Las razones de UGT
En este mismo peri¨®dico, Nicol¨¢s Sartorius realizaba recientemente una cr¨ªtica a los contenidos del acuerdo-marco firmado por UGT y CEOE, al que quiere adherirse la USO y parece que tambi¨¦n existen posibilidades de que pueda hacerlo la CEPYME.Su cr¨ªtica no s¨®lo iba dirigida al contenido puntual de los acuerdos, sino que adem¨¢s realizaba una teorizaci¨®n esquem¨¢tica sobre las alternativas sindicales a la salida de la crisis, identificando el acuerdo-marco con los t¨¦rminos en los que el capitalismo pretende salir de la misma.
El intento de Sartorius por engarzar las reivindicaciones sindicales concretas con el an¨¢lisis de la crisis econ¨®mica que atraviesa el capitalismo a m¨ª me parece un esfuerzo muy serio y completamente necesario. Un debate de esa naturaleza, imposible de compaginar con la finalidad de este art¨ªculo, viene siendo el tema central en las organizaciones sindicales de los pa¨ªses europeos afines al nuestro, y resulta imprescindible que el sindicalismo de nuestro pa¨ªs empiece a profundizar en el mismo, tras los a?os de pol¨ªtica ?a corto plazo? que ha impuesto, e impone a¨²n, el vac¨ªo sindical que comenzamos a superar.
Relegando este debate a otras tribunas, si considero oportuno realizar algunas puntualizaciones al an¨¢lisis que hace Sartorius de la crisis. Su an¨¢lisis ignora varios hechos que, a mi entender, son decisivos: en primer lugar, que la crisis del modelo de desarrollo neocapitalista se produce a finales de los sesenta, antes de la guerra del Yon-Kipur; en segundo lugar, que la misma viene definida fundamentalmente por el aumento de precios y la escasez de una materia prima fundamental, como es la energ¨ªa petrol¨ªfera, y, en tercer lugar, que en Espa?a el proceso se simultanea con la liquidaci¨®n de un r¨¦gimen dictatorial y la creaci¨®n de nuevas instituciones. Es esencial sentar las bases de una democracia industrial, partiendo del papel protagonista de un sindicalismo libre. En este contexto, afirmar lapidariamente que se ?han dejado a un lado las recetas del modelo keynesiano del Welfare State, que tambi¨¦n ha fracasado en sus distintas versiones socialdem¨®cratas?, supone un an¨¢lisis que podr¨ªa suscribir un liberal reaccionario, como Von Hayek. Pero en el fondo, Sartorius ignora la necesidad fundamental de luchar contra la crisis, creando mecanismos de solidaridad de clase y de poder institucional de unos sindicatos que hace dos a?os eran a¨²n ilegales.
Con ello, no s¨®lo se distancia de su admirado modelo italiano, en el que tanto el PCI como la CGIL mantienen una l¨ªnea de negociaci¨®n y consideraci¨®n de aspectos clave, como son el empleo, la productividad, el salario y el absentismo conjuntamente (ah¨ª est¨¢n las posiciones de Berlinguer sobre la pol¨ªtica de austeridad; de Lama, ligando la productividad a los salarios, cuesti¨®n rechazada en el acuerdo-marco, por otra parte, y de Bruno Trentin, propiciando el empleo a tiempo parcial). Rompe adem¨¢s con la l¨ªnea seguida por el PCE y CC OO, que no s¨®lo propiciaron los pactos de la Moncloa (en el caso de CC OO sin haberlos negociado), sino que tambi¨¦n a¨²n no hace mucho propiciaron su prolongaci¨®n por tres a?os, sin m¨¢s.
Una salida progresista de la crisis
La experiencia del a?o 1979 avala una visi¨®n diferente de la defendida por CC OO. No hubo acuerdo general, y se ha producido un incremento salarial inferior en dos puntos al defendido por los sindicatos y una situaci¨®n de creciente indefensi¨®n por parte de los sectores con menor poder sindical.
Para poder lograr una salida progresista de la crisis, en la que se potencie el papel del sector p¨²blico (con un necesario saneamiento del mismo) y una m¨¢s profunda democratizaci¨®n de la econom¨ªa, el acuerdo-marco es una pieza necesaria, y prueba de ello es que el mismo Sartorius se?ala que CC OO parte de los niveles del acuerdo-marco para negociar.
Aumentar el poder sindical e institucional de los trabajadores no supone la salida de la crisis, pero, desde luego, resulta imprescindible para afrontarla desde los intereses de la clase trabajadora. Esa misma salida progresista de la crisis exige, entre otras cosas, un control y una nueva orientaci¨®n de las inversiones y del cr¨¦dito, que en ning¨²n caso pueden venir dados por una acci¨®n diseminada, convenio a convenio, de los sindicatos, sino por una pol¨ªtica de acuerdos globales con la patronal, por un lado, y de exigencia de una pol¨ªtica social al Gobierno, por otro.
Entrando en el an¨¢lisis de los contenidos del acuerdo, ¨¦stos han sido tratados con poco rigor por Sartorius, lo que, viniendo de un hombre perfectamente informado sobre el tema, introduce elementos de desconcierto y confusi¨®n. No se sostiene, por ejemplo, la afirmaci¨®n de que el acuerdo establece una banda limpia entre el 12% y el 15% para los incrementos salariales, cuando queda meridianamente claro que la banda salarial queda definitivamente establecida entre un 13% como m¨ªnimo y un 16% como m¨¢ximo. Algo que, adem¨¢s, reconoce ¨¦l mismo m¨¢s adelante al decir que ?el 16% como punto superior de la banda se debe a la presi¨®n de CCOO en la negociaci¨®n...? ?En qu¨¦ quedamos? ?Y qu¨¦ decir de este intento pueril por capitalizar la banda salarial por CC OO?,Me parece muy bien que CC OO reivindique y asuma en su consejo confederal la banda salarial del acuerdo-marco. Sin embargo, lo que ser¨ªa necesario es que explicase Sartorius por qu¨¦ Comisiones est¨¢ intentando, falseando la realidad, introducir diariamente en la prensa noticias dirigidas a fijar la imagen de que ?se han roto los niveles salariales del acuerdo-marco?. O las bases de CC OO no aceptan las decisiones un¨¢nimes de su consejo confederal, o est¨¢n empleando un doble lenguaje.
Por otra parte, Sartorius, entre las ?razones sindicales? en contra del acuerdo, dice lapidariamente que ¨¦ste introduce elementos que pueden perjudicar al empleo, sin clarificar cu¨¢les son dichos elementos. Porque si yo entiendo bien, los factores contemplados en el acuerdo-marco interconfederal relativos al empleo (reducci¨®n de jornada, disminuci¨®n y control de las horas extr¨¢s, propuesta al Gobierno de adelantar en un a?o la edad de jubilaci¨®n) son todos ellos positivos, o al menos as¨ª han sido considerados hasta el presente por todo el sindicalismo europeo, incluida CC OO, creo. Si a partir de la firma del acuerdo-marco interconfederal esto no va a ser as¨ª, el amigo Nicol¨¢s Sartorius lo tendr¨¢ que explicar mejor para que se entienda,
En el tema de la jornada, los n¨²meros se pueden hacer de diversas maneras, y ello ser¨¢ objeto por nuestra parte de un art¨ªculo espec¨ªfico. En cualquier caso, lo que es incontestable es que globalmente se reducen en dos a?os efectivos 126 horas de jornada sobre el m¨¢ximo actual, y algo que resulta tambi¨¦n muy importante: la clasificaci¨®n como trabajo efectivo de los tiempos de descanso, el ?bocadillo?, etc¨¦tera, supone cada a?o m¨¢s de cien horas. ?Qu¨¦ es m¨¢s importante para CC OO: reducir 126 horas de trabajo o seguir reivindicando en las plataformas las cuarenta horas o las 35 de la CES, mientras se est¨¢ trabajando de hecho m¨¢s de 42 horas de media? Hay que decir tambi¨¦n que el Estatuto de los Trabajadores ha supuesto una rebaja este a?o de 54 horas sobre el anterior tope legal. Es verdad que hay sectores a los que este a?o no les afectar¨ªa la reducci¨®n de jornada, aunque s¨ª sustancialmente el a?o que viene; pero no es menos cierto que un sindicato debe defender los intereses del conjunto de los trabajadores y, entre ellos, los que tienen menos fuerza. Por otra parte, nadie se cree en este pa¨ªs que, sin el acuerdo-marco, se conseguir¨ªa, convenio a convenio, la reducci¨®n de jornada contemplada en el mismo.
Desde nuestro punto de vista, la cr¨ªtica que hace Comisiones al tratamiento de la productividad en el acuerdo-marco interconfederal est¨¢ totalmente desenfocada. En realidad, Sartorius nos da la raz¨®n al aportar los, datos conocidos del Banco Pastor, que demuestran que, sin acuerdos de productividad, hubo m¨¢s desocupados y un crecimiento de la productividad. Y, lamentablemente, Sartorius quiere que sigamos como hasta ahora.
Negociar la productividad
Precisamente, por estas mismas razones, nosotros queremos lo contrario: que se negocie la productividad, con objeto de poder mantener el empleo, o bien aplicar su crecimiento en la creaci¨®n de nuevos puestos de trabajo.
Es necesario se?alar, por otra parte, que no basta con constatar un aumento de la productividad, que es real, debido sobre todo al desempleo. Es necesario a?adir que el nivel de productividad del pa¨ªs, sin embargo, es bajo y que resulta necesario aumentar la competitividad de las empresas, de tal manera que ¨¦stas puedan emplear toda su capacidad productiva y, consecuentemente, asegurar los puestos de traabajo y crear empleo.
Es tambi¨¦n evidente que por primera vez la productividad y el absentismo son objeto de negociaci¨®n con los trabajadores y no una simple imposici¨®n arbitraria de los empresarios. No es real afirmar que en el acuerdo-marco los aumentos de productividad van ligados a los salarios, ni que dichos temas se negocien sin contrapartidas. As¨ª, se establece, en primer lugar, que las mejoras de productividad y los beneficios derivados tienen que ser negociados; en segundo lugar, que en esta negociaci¨®n tienen que contemplarse todos y cada uno de los factores que inciden en la misma, y, por ¨²ltimo, para, no extendernos, que los beneficios que pudieran derivarse de los acuerdos concretos de productividad han de servir para: en las empresas en crisis, salir de ella, y en situaci¨®n normal, para inversiones que creen puestos de trabajo, para incrementos econ¨®micos de los trabajadores y para mejorar el excedente empresarial.
El tratamiento que se da en el acuerdo-marco interconfederal a la productividad tiene las contrapartidas que no han existido hasta el presente. Sartorius debe saberlo perfectamente, pues CC OO firm¨® el a?o pasado -y hay que recordarle que en solitario- en varios convenios de la construcci¨®n tablas de rendimiento, la forma m¨¢s burda de aumentar la productividad, sin ninguna contrapartida.
Esquem¨¢ticamente, quisiera aludir a otros temas que aborda Sartorius en su articulo. Las reivindicaciones salariales sobre la previsi¨®n futura, en vez de sobre la inflaci¨®n pasada, adem¨¢s de tener una clara justificaci¨®n desde la perspectiva de una pol¨ªtica antiinflacionista, hay que recordar que fue defendida con el m¨¢ximo calor por el PCE y CC OO durante los acuerdos de la Moncloa. Resulta, por otra parte, llamativo que ahora critique CC OO los dos a?os de vigencia del acuerdo-marco interconfederal, cuando el a?o pasado exig¨ªa un acuerdo a tres a?os con el Gobierno. Asimismo, resulta necesario dejar claro que una vigencia de los convenios superior a un a?o no es imperativa, sino una recomendaci¨®n, dando en cualquier caso al tema salarial vigencia anual. Es tambi¨¦n inexacto decir que el tema de derechos sindicales tiene vigencia de tres convenios, cuando expl¨ªcitamente en el acuerdo se se?ala lo contrario.
Por ¨²ltimo, es necesario volver por pasiva la afirmaci¨®n de Sartorius sobre la incidencia negativa que la falta de coincidencia entre UGT y CC OO haya tenido sobre el techo alcanzado en el acuerdo-marco in terco nfederal. Estoy de acuerdo. Si Comisiones hubiese ido al mismo con voluntad de firmar, si hubiera mantenido una posici¨®n menos monol¨ªtica durante la negociaci¨®n, si hubiese hecho frente com¨²n con UGT para arrancar m¨¢s mejoras en torno a posiciones reales de negociaci¨®n, el acuerdo se hubiera mejorado en alg¨²n punto y, sobre todo, se habr¨ªa evitado el que la capacidad y las energ¨ªas de CC OO est¨¦n enfocadas a romper el acuerdo-marco, en vez de ser dirigidas a sacarle todo su rendimiento y a obligar a la patronal a que se cumpla en los convenios colectivos, en beneficio de los trabajadores y del pa¨ªs.
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