Unos estatutos para un partido
La inminencia del congreso de Alianza Popular (AP) que se abre hoy, y la especial importancia que da a este partido el hecho de ser el ¨²nico con representaci¨®n parlamentaria que cubre el espacio de la derecha democr¨¢tica, hacen que la opini¨®n ciudadana est¨¦ atenta a las discusiones y decisiones que se van a celebrar hoy y ma?ana Entre otros, un tema fundamental va a ser objeto de an¨¢lisis por el congreso: se trata del replanteamiento de las estructuras org¨¢nicas del partido en virtud de una ponencia de reforma elaborada por el presidente de Madrid, que altera sustancialmente los t¨¦rminos de los estatutos aprobados por el segundo congreso nacional, a principios de 1978.Los estatutos nacidos del segundo congreso repart¨ªan los papeles del partido confiriendo la soberan¨ªa, en el espacio de tiempo entre congreso y congreso, a una asamblea con fuerte presencia provincial, y atribuyendo las funciones ejecutivas superiores a un comit¨¦ designado por el propio congreso. Los ¨®rganos unipersonales del partido distribu¨ªan sus funciones. Al presidente correspond¨ªa la representaci¨®n del partido y la coordinaci¨®n y direcci¨®n de los ¨®rganos asamblearios, y al secretario general los poderes ejecutivos y la direcci¨®n de la oficina central. Esta divisi¨®n de competencias produc¨ªa una situaci¨®n de equilibrio, puesto que las funciones de control propias de los ¨®rganos asamblearios estaban vinculados a un ¨®rgano independiente y desvinculado de toda competencia de gesti¨®n.
La ponencia que presenta Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Gallard¨®n ha introducido importantes alteraciones en este esquema. El partido pasa a ser una estructura fuertemente centralizada en la persona de un presidente ejecutivo, de quien depende la coordinaci¨®n de los ¨®rganos asamblearios y la direcci¨®n de la oficina central del partido. El presidente se encuentra a la cabeza de todas las funciones ejecutivas, e incluso dirige la labor del secretario general, que pasa a ser un cargo con funciones propias, pero subordinadas. El presidente establece adem¨¢s la prelaci¨®n de rango y las competencias propias de los vicepresidentes del partido.
?Puede Alguien calificar de no democr¨¢ticas unas estructuras de estas caracter¨ªsticas? Nadie con un cierto sentido de la medida arriesgar¨ªa tal conclusi¨®n. Un partido as! organizado cubre con holgura lo que podr¨ªamos llamar el m¨ªnimo democr¨¢tico. Se mantiene en el mismo el principio de soberan¨ªa colectiva, manifestado por el predominio formal de los ¨®rganos colegiados o asamblearios sobre los unipersonales. La cuesti¨®n, pues, no es esta. No se trata de descalificar, sino de considerar si tal modelo de organizaci¨®n es el m¨¢s adecuado, el m¨¢s beneficioso, para un colectivo pol¨ªtico y el de mayor calidad democr¨¢tica. La de si es aconsejable optar por Aina organizaci¨®n que concede a la direcci¨®n central un car¨¢cter predominante y deja ampliojuego a la cooptaci¨®n y la designaci¨®n, o si, por el contrano, el camino adecuado es, frente a la conducci¨®n centralizada, la profundizaci¨®n en las reglas de la democracia interna.
No ignoro el riesgo que se corre cuando se expresan juicios sobre democracia interna, que rara vez son pol¨ªticamente as¨¦pticos. Pero, frente a eventuales acusaciones y frente al pesimismo radical de quienes pretenden que todo partido es por definici¨®n una organizaci¨®n olig¨¢rquica, y que en todo conflicto de partido subyace una contienda entre las ¨¦lites pol¨ªticas por imponerse unas a otras sin consideraci¨®n a las ideolog¨ªas y a las doctrinas, no debemos dejar decaer la esperanza de que las actitudes cr¨ªticas tenga efecto positivo en la batalla por una. mayor democracia.
Es sumamente importante que el congreso de AP acepte una parte de las enmiendas presentadas a los estatutos, o altemativamente mantenga sin cambios fundamentales los estatutos aprobados en el segundo congreso y que han dadofrutos ppsitivos. La derecha parlamentaria no tiene por qu¨¦ conformarse con aceptar un nivel mediocre de democracia interna. Los partidos vierten en e1juego pol¨ªtico general aquello que viven y llevan en su propio seno. Hay formas de organizaci¨®n que corresponden a concepciones carism¨¢ticas; otras, a la idea del partido como colectividad ciudadana. Estas son m¨¢s estables, m¨¢s fecundas y m¨¢s flexibles. Ni la naturaleza ni la funci¨®n de un partido pueden ser asimiladas a la de un ministerio o a la delgabinete t¨¦cnico de un pol¨ªtico.. La labor de un ministerio es de ejecuci¨®n y gobierno; la de un partido, de convocatoria de los ciudadanos, de compatibilidad de las tendencias y de asunci¨®n y puesta en valor pol¨ªtico del pensamiento del pueblo.
Cuando las funciones de los partidos son tan trascendentales que significan la casi ¨²nica posibilidad pr¨¢ctica que tienen los ciudadanos de participar activamente en la vida pol¨ªtica; cuando,el margen de acci¨®n concedida a la mayor¨ªa de las iniciativas no partidistas es pr¨¢cticamente insignificante cuando el Estado democr¨¢tico y el Parlamento democr¨¢tico son a la vez un Estado de partidos y un Parlamento de partidos, vale la pena apostar por la profundizaci¨®n de la democracia, y no limitarse a una f¨®rmula tolerable, pero mediocre, de organizaci¨®n.
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