La reforma: m¨¢s all¨¢ de un proyecto
El Gobierno de UCD ha enviado a las Cortes un proyecto de ley de autonom¨ªa universitaria. Y ya han empezado los conflictos. De la enga?osa paz que ha recorrido ¨²ltimamente las aulas universitarias se ha pasado a una contestaci¨®n radical, motivada directamente por dicho proyecto.La gente de la calle se pregunta qu¨¦ pasa de nuevo en la universidad. Y los universitarios nos preguntamos, aun desde ideolog¨ªas muy distintas, cu¨¢ndo se va a atender seriamente a la Universidad para resolver su larga y dram¨¢tica crisis.
Evidentemente, no es f¨¢cil resolver la crisis de la universidad. Al margen de problemas concretos, considero que tras el tema de la universidad hay conflictos m¨¢s profundos que no aparecen en la superficie del debate a causa de la urgencia e inmediatez de otros m¨¢s visibles, m¨¢s directos o m¨¢s f¨¢cilmente detectables. La dial¨¦ctica de los conflictos sociales a veces est¨¢ m¨¢s all¨¢ de la conciencia inmediata de personas y grupos.
En este sentido, creo que una reforma universitaria implica algo m¨¢s que el simple arreglo de una instituci¨®n: en el fondo, se est¨¢ poniendo en juego toda una concepci¨®n de la sociedad y de la cultura. En otra ¨¦poca, a principios del siglo XIX, se comprendi¨® mejor el profundo alcance te¨®rico de una reforma universitaria y fil¨®sofos como Schelling, Fichte, Schleiermacher, Hegel o Von Humboldt, descendieron al ruedo de la pol¨¦mica porque entend¨ªan que con el debate ideol¨®gico y pol¨ªtico sobre la reforma universitaria se estaba replanteando toda una teor¨ªa de la historia y de la pol¨ªtica (v¨¦ase Philosophies de l' Universit¨¦, L' idealisme allemand et la question de l'Universit¨¦, Ed. Payot, Par¨ªs, 1979).
Y esto es, fundamentalmente, lo que quiero poner de relieve: el referido proyecto de ley plantea, en el fondo de su particular articulado, importantes cuestiones que van m¨¢s all¨¢ de la problem¨¢tica circunstancial de lo universitario. Consciente o inconscientemente, el Gobierno de UCD se est¨¢ definiendo sobre dos grandes temas: la democracia y la funci¨®n socio-pol¨ªtica de la universidad. El proyecto de ley manifiesta. a poco que se hurgue cr¨ªticamente en el texto, una filosof¨ªa pol¨ªtica muy discutible.
En primer lugar, la problem¨¢tica sobre la democracia y la filosof¨ªa gubernamental al respecto se pueden aprehender con un an¨¢lisis no superficial del procedimiento seguido para confeccionar este proyecto. El Gobierno dice que ha actuado conforme a la Constituci¨®n y que ha consultado a las universidades. La contestaci¨®n universitaria sostiene que no ha habido una suficiente consulta previa, eficazmente democr¨¢tica. El Gobierno dice que no retira el proyecto y que si se quiere su rechazo total o su enmienda parcial habr¨¢ de ser por v¨ªa parlamentaria. Hasta aqu¨ª, de modo muy esquem¨¢tico, la pol¨¦mica sobre el tr¨¢mite procedimental de la confecci¨®n de este proyecto de ley.
Pero detr¨¢s de esta discusi¨®n hay algo m¨¢s que unas meras diferencias de opini¨®n sobre el procedimiento legislativo. Hay en conflicto dos concepciones de la democracia. Una entiende que la democracia termina en el simple respeto formal de la Constituci¨®n. Y otra defiende la necesidad de una permanente profundizaci¨®n de esa democracia formal, que la haga m¨¢s real y directa. Que haya universitarios que defiendan la necesidad de esa consulta previa y democr¨¢tica, en favor, precisamente, de una autentificaci¨®n de la democracia, no quiere decir que haya el prop¨®sito de negar las legitimas exigencias de la democracia representativa ni los innegables valores de un Estado de derecho.
Por otra parte, no se trata tampoco de reclamar ning¨²n privilegio corporativista. Esto es, no se pide que la ley sea hecha s¨®lo por los universitarios, como si la sociedad o sus leg¨ªtimos representantes no tuvieran nada que decir o hacer al respecto. Ahora bien, si somos los destinatarios directos de esa ley, tenemos el derecho a que el Gobierno y los representantes del pueblo nos consulten adecuada mente, y luego, las Cortes hagan lo que estimen oportuno y conveniente para todo el pa¨ªs, ya que no se niega que la universidad sea un servicio p¨²blico ni se afirma que deba ser un ghetto de intelectuales y cient¨ªficos.
Con la exigencia de esa consulta no se ataca a la Constituci¨®n, sino que se posibilita llenarla de sentido y se autentifica la democracia que declara.
Sin embargo, esa consulta no se ha hecho adecuadamente, no ha existido propiamente, por mucho que el Ministerio sostenga que dispone en sus archivos de miles de p¨¢ginas de sugerencias para la reforma. ?Qu¨¦ trabajo hubiera costado hacer esa consulta? La respuesta es muy sencilla: no se ha hecho, porque no interesaba hacerla. Tal vez los resultados hubieran puesto de relieve que sectores mayoritarios de universitarios demandaban cosas muy distintas de las que el Gobierno de UCD considera convenientes para la universidad y para el pa¨ªs. As¨ª se ha encabezonado en mantener un proyecto ampliamente contestado y ya han empezado los conflictos. Adem¨¢s, el Gobierno olvida el personal con el que trata en este caso. Es un personal mayoritariamente joven, muy cr¨ªtico, muy celoso de la libertad y muy cansado de su marginaci¨®n y de las estructuras casi feudales que ha soportado y que soporta. Aunque tales datos no deben justificar ning¨²n privilegio pol¨ªtico, resulta muy torpe no tenerlos en cuenta.
La funci¨®n sociopol¨ªtica
Y vayamos con la segunda cuesti¨®n de fondo: la funci¨®n sociopol¨ªtica que se pretende asignar o negar a la universidad. Para comprender mejor el alcance de esta cuesti¨®n, tal vez ser¨ªa conveniente preguntarse si realmente se quiere arreglar y salvar a la universidad, concretamente a la universidad estatal, pues no es dif¨ªcil comprobar que desde 1975, en que muri¨® el general Franco, no ha habido -y mucho menos antes- una clara y eficaz decisi¨®n pol¨ªtica de producir la fundaci¨®n de la universidad de los nuevos tiempos. Hasta los partidos de izquierda, por otras causas que UCD, se han desocupado ¨²ltimamente del tema universitario, aunque ahora la izquierda va descubriendo el valor pol¨ªtico de las superestructuras (Gramsci) y va dejando en su sitio el economicismo dominante en otras ¨¦pocas. El caso es que casi toda la clase pol¨ªtica, agobiada tambi¨¦n l¨®gicamente por otros problemas m¨¢s inmediatos e importantes, ha desertado, en cierta medida, de las preocupaciones universitarias.
Pero mi pregunta es m¨¢s directa: ?Interesa realmente al Gobierno que funcione esa universidad nueva y radicalmente distinta? No es una pregunta absurda ni malintencionada. Simplemente trata de profundizar m¨¢s all¨¢ de un proyecto de ley concreto. Sin duda, al Gobierno le interesa que la universidad funcione, pero desde luego bajo unas coordenadas, condiciones o exigencias especiales. Esto es, a los grupos instalados en el Gobierno les interesa un funcionamiento de la universidad por el que ¨¦sta pueda servir eficazmente a la reproducci¨®n y mantenimiento del sistema. de su sistema socio-pol¨ªtico Y socio-econ¨®mico. Peto el Gobierno de UCD se ha encontrado con una universidad que, incluso como reproductora del sistema, estaba y est¨¢ en niveles muy bajos de eficacia: falta de medios, salarios injustos, una investigaci¨®n muy poco desarrollada. desconexi¨®n con la sociedad, bajo nivel en los titulados, etc¨¦tera. El sistema. si invierte en lo universitario, reclama una universidad muy distinta. pero sobre todo eficaz y ¨²til a sus objetivos. Y si no le resulta as¨ª, la condenar¨¢ -como de hecho la est¨¢ condenando- a su progresivo deterioro por 10.000 vericuetos estructurales o financieros y har¨¢ surgir la consecuente necesidad de las universidades privadas.
De todos modos, el Gobierno no pod¨ªa consentir que se perdiera la enorme inversi¨®n ya producida en la universidad estatal y ha proyectado su reforma universitaria. Pero eso es una cosa y otra es que, con tanta reforma, vaya a constituir a la universidad es un molesto o peligroso instrumento cultural y cient¨ªfico con objetivos muy distintos o contrarios a los que representa. Y eso desde luego puede pasar con una universidad realmente aut¨®noma y democr¨¢tica. Por tanto, si hay que dar autonom¨ªa y democracia, se dar¨¢, pero dentro de unos l¨ªmites y con unos determinados presupuestos y condicionamientos. Y si la universidad reclama mucho en este sentido, pues puede suceder que se corte este proceso de reforma y que todo siga igual, para que la crisis se agudice y vuelva a surgir, ahora por otras causas, la necesidad de unas universidades privadas eficaces.
La universidad, o grandes sectores de universitarios, no est¨¢ dispuesta a convertirse, ni aqu¨ª ni -creo- en ning¨²n otro Estado, en reproductor acr¨ªtico del sistema. La universidad, tendr¨¢ que pasar sin duda por muchos condicionamientos y contradicciones, pero no renuncia a la libertad fundamental que implica el trabajo intelectual y cient¨ªfico, que no es ning¨²n privilegio de grupo o de ¨¦lite, sino una posibilidad real tambi¨¦n para la libertad total y el progreso de la misma sociedad. La funci¨®n socio-pol¨ªtica de la universidad se define de una determinada manera en este proyecto. Los universitarios parece que no est¨¢n de acuerdo con esa definici¨®n.
Y dos consideraciones finales. La primera es que estamos ante una nueva ocasi¨®n de alumbrar la universidad que exige nuestro tiempo. Sin embargo, hay muchos indicios para pensar que esa ocasi¨®n va a desaprovecharse para mal de todos. Esto exige una reflexi¨®n muy seria por parte de todos, y una llamada a la sensatez, en unos, y a la capacidad de riesgo en cambio, para otros. La segunda consideraci¨®n es presagiar una grave conflictividad que puede deteriorar el clima de convivencia, sereno y pac¨ªfico, que el pa¨ªs sigue necesitando como agua de mayo. Que cada cual calcule su responsabilidad en este punto. En todo caso, hay que evitar que se colme el vaso de la paciencia universitaria y hay que evitar tambi¨¦n el radicalismo seudorrevolucionario, que termina siendo el mejor aliado de las actitudes m¨¢s regresivas.
Y dos conclusiones. Los universitarios, con nuestros defectos y nuestras culpas, hemos gastado muchas horas de trabajo y de esfuerzos por sacar adelante a la universidad en circunstancias muy dif¨ªciles. Creo que tenemos ahora derecho a que se nos escuche muy seriamente antes de acometer la reforma. Sin entraren valoraciones pol¨ªticas, es claro que el proyecto de ley de autonom¨ªa universitaria ha recibido una amplia y dura contestaci¨®n. Por este motivo, y tambi¨¦n para no perder otra ocasi¨®n de arreglar la universidad e incluso para evitar tina conflictividad m¨¢s a este pa¨ªs, cansado de tantas guerras, yo pedir¨ªa modestamente al Gobierno que retire este proyecto de ley. Tambi¨¦n pedir¨ªa que esa futura ley fuera realmente un instrumento al servicio de la aut¨¦ntica autonom¨ªa universitaria y se redujera, por consiguiente, a ser una ley-marco; esto es, una ley que estableciera las coordenadas o condiciones generales y fundamentales de toda universidad como servicio p¨²blico y dejara el resto de su ordenaci¨®n a la decisi¨®n de las propias universidades, en el uso de una efectiva y real autonom¨ªa.
Todas estas reflexiones cr¨ªticas, las hago en favor de una universidad rigurosa en lo cient¨ªfico, responsable en el trabajo y democr¨¢tica en su funcionamiento, porque esa es -creo- la universidad que demanda nuestra sociedad, y no son el grito impertinente o in¨²til de unos universitarios absurda e inmotivadamente disconformes.
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