Alc¨¢ntara, un pueblo a la sombra de la presa m¨¢s grande de Europa occidental
Son catorce hombres. De rostro arrugado y espaldas encorvadas hacia la tierra. En el pueblo Alc¨¢ntara, algunos vecinos pueden recordar de memoria sus nombres y apellidos. Son los catorce hombres del campo que no tienen un metro cuadrado de tierra donde clavar su azada. Para su desgracia viv¨ªan en una esquina de C¨¢ceres, cerca de la frontera con Portugal, una parcela dedicada a la ganader¨ªa y cruzada por la trashumancia lanar, aquella que desde hace siglos desplaza a las monta?as de Le¨®n y Burgos los reba?os entre los meses de junio y diciembre.Corren tiempos en los que resulta absurdo ejercer el oficio de ?mochilero?. El comercio ilegal y perseguido de transporte de caf¨¦ con Portugal est¨¢ acabado. El riesgo de una detenci¨®n no compensa los cuarenta duros de ganancia. En otra ¨¦poca -?aqu¨ª, en Alc¨¢ntara, no hubo nunca estraperlo de caf¨¦ ... ; en los pueblos de al lado, s¨ª..., aqu¨ª.... bueno, alg¨²n mocailero espor¨¢dico es posible?, asegura el alcalde de la localidad- la actividad fue un ?seguro de vida?. Hoy es un recuerdo ?glorioso? para algunos.
Estos hombres, catorce obreros agr¨ªcolas son el paro testimonial de un pueblo que se ha inflado y vaciado a golpes de una guerra civil, emigraci¨®n y construcciones industriales ¨²ltimo grito de la t¨¦cnica moderna. All¨¢ por el a?o 1925 Alc¨¢ntara contaba con un censo de 3.800 vecinos dedicados a la agricultura a una parca ganader¨ªa fija y a una din¨¢mica ganader¨ªa trashumante. Reci¨¦n acabada la guerra civil, el n¨²mero se hinch¨® hasta 4.600. Los siguientes a?os, plet¨®ricos de reconstrucci¨®n, hicieron de Alc¨¢ntara un centro atractivo de contrataci¨®n de mano de obra. Comenz¨® la emigraci¨®n. Pa¨ªs Vasco, Catalu?a y Madrid acogieron cientos de cacere?os originarios de aquel pueblo. Un pueblo que se vaci¨® a golpes de mes. En 1959, el censo de Alc¨¢ntara ten¨ªa 3.500 vecinos.
Una historia de ?Far West?
Llega el a?o 1960. Espa?a entra en la carrera industrial y una compa?¨ªa el¨¦ctrica, Hidroel¨¦ctrica Espa?ola, decide aprovechar la confluencia de los r¨ªos Tajo y Alag¨®n para levantar una presa, la m¨¢s grande de la Europa occidental. Comienzan las obras y Alc¨¢ntara contempla los a?os m¨¢s pr¨®speros de su historia.
?Aquello?, recuerda un antiguo trabajador de la presa, ?parec¨ªa una ciudad del Oeste. Hab¨ªa gente de todas las nacionalidades. Italianos, sobre todo. El dinero corr¨ªa a chorros. Y por las tardes.... iuy!, por las tardes se armaban unas peleas tremendas..., encima de una mesa se jugaban sueldos de una semana..., hab¨ªa mucho dinero. El trabajo era duro, pero se ganaba.?
Los diez a?os de trabajo de la presa, que se dio en llamar Jos¨¦ Mar¨ªa de Oriol, elevan el censo del pueblo a un total de 5.500 vecinos. Es un trabajo que emplea muchas manos.
Las obras de la ?presa de Alc¨¢ntara? finalizan al comienzo de la actual d¨¦cada. Y Alc¨¢ntara vuelve a decir adi¨®s a cientos de trabajadores. Hidroel¨¦ctrica Espa?ola s¨®lo necesita medio centenar de obreros para mantener en marcha su instalaci¨®n. En 1973, Alc¨¢ntara cuenta con 2.800 vecinos. Hoy, aquella localidad acoge a 2.100 personas.
En las calles de Alc¨¢ntara se alinean cientos de casas deshabitadas. Algunas de ellas ya no tienen ni siquiera los ilustres escudos her¨¢ldicos que un d¨ªa honraron a sus moradores. En Alc¨¢ntara hay 1.349 viviendas urbanas y 175 casas de campo. Ocupadas est¨¢n 839. El resto, 335, mantienen el silencio interior en sus muros y tejados.
Los cuatro contratistas de obras que residen en aquel pueblo cacere?o apenas si tienen trabajo para subsistir. Detr¨¢s de ellos, a remolque perpetuo, marcha la treintena de obreros de la construcci¨®n e industriales que en Alc¨¢ntara sufren el paro. Son treinta trabajadores que suenan con una faena eventual en la presa Jos¨¦ Mar¨ªa de Oriol.
Durante el Imperio de Trajano se construy¨® en Alc¨¢ntara el puente romano mas largo de Espa?a. La presa Jos¨¦ Mar¨ªa de Oriol est¨¢ situada a medio kil¨®metro de distancia del ilustre puente, aguas arriba del r¨ªo Tajo. En el pueblo se relata que el constructor de la presa coment¨® un d¨ªa: ?Apuesto a que dura m¨¢s el puente que la presa.?
A los vecinos de Alc¨¢ntara poco les importa. La Corporaci¨®n local no hace comentarios. Hidroel¨¦ctrica Espa?ola engrosa las arcas municipales con diecisiete millones de pesetas al a?o. ?En ayudas sociales son generosos con nosotros.? La presa -y todos en aquella localidad tienen conciencia de ello- es la soluci¨®n. Cuando al alcalde, Juli¨¢n Mestre, centrista, se le pregunta si ?vive Alc¨¢ntara a la sombra de la presa?, responde con un lac¨®nico y sincero: ?s¨ª?.
El alcalde, entonces, recuerda que est¨¢ en marcha una f¨¢brica de pl¨¢sticos -Pl¨¢sticos Extreme?os- que se dedicar¨¢ a la fabricaci¨®n de bolsas. Pero s¨®lo dar¨¢ trabajo, en principio, a veintid¨®s obreros. Y a los 44 parados de la actualidad hay que a?adir curso a curso los j¨®venes que acaban el COU, los que finalizan su formaci¨®n profesional en electricidad, moda, corte y confecci¨®n y los que acaban su formaci¨®n profesional agraria y tienen que emigrar.
La Corporaci¨®n municipal -que integran cuatro socialistas, tres centristas, tres independientes y un comunista- entiende que se debe fomentar el turismo hacia Alc¨¢ntara. Para ello se piensa solicitar el permiso de instalaci¨®n de un camping de segunda categor¨ªa. Adem¨¢s, est¨¢ prevista la solicitud de un centro m¨¦dico comarcal. ?Pero esto no lo ponga porque esta petici¨®n se la vamos a hacer a un ministro que es casi de aqu¨ª.?
En la ?plaza de los bares? se reunen al caer la tarde los trabajadores por cuenta ajena, los administrativos de Alc¨¢ntara -escasos-, industriales, comerciantes y un portero alguacil que superpone su voz a la del alcalde y toma asiento en la mesa de la primera autoridad municipal para ratificar y puntualizar lo que all¨ª se dice y discute. Es este personaje de Alc¨¢ntara -traje azul, galones dorados y pelo cano- quien informa que en el pueblo hay varias discotecas ?para que vaya a bailar la juventud, la poca juventud que nos queda?.
Alc¨¢ntara resulta apacible, pese a que de los 644 varones en activo las mujeres se dedican a la casa?- 44 sufran un paro continuado. Durante la recolecci¨®n ?se pueden emplear un tiempo?. De vez en vez tambi¨¦n hay trabajo en la presa.
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