Atracar sin hacer uso de las armas, o la forma de salir pronto de la c¨¢rcel
Una ganz¨²a y dos ballenas de acero bastan. La puerta del chal¨¦ cede inmediatamente. Sin ning¨²n ruido, como corresponde al metal seminuevo y engrasado de las bisagras y al burlete adhesivo del marco. En las manipulaciones de apertura con flejes y con llaves maestras es aconsejable producirse con suavidad, sin forzar los movimientos, sin prestar atenci¨®n a los ruidos exteriores, abstray¨¦ndose de todo le, que rodea al peque?o mecanisrrio de la cerradura. El compa?ero que aguarda en el coche en marcha tiene la obligaci¨®n suplementaria de se?alar cualquier peligro.En el interior del chal¨¦, el trabajo se reduce a unjuego de astucias: se trata de averiguar cu¨¢l es la opini¨®n del due?o en materia de escondrijos. Hay due?os simplistas, que esconden su dinero y sus joyas en cualquier parte, due?os novelescos, que prefieren la cisterna del retrete, y due?os desconfiados, que se llevan sus valores al dormitorio como si los anillos, los collares y los bi.lletes de banco fueran un segundo modo de intimidad. La ¨²nica estrategia posible para desvalijar racionalmente es la prisa; obcecarse en buscar algo que no aparece es perder un minuto, y al cambio, un minuto puede valer un a?o de c¨¢rcel.
La banda est¨¢ bien entrenada, pertenece a una categor¨ªa de mucliachos que Carlos Hern¨¢ndez, miembro de la Comisi¨®n de Seguridad del Consejo Superior Bancario, llama ?delincuencia de tipo A, o de primera etapa?. En su despacho, defendido sucesivamente por mens¨¢fonos, rejas y c¨¢maras fotogr¨¢ficas, anota los nuevos casos de robo y explica que la ejercitan ?hombres violentos que utilizan armas de fuego y penetran con coacci¨®n en las sucursales bancarias, sin grandes riesgos; suelen formar bandas bien organizadas y tienen edades comprendidas entre los dieciocho y los 35 a?os; gran parte de ellos no son espa?oles, sino europeos o suramericanos. ?Que la polic¨ªa acaba de localizar a la banda que ha robado hoy la sucursal y la joyer¨ªa? ?En un chal¨¦??
Una y veinte minutos. La emisora central de la polic¨ªa transmite un mensaje ?a todas las unidades del sector: Hache veinte comunica que el turismo verde estacionado junto al chal¨¦ responde a la descripci¨®n del que han utilizado los atracadores que dispararon contra el joyero: son, probablemente, los mismos que asaltaron la sucursal. Se les supone armados de una recortada y de un rev¨®lver. Extr¨¦mense las precauciones, pueden ser muy peligrosos?. Se extiende un cord¨®n policial de coches ka o camuflados alrededor de la casa. Cuando se detengan habr¨¢ que caer sobre ellos por sorpresa. Manos a las pistolas, liberar el seguro, comprobar la munici¨®n, ocupar puestos aventajados con naturalidad, para no provocarsospechas.
A la una y media, cuatro, cinco seis j¨®venes polic¨ªas se lanzan sobre el turismo verde. Es sencillo reducir al conductor y a su acompa?ante. El tercer hombre consigue empu?ar el rev¨®lver, pero no llega a disparar; los jadeos y las gotas de sangre de una hemorragia nasal son la peque?a cr¨®nica del servicio. ?Hache veinte para ka veintid¨®s; nos trasladamos a la Direcci¨®n con los arrestados.? Poco despu¨¦s el gabinete policial de prensa comienza a elaborar una nota que termina, como tantas otras veces, en la frase hecha. ?Se instruyen las diligencias oportunas.?.
Un librito rojo impreso en papel biblia se abre en el despacho de Gonzalo Rodr¨ªguez Mourullo, catedr¨¢tico de Derecho Penal de la Universidad Aut¨®noma de Madrid. Precisamente es un C¨®digo Penal.
El peso de la ley se mide en gramos
Un juez dicta prisi¨®n preventiva de los tres presuntos culpables. Los expedientes y las diligencias pasan al primer estante de un armario que huele a madera fresca en el gran edificio de la Administraci¨®n de justicia; durante el viaje hacia Carabanchel, el jefe discute en el celular con el que manejaba la recortada. ?T¨² y tu man¨ªa de disparar, cabrito; ahora querr¨ªa yo saber cu¨¢l va a ser el precio del disparo, so bestia. ? Para saberlo, casi habr¨ªa sido suficiente que consultase las notas que est¨¢ escribiendo el catedr¨¢tico Gonzalo Rodr¨ªguez, a la derecha del librito rojo. ? El C¨®digo castiga esta modalidad de robo prescindiendo de la cuant¨ªa de lo sustra¨ªdo y atendiendo a la mayor o menor gravedad de los resultados lesivos para la persona. La forma de robo con violencia o intimidaci¨®n menos grave es la contemplada en el art¨ªculo 501, n¨²mero cinco, del C¨®digo Penal, que aparece configurada como un tipo residual. Se da la circunstancia de que el buen atracador es el que persigue m¨¢s el apoderarse de las cosas que el aplicar la violencia, el que antepone la mera amenaza a la intervenci¨®n f¨ªsica (el disparar se considera un defecto t¨¦cnico y las personas con tendencia a disparar son eliminadas de las bandas bien organizadas). De ah¨ª que, por regla general, los m¨¢s importantes y mejor organizados atracos no llevan consigo resultados lesivos para la vida o integridad f¨ªsica de las personas, lo que obliga a los tribunales a operar con la forma menos grave del robo con violencia o intimidaci¨®n, para la que est¨¢ prevista presidio menor (de seis meses y un d¨ªa a seis a?os). Es cierto que dicha pena habr¨¢ de imponerse en un grado m¨¢ximo (de cuatro a?os, dos meses y un d¨ªa a seis a?os) en virtud del uso de armas; pero, en todo caso, la penalidad no est¨¢ en consonancia con la gravedad del hecho. La inadecuaci¨®n sube de punto si se piensa que, por encima de las 600.000 pesetas, el atraco a mano armada sin resultado lesivo o, incluso, con el resultado de lesiones menos graves es castigado m¨¢s benignamente que el hurto.?
En la prisi¨®n, el funcionario se hace cargo de los efectos en dep¨®sito. El que parec¨ªa jefe entrega su reloj a las diez y cuarto, se dice en voz baja que su vida est¨¢ ligada a las cajas fuertes y a los cuartos de hora y mira hacia la galer¨ªa.
El m¨¦dico de guardia, en la secci¨®n de urgencias de la Ciudad Sanitaria La Paz, rehace el pron¨®stico del herido de arma de fuego, ?dos impactos de postas, seg¨²n creo?, y caligraf¨ªa ?menos grave?. La cerillera dice: ?Una ma?ana de perros?.
El catedr¨¢tico abre un ep¨ªgrafe de sugerencias. ?Frente a los bienes concretamente atacados, el Derecho Penal llega tarde. Cuando entra en aplicaci¨®n, el ataque por regla general se ha consumado. No obstante, ni siquiera entonces su funci¨®n es meramente represiva. El castigo del delincuente despliega una importante funci¨®n de prevenci¨®n general sobre el resto de los ciudadanos. A este respecto, debe tenerse en cuenta que el mayor freno de los delitos no est¨¢ tanto en la gravedad de las penas con que se amenaza como en su infalible aplicaci¨®n. La certeza de un castigo surte siempre m¨¢s efecto que el temor de otro m¨¢s grave unido a la esperanza de la impunidad o de su incumplimiento. Esto quiere decir que si de verdad el Estado quiere potenciar los efectos preventivos del sistema penal frente a la oleada de atracos, no ser¨¢ suficiente con que reforme la ley penal. Es absolutamente indispensable que adem¨¢s se mejore la persecuci¨®n policial y se agilice la administraci¨®n de la justicia penal.?
Unos d¨ªas despu¨¦s, el-que-parec¨ªa-ser-el-jefe ha recibido una noticia que estaba esperando: ?Libertad provisional.? El funcionario de porter¨ªa ?le devuelve sus efectos? y le pasa a la firma un tal¨®n de conformidad. El ex recluso recoge su reloj el¨¦ctrico.
Son las diez y cuarto.
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