Me apunto a la esperanza
Hace un a?o, con motivo de la Pascua Militar, escrib¨ªa un art¨ªculo en estas mismas p¨¢ginas presentando un balance esperanzador sobre lo que denominaba una primera etapa de la reforma militar. No quiero faltar este aniversario a la cita, si bien debo manifestar que me veo obligado a matizar el tono de optimismo del a?o pasado, a pesar de las aportaciones muy positivas de estos doce meses, entre las que se pueden destacar:- El nombramiento de un ministro civil de Defensa, por su valor simb¨®lico y por el respeto y cari?o que ha sabido granjearse en el mundo militar.
- La elaboraci¨®n, dentro del Plan Estrat¨¦gico, de un proyecto de Objetivo de Fuerza Conjunto que definir¨¢ la estructura y medios de nuestras Fuerzas Armadas para la d¨¦cada de los ochenta.
- La serie de medidas y disposiciones previas al nuevo sistema de regulaci¨®n de escalas y normativa de ascensos en el Ej¨¦rcito de Tierra.
- El env¨ªo a las Cortes del proyecto de ley org¨¢nica por la que se regulan las bases de la defensa y la organizaci¨®n militar.
- El planteamiento e inicio de diversas medidas para solucionar de la mejor forma posible el problema de las viviendas militares.
- Observar¨¢ el lector que he querido empezar reconociendo la importante labor que se est¨¢ desarrollando y, desde luego, los puntos enunciados colmar¨ªan las aspiraciones del Gobierno y de la instituci¨®n militar en una ¨¦poca normal; pero el caso es que por la voluntad repetidamente expresada por el pueblo espa?ol, mediante el ¨²nico medio fiable, que son las urnas, nos encontramos en una etapa hist¨®rica con un claro car¨¢cter constituyente y un gran sentido reformador de nuestro Estado e instituciones, por lo cual nuestro esfuerzo debe ser extraordinariamente superior.
Para que mi aportaci¨®n sea constructiva, voy a dar las razones por las que no me encuentro satisfecho, empezando por un repaso somero de algunas de las realizaciones que he citado. Por lo que respecta al Objetivo de Fuerza Conjunto, no puedo opinar sobre el fondo de la cuesti¨®n, pues no lo conozco, pero s¨ª en relaci¨®n con su proceso formal. No puedo estar de acuerdo, desde mi creencia en un sistema democr¨¢tico y parlamentario, con que el papel de las Cortes se reduzca a la aprobaci¨®n de los planes de financiaci¨®n y de los presupuestos correspondientes sin que hayan intervenido previamente, al menos en la determinaci¨®n de unos criterios y l¨ªneas de acci¨®n generales. A t¨ªtulo de ejemplo, no entiendo muy bien c¨®mo se pueden definir nuestras Fuerzas Armadas para la d¨¦cada de los ochenta sin que el Parlamento se haya pronunciado antes sobre nuestra incorporaci¨®n o no a la OTAN.
En lo que se refiere al tan anunciado ?rejuvenecimiento? de los cuadros de mando del Ej¨¦rcito, es desconsolador constatar que lo ¨²nico que se ha conseguido hasta ahora por medio de ascensos masivos ha sido una mayor inflaci¨®n en los empleos superiores. Conozco la dificultad del tema y, desde luego, merece todo mi respeto y apoyo moral el trabajo de los jefes y compa?eros que llevan tiempo ofreciendo solucibries para efectuar un rejuvenecimiento y disminuci¨®n de cuadros de mando progresivos y racionales, lo cual no me impide opinar que el Gobierno y los grupos parlamentarios no han tenido la valent¨ªa suficiente p¨¢ra afrontar este tremendo problema de personal, que repercute desfavorablemente en casi todas las ¨¢reas de la organizaci¨®n militar. Una ley de retiros ambiciosa y realista, respetuosa no s¨®lo con los derechos adquiridos, sino tambi¨¦n.con los sentimientos de los afectados, pienso que hubiera sido perfectamente entendida y asumida por muchos de los militares que yo conozco, que anteponen su amor a l¨¢s Fuerzas Armadas a otro tipo de intereses personales. El retraso y timideces en la soluci¨®n de este tema representa uno de los grandes fallos de estos a?os y un pesado lastre para elfuturo.
En relaci¨®n con el proyecto de ley org¨¢nica remitido por el Gobierno a las Cortes, por su inconcreci¨®n y falta de esp¨ªritu reformador representa una tristeforma de cumplir el mandato impuesto por la Constituci¨®n, en vez de responder al ilusionado convencimiento de que como c¨²pula del ordenamiento legislativo en materia de defensa y Fuerzas Armadas podr¨ªa constituir, en uni¨®n del Plan Estrat¨¦gico Conjunto, base y fundamento de la reforma militar.
A estos inconvenientes de la tarea realizada habr¨ªa que a?adir otros aspectos que no han sido suficientemente abordados. Si en mi art¨ªculo de hace un a?o se?alaba como principal laguna en la tarea legislativa el retraso en la ineludible reforma de la justicia militar, qu¨¦ decir a estas alturas, cuando e proyecto de ley de reforma del C¨®digo correspondiente, que, con gran retraso sobre el calendario anunciado, se public¨® en el Diario Oficial de las Cortes el 15 de noviembre de 1978 y que s¨®lo supon¨ªa una reforma inicial, previa a la Constituci¨®n y respondiendo a las exigencias de los que hoy nos pare-, cen prehist¨®ricos pactos de la Moncloa, se encuentra estancado y ha ca¨ªdo sobre ¨¦l una pesada losa de silencio.
La lentitud en el desarrollo y aplicaci¨®n de las reales ordenanzas para las Fuerzas Armadas; los problemas sin resolver de la ense?anza militar, siempre en un c¨ªclico tejer y destejer; por fin, para no agobiar al lector con m¨¢s problemas, la triste experiencia de la falta de sensibilidad de los rriedios de comunicaci¨®n, con muy aisladas y meritorias excepciones, en el tratamiento a fondo de la problem¨¢tica de las Fuerzas Armadas, obliga a pensar que no se ha avanzado todo lo que se deb¨ªa y pod¨ªa.
No obstante, las dificultades y los fallos cometidos no nos deben desanimar, y en ning¨²n caso a los que cre¨ªmos encontrar en la profesi¨®n militar una noble y honrosa tarea que aseguraba unas enormes posibilidades de realizaci¨®n personal, un ilusionante trabajo en equipo y una forma de mostrar una preocupaci¨®n y deseos de colaborar con el resto de la comunidad. Tenemos la obligaci¨®n de apurar todas las posibilidades, de recorrer todos los caminos, muchos todav¨ªa inexplorados, y aunque en algunos casos falte una voluntad o programa superior que se plasme en directrices concretas, debemos ser capaces de fomentar e impulsar, por todos los,medios, y utilizando los cauces legalmente establecidos, las reformas que en los campos moral, org¨¢nico y operativo necesitamos.
Confiemos en que los grupos pol¨ªticos representados en el Gobierno y en el Parlamento abandonen las declaraciones grandilocuentes sobre las Fuerzas Armadas y afronten con voluntad pol¨ªtica firme sus responsabilidades en este tema. Hora es que se deje de ofender a los cuadros de mando de las Fuerzas Armadas con sospechas de golpismos o rupturas constitucionales, se nos utilice como cortina de humo para ocultar fricciones pol¨ªticas partidistas o bien se empleen todo tipo de subterfugios para no abordar los problemas de fondo y enmascarar la falta de conocimientos, en esta materia, de los cuadros dirigentes.
Es de desear que, en esta l¨ªnea, el Gobierno cumpla sus compromisos adquiridos; que se profundice en la adecuada estructuraci¨®n del Ministerio de Defensa; que se solucionen los problemas en las ¨¢reas que afectan al personal, a la log¨ªstica y a la acci¨®n social, sin olvidar nunca que el objetivo prioritario es conseguir unas unidades militares capaces de cumplir con eficacia sus misiones constitucionales; que el Congreso de los Diputados asuma el protagonismo legislativo que le corresponde y transforme la ley org¨¢nica que' ha recibido en un texto ejemplar y duradero, origen y base de toda la legislaci¨®n militar.
Cumpliendo lo anterior, el sistema democr¨¢tico que recientemente hemos ?inaugurado demostrar¨ªa su validez, pues se comprobar¨ªa que es el ¨²nico que con su equilibrado y compensado sistema de poderes puede recuperarse incluso de errores coyunturales y nos dar¨ªa la raz¨®n a los que hemos cre¨ªdo que era el sistema ideal para solucionar los problemas de nuestra Patria: Espa?a.
Si a pesar de todo fracasamos, me niego a subirme en el carro del desencanto, ser¨¢ simplemente que los que hemos tenido alguna responsabilidad, grande o peque?a, en estos a?os, no hemos sabido estar a la altura de la tarea; pero siempre tendremos la confianza de que hemos alumbrado un sistema que permitir¨¢ a nuestro relevo recoger la antorcha y conseguir lo que unos hombres concretos no hemos sido capaces de lograr. En resumen, a pesar del aspecto cr¨ªtico de alg¨²n pasaje de este art¨ªculo, yo, una vez m¨¢s, confiando en la reacci¨®n positiva de todos los espa?oles, me apunto a la esperanza...
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