Carlos Ord¨®?ez y Mariana Mart¨ªnez, espa?oles de Viena
La Espa?a dieciochesca lleva al l¨ªmite una larga operaci¨®n de import-export musical. Si a la corte vienen grandes figuras (Scarlatti Bocherini) y median¨ªas, nosotros correspondemos tambi¨¦n con mediocridades y talentos singulares. Este ir y venir se realiza, sobre todo, con Italia; pero, l¨®gicamente, se extiende a otros pa¨ªses: de modo particular, Austria. Y hay que decir que si los residentes extranjeros en nuestro pa¨ªs, al menos los m¨¢s significados, se ?hispanizaron?, los compositores espa?oles, de aqu¨ª y de fuera de aqu¨ª, permanecieron fieles, en gran parte, al italianismo; pertenecen, en realidad, a la escuela de Italia o, como en el caso de la Martinez (1734-1786) y Ord¨®?ez (1744-1812), a la italo-austriaca, en que se formaron y vivieron. Resulta incluso dif¨ªcil, en muchos casos, escrutar ese ?fondo espa?ol? escondido tras la apariencia del estilo de que nos habla Mitjana. Con todo, no est¨¢ mal, sino muy bien, que conozcamos y ?recuperemos? a estos ?espa?oles de fuera?, lo que habr¨ªa que hacer tambi¨¦n con los de ?dentro?, pues tan olvidados permanecen unos como otros. Un Terradellas (disc¨ªpulo de Valls), tan admirado por Rousseau y Gr¨¦try; un Mart¨ªn y Soler, famoso desde Espa?a hasta San Petesburgo; un Francisco Puesde?a, maestro en la corte del virrey de N¨¢poles; un Girolamo Ab¨®s, malt¨¦s de origen espa?ol, disc¨ªpulo de Leo y Durante en N¨¢poles; un Diego Nasell (o Egidio Lasnell, como se firmaba), disc¨ªpulo del napolitano-espa?ol David P¨¦rez; un Francisco Javier Garc¨ªa, llamado en Italia il spagnoletto; un Pedro Mart¨ªnez, konzertmeister en la corte de Stuttgart; un Dur¨¢n, un Gayt¨¢n y Arteaga. Tantos y tantos.Pero vayamos a Viena, en donde encontramos, junto al catal¨¢n Antonio Martorell, que festej¨® al emperador Francisco I con su cantata El jubileo del Olimpo, a Carlos Ord¨®?ez y Mariana Mart¨ªnez. Ya en 1920, Rafael Mitjana reclamaba el ?espa?olismo? de Mariana Mart¨ªnez, nacida en Viena, pero hija de un espa?ol que viv¨ªa en N¨¢poles hasta su designaci¨®n como ?maestro de ceremonias del nuncio apost¨®lico? en la capital austriaca. Gracias al padre de Mariana, Haydn entr¨® en relaci¨®n con Metastasio y con P¨®rpora. A cambio, las hijas de Nicol¨¢s Mart¨ªnez recibir¨ªan ense?anzas de Haydn, lo que, unido a la amistad de Metastasio, har¨ªa de Mariana una compositora clavecinista, profesora y cantante muy estimable y una figura de cierta influencia social y cultural en el ambiente vien¨¦s. Este y otros muchos detalles recoge Mitjana en su aportaci¨®n a la Enciclopedia de la m¨²sica, de Lavignac, sin dejar de apuntar ?fuentes? tan importantes como Carpani (1812 y 1823), Pohl (Leipzig, 1882) y el ineludible Burney (1772-1773). ?Artista distinguida, simp¨¢tica y encantadora? -son los adjetivos de Mitjana-, demostr¨® en sus obras un buen hacer y un instinto musical dentro de una sensibilidad o ?estilo sensitivo? leve, galante, atractivo y, en definitiva, menor. Lo que qued¨® bien claro en el Concierto en la mayor, tocado consuma delicadeza y tenue poes¨ªa por Antonio Baciero. La obra, excelentemente revisada por Baciero, qued¨® entre el ?encanto? y la ?diversi¨®n? por hablar stendhalianamente.
Mayor fuerza, mejor textura, m¨¢s impulso encontramos en la Sinfon¨ªa en re mayor, de Carlos Ord¨®?ez, revisada con maestr¨ªa por Angel Oliver. Folker, el celeb¨¦rrimo bi¨®grafo de Bach, elogi¨® con entusiasmo el singspiel de Ord¨®?ez, Por una vez, el hombre impone su voluntad (1779). Gran violinista, Ord¨®?ez figura entre los iniciadores espa?oles de la m¨²sica de c¨¢mara. Sus ?cuartetos? y ?tr¨ªos? constituyen -con los de Canales, Almeyda, Araciel, Ataide- cap¨ªtulo fundamental en el discurrir de nuestra historia, por m¨¢s que sean deudores de estilos for¨¢neos a los que, incidentalmente, no dejan de aportar rasgos diferenciales. La ?sinfon¨ªa? escuchada ahora, escrita en el patr¨®n italiano -un andante entre dos alegros-, es viva de esp¨ªritu.
La Orquesta de C¨¢mara Espa?ola toc¨® la obra excelentemente y acompa?¨® con buen arte el noveno concierto de Mozart, en el que Baciero expuso las m¨¢s hondas y preciosistas caracter¨ªsticas de su estilo. Cerr¨® el programa el Divertimento en fa mayor, K. 138, de Mozart, en el que nuevamente dieron ocasi¨®n deaplauso los profesores de la Nacional y su concertino-director, V¨ªctor Mart¨ªn.
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