no puede contestarse en el frente interno. Requiere aumentar la productividad y capacidad de competencia de la econom¨ªa para ganar la baza perdida por los precios encarecidos de la energ¨ªa, merced a exportaciones mayores conseguidas por aumentos de productividad y eficiencia. La respuesta que a la crisis energ¨¦tica han dado las econom¨ªas de Alemania y de Jap¨®n constituye una prueba concluyente de que esta es la ¨²nica v¨ªa por la que puede salirse del c¨ªrculo vicioso precios de la energ¨ªa mayores-costes de trabajo mayores-m¨¢s inflaci¨®n.
Como segundo factor preocupante en este eco aparece el comportamiento de los precios de las materias primas no energ¨¦ticas, que est¨¢ directamente influido por lo ocurrido con el precio del petr¨®leo. El ¨ªndice de precios (en DEG) de los minerales y metales, que se encontraba estabilizado desde la primera crisis energ¨¦tica, se ha precipitado al alza a partir de la ¨²ltima mitad de 1978. En cuanto a la evoluci¨®n del precio de los productos alimenticios, que se hab¨ªan disparado espectacularmente desde 1975 hasta la mitad de 1977, y que ven¨ªan cayendo desde entonces, han recuperado su ritmo inflacionista en 1979, tambi¨¦n en paralelo con la elevaci¨®n de los crudos. Tratando de atajar las temidas alzas de precios que se guen de esos factores, las pol¨ªticas econ¨®micas de los diversos pa¨ªses han utilizado el procedimiento directo de aplicar medidas restictivas de car¨¢cter monetario y fiscal. Se espera de este modo reducir als tensiones en los respectivos mercados de bienes y servicios, lo cual podr¨ªa materializarse en cierta moderaci¨®n de los precios. Si bien todav¨ªa es pronto para conocer el resultado efectivo de tales medidas, por el desfase normal en la materializaci¨®n de sus efectos primera respuesta inmediata se conseguido en los mercados fin cieros, con una espectacular sub de los tipos de inter¨¦s. Este efe deliberadamente perseguido, tenido la l¨®gica consecuencia incrementar los costes financie de las empresas, convirti¨¦ndose un factor adicional en el empuje de los costes.
Balanza de pagos y energ¨ªa.
Dado el importante peso que las importaciones de crudos tie dentro de las balanzas comerei de los pa¨ªses industriales (242. millones de d¨®lares estimados 1 1979), ¨¦stas han acusado agu mente el golpe. Con la excep de Alemania y Jap¨®n, la t¨®nica neral de los saldos comerciale estos pa¨ªses son los n¨²meros r desde 1978, e incluso, en mu( casos, desde la primera crisis petr¨®leo.
La evoluci¨®n de las exportaciones totales del grupo de pa¨ªses que integran la OCDE se ha mantenido en un promedio anual muy pr mo al 6% en los tres ¨²ltimos a?os, e igualmente se cree para 1980. Este resultado medio esconde la fuerte diferencia registrada en el comportamiento de dos subgrupos es importante diferenciar: las exportaciones intra-OCDE, que crecido a ritmo m¨¢s alto (8% 1979, para bajar probablemer la mitad en 1980, y las export nes al bloque OPEP, que si y desaceleraron fuertemente en (4,5 %) respecto del crecimient gistrado el a?o anterior (15%), experimeritado una tasa fue mente negativa (- 11,5 %) en
por los sucesos de Ir¨¢n, si bier rece probable que resurjan es tacularmente en 1980 (18,2 %).
Los precios de estas export nes han ido creciendo sensi mente, especialmente en
(10%), ritmo que seguramen mantendr¨¢ en 1980.
Respecto de las importaci los totales han ido creciendo la actualidad, si bien para 19 prev¨¦ una reducci¨®n (f¨ªsica portante, consecuencia de la situaci¨®n econ¨®mica que se a na. Las importaciones de cr tienen una trayectoria distint del total tambi¨¦n en este cas gistr¨¢ndose una contracci¨®r portante (-4%) en 1978, una
peraci¨®n en 1979 (3 %), consec cia del bajo nivel anterior, y nueva contracci¨®n (-74%) pre para 1980.
Los precios de la! importac se han mantenido en tasas m radamente m¨¢s bajas que las ( exportaciones para los prod no energ¨¦ticos, en tanto que, es bien sabido, el precio de lo dos importados se ha dispara 1979.
Como resultado d¨¦ lo anteri balanza corriente del bloque DE se ha deteriorado profu mente en 1979, coloc¨¢ndose
d¨¦ficit de alrededor de 30.00 llones de d¨®lares, frente super¨¢vit de 9.000 millon d¨®lares en el a?o anterior. Li visi¨®n para 1980 es la vuel d¨¦ficit: 30.000 millones e hip¨®tesis m¨ªnima, en el caso d (Pasa a p¨¢
Esperando a la OPEP
(Viene de p¨¢g. 49)
el precio de los crudos no crezca m¨¢s que el de las exportaciones de manufacturas, lo cual no parece muy realista. Es significativo se?alar que a esta situaci¨®n se ha llegado por un deterioro masivo de las balanzas de los pa¨ªses europeos y de Jap¨®n; en el caso de Estados Unidos se presenta la singularidad de que si bien el d¨¦ficit es importante en 1979 (4.000 millones de d¨®lares), supone una mejora de 10.000 millones de d¨®lares respecto del d¨¦ficit registrado en el a?o anterior.
Es fundamental observar que el precio medio de las exportaciones (en d¨®lares) de los pa¨ªses industrializados creci¨® en 1978 un 15 %,y en 1979, un 13,25 %,en tanto que el precio medio de las importaciones de crudos tan s¨®lo aument¨® un 2% en 1978, dispar¨¢ndose hasta un 32,5 % en 1979.
Otro factor importante que debe considerarse en la interacci¨®n entre la situaci¨®n energ¨¦tica y la coyuntura financiera internacional se refiere al tema del reciclaje de los petrod¨®lares. Comparada la situaci¨®n presente con la primera crisis del petr¨®leo, resulta que los excedentes por cuenta corriente del bloque OPEP fueron entonces much¨ªsimo mayores que los registrados actualmente. Frente a 70.000 millones de d¨®lares aparecidos en 1974 y 50.000 millones en 1975, estos pa¨ªses registraron ?solamente? 35.000 millones de super¨¢vit corriente en 1979, y se estima que en 1980 puedan ser 40.000 millones. En consecuencia, aunque las cantidades son apreciables, el impacto negativo que pudiera tener esta ingente masa de d¨®lares no ser¨ªa el mismo en la actual coyuntura que el riesgo que se corri¨® hace un lustro. Pero, sin embargo, lo cierto es que entonces el sistema funcion¨® con bastante satisfacci¨®n, en tanto que la situaci¨®n presente parece mucho m¨¢s problem¨¢tica, debido, por una parte, a la debilidad de los mercados financieros internacionales, que dificulta la absorci¨®n de esos excedentes, y, por otra parte, a la creciente saturaci¨®n de la capacidad de gasto de algunos pa¨ªses exportadores de crudos.
En este sentido, la experiencia de Ir¨¢n es una fatal advertencia para algunas naciones ¨¢rabes. Lo ocurrido en este pa¨ªs ha puesto de manifiesto lo peligroso de la modernizaci¨®n para la estabilidad pol¨ªtica de las dictaduras medievales, al romperse el equilibrio anterior entre subdesarrollo econ¨®mico y pol¨ªtico. Este hecho puede llevar a las autoridades de alguno de estos pa¨ªses a alterar el volumen y sobre todo la direcci¨®n de los flujos anteriores, resultando que su destino final no generar¨¢ renta en los pa¨ªses occidentales (o bien, incluso pueden optar por reducirlos dr¨¢sticamente, para lo cual la medida m¨¢s elemental ser¨ªa disminuir el ritmo de producci¨®n de hidrocarburos). Para las econom¨ªas occidentales la diferencia con lo ocurrido tras la primera crisis ser¨ªa total: en el primer caso, a fin de cuentas, lo ¨²nico que hubo fue una redistribuci¨®n de rentas entre sujetos embarcados en la misma aventura, por lo que el barco sigui¨® adelante; en el segundo caso, el abandono efectivo del barco por algunos podr¨ªa llevar a la paralizaci¨®n de la nave. En cualquier caso, la mera sospecha de que esta situaci¨®n puede llegar a extenderse desde los s¨ªntomas incipientes en Ir¨¢n (que, para empezar, se niega a cobrar en d¨®lares sus exportaciones) hacia una situaci¨®n m¨¢s generalizada est¨¢ empezando a provocar distorsiones en los mercados de dinero internacionales, que terminar¨¢n por traducirse en nuevas trabas al crecimiento real.
El recorrido anterior por las principales variables que definen los puntos b¨¢sicos de la coyuntura econ¨®mica internacional, considerados bajo la ¨®ptica de su interacci¨®n con los problemas derivados de la situaci¨®n petrol¨ªfera, llevan a una conclusi¨®n que no por elemental deja de ser importante: la coyuntura econ¨®mica internacional no est¨¢ jugando a favor de ninguno de los grandes bloques que se hallan implicados en la misma. La falta de colaboraci¨®n es notoria, y la insolidaridad, creciente. Pero la incertidumbre respecto del futuro no lejano, y especialmente la fragilidad de las estructuras de los principales pa¨ªses exportadores de crudos, incorporan posiblemente el factor m¨¢s distorsionante de todos los que concurren en la situaci¨®n presente.
Hacia una situaci¨®n m¨¢s razonable
Recesi¨®n e inflaci¨®n son dos formas traum¨¢ticas mediante las que las econom¨ªas occidentales se defienden de la agresi¨®n energ¨¦tica. Aunque el coste es evidentemente alto, se multiplica al trasladarse sobre las dem¨¢s econom¨ªas, las cuales a su vez se vuelven a ver empujadas hacia nuevas posturas de agresi¨®n. Este c¨ªrculo vicioso est¨¢ estrangulando las posibilidades de recuperaci¨®n de la econom¨ªa mundial y, si todo sigue como hasta ahora, no parece que vaya a encontrarse salida hasta que la coyuntura haya descendido hasta cotas todav¨ªa mucho m¨¢s bajas. Aquellas previsiones que apuntan hacia una recuperaci¨®n del ritmo de actividad en la segunda mitad del a?o pr¨®ximo se basan m¨¢s bien en buenos deseos (como suponer que la situaci¨®n energ¨¦tica no se agravar¨¢) que en bases s¨®lidas.
Las decisiones que tomen en la pr¨®xima semana los pa¨ªses de la OPEP van a incidir sobre una situaci¨®n mundial notablemente deteriorada, y sus consecuencias pueden resultar multiplicadas negativamente, precisamente por su, falta de oportunidad. Hemos visto tambi¨¦n c¨®mo, sin embargo, la capacidad de defensa del mundo occidental es alta y c¨®mo antes o despu¨¦s es capaz de, al menos en parte, repercutir los costes de la crisis sobre el exterior.
Si los pa¨ªses de la OPEPdemuestran que van aprendiendo de las experiencias pasadas, tienen necesariamente que ir cambiando el rumbo de sus pol¨ªticas petrol¨ªferas. Su respon¨¢abilidad sobre la cr¨ªtica coyuntura econ¨®mica internacional parece indiscutible, aunque quiz¨¢ en una proporci¨®n mucho menor de la que, con frecuencia y desde Occidente, se les responsabiliza. Pero lo m¨¢s importante es que esa responsabilidad se vuelve parcialmente en su contra, indicando que la pol¨ªtica seguida hasta ahora de elevaciones bruscas cada cierto tiempo no es la m¨¢s adecuada, ni para ellos ni para el resto del mundo.
En la pr¨®xima reuni¨®n de Caracas podr¨¢ contemplarse si estos pa¨ªses comprenden o no lo que esta situaci¨®n significa. En primer lugar, tienen que demostrar si son conscientes de la importancia de mantener una postura com¨²n, frente a la ruptura de su disciplina interna, que lleve a una guerra de precios de resultados impensables. En segundo lugar, veremos si son capaces de llegar a ciertas formas de indiciaci¨®n del precio de los crudos, que, al tiempo que asegure la estabilidad de sus rentas, sirva para que los paises consumidores puedan planificar adecuadamente sus econom¨ªas. Una manifestaci¨®n incipiente de que se desea seguir este camino razonable podr¨ªa consistir en acordar una elevaci¨®n de los precios inferior al 10% para compensar la inflaci¨®n mundial y la ca¨ªda del d¨®lar. Una subida comprendida entre el 10% y el 20% (hasta treinta d¨®lares el barril) indicar¨ªa una agresividad manifiesta y quiz¨¢ arriesgada, pero que posiblemente todav¨ªa podr¨ªa ser asimilada por Occidente sin grandes traumas. Finalmente, todo lo que sean elevaciones de precios por encima del 20% significar¨ªa una irresponsabilidad casi suicida.
Por las mismas razones anteriores, la situaci¨®n de los precios ?spot? tampoco beneficia a nadie, excepto a las grandes compa?¨ªas multinacionales. Por ello, la tentaci¨®n de vender directamente de esta forma -como est¨¢ empezando a hacer Ir¨¢n- ser¨ªa otra muestra de irresponsabilidad. Lo razonable ser¨ªa conjuntar esfuerzos, entre pa¨ªses exportadores y consumidores, para devolver este mercado al lugar marginal que le corresponde, y desde el que puede prestar sanos servicios.
Por ¨²ltimo, como ya ha sido apuntado anteriormente, la intenci¨®n de estabilizar (en t¨¦rminos reales) el mercado deber¨ªa implicar tambi¨¦n una cierta planificaci¨®n y rep?irto de las cuotas de mercado, con compromisos de mantener las producciones y con contrapartidas de mejor empleo por parte de los pa ¨ªses.im portadores.
Ser¨ªa de desear que las anteriores consideraciones informasen las decisiones d¨¦ la OPEP, que espera con justificada inquietud la econom¨ªa mundial. Porque una continuidad en la confrontaci¨®n entre el bloque de los pa¨ªses petrol¨ªferos y el resto del mundo agravar¨ªa a¨²n m¨¢s esta dif¨ªcil situaci¨®n econ¨®mica con la que vamos a iniciar la d¨¦cada de los ochenta.
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