Cinco horas con Menchu
Cuando supe del primer proyecto de llevar al teatro Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes, s¨®lo se me ocurri¨® la objeci¨®n de las aceleraciones hist¨®ricas que estamos viviendo. Esa magistral cr¨ªtica del franquismo hecha desde el franquismo en s¨ª, desde la conciencia peque?oburguesa y embarullada de una se?ora de escasos medios, fue muy oportuna en 1967, a?o de publicaci¨®n de la novela, pero Franco y Menchu parecen -o parec¨ªan-, ahora, alejarse de nosotros a la velocidad del milenio.Qu¨¦ va. Resulta que Menchu vuelve. Miguel Delibes tiene o disfruta esa forma sencilla de la genialidad que es la oportunidad, y la Menchu de Lola Herrera, que ni s¨¦ si se sigue poniendo en el Marquina o dice su mon¨®logo monocorde y monotem¨¢tico (eficac¨ªsimo) a otros espectadores espa?oles, esa Menchu es la Espa?a de los cuarenta a?os cuarenta. Esta es la Menchu de Espa?a y no la de Merim¨¦e, y no la de Merim¨¦e. El retrofranquismo creciente que va a ilustrarse de su propio pasado a la plaza de Oriente, haciendo un best-seller violento de una frase de Gir¨®n, el retroporno pol¨ªtico que se api?a dentro de un volumen de Vizca¨ªno-Casas, hasta cubicar medio mill¨®n de lectores por p¨¢gina, seg¨²n la Polic¨ªa Municipal, y 50.000 seg¨²n la agencia Efe, son el buque fantasma del pasado que cualquier d¨ªa se nos entra por el Canal de Isabel 11. Su mascar¨®n de proa es Menchu Lola Herrera, esa espa?ola de luto y vilipendio que le suelta cuatro frescas, o cuatrocientas, a su marido muerto, y con m¨¢s raz¨®n que una santa porque al pichafr¨ªa de Mario, de no haberse muerto a tiempo, le habr¨ªan condenado hoy con Hans K¨¹ng, meti¨¦ndoles juntos y un poco estrechos en el nicho que ha dejado vacante Galileo.
Me lo dec¨ªa anoche una Menchu de la high/life madrile?a, en una cena con Besteiros, Massielonas, neo-Quevedos y escritores burgueses:
De lo de Galileo, si vamos a eso, no tuvo culpa la Iglesia, sino ¨¦l, que no supo explicarse.
Adem¨¢s de cornudo de la Inquisici¨®n, apaleado verbalmente por las Menchus nacionales que, como creo haber explicado aqu¨ª, pierden el tras por leer a K¨¹ng, a ver si pone algo de la neogynona. Menchu est¨¢ viva, pues, m¨¢s viva que hace doce o catorce a?os, cuando la cre¨® su creador, y est¨¢ igual de blanca por fuera y rosa por dentro. Blanca de honestidad nacionalcat¨®lica y rosa de interiores Alejandr¨ªas inconfesadas e inconfesables. Viva como se?ora particular y como nominativo general. Con la marcha que llevan, en poco tiempo la media Espa?a puede llamarse Menchu, encontrar rojo al marido cristiano y muerto, encontrar muerto al marido rojo y vivo. Menchu, en su madurez cuarentona de carroza bien nutrida por cuarenta a?os de estraperlo moral, se est¨¢ poniendo compacta de spaghetti fascista y pizza ideol¨®gica. Una pizza grande y redonda como la plaza de Oriente, para repartir entre los mutilados de alma venidos de toda Espa?a. En el estreno de la obra, un se?or escupi¨® y se fue. Aqu¨ª yace media Espa?a. La escupi¨® la otra media.
Menos mal que luego, a la salida del teatro, suelo tomar una copa con la gran Lola Herrera, en Bocaccio:-Vamos muv bien de taquilla. El p¨²blico se r¨ªe con esa loca.
A Bocaccio, antes, ¨ªbamos los de siempre: periodistas, actores, cortesanos de Mar¨ªa Asquerino, unisex e izquierda carroza. Ahora, m¨¢s que nada, van te¨®logos. Esos cincuenta te¨®logos que de pronto han surgido en Espa?a, como un solo Hans K¨¹ng. Todos vienen del provinciano, precursor y difunto Mario, que en paz descanse. Mario le¨ªa a Ranher, a Maritain, a Guardini, a Bernanos. Todo lo que le daba a leer en Valladolid Jos¨¦ Jim¨¦nez Lozano, para corromperle, anticip¨¢ndose a Juan XXIII, que ya s¨®lo tiene culto en Vallecas. A Menchu, sin haberlos le¨ªdo, le parec¨ªan rojos. La Menchu neonacional/franquista va a m¨¢s y a Blas: ?Son ellos, que no saben explicarse?.
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