Un gesto, una necesidad
De nuevo un gesto de un partido pol¨ªtico vasco, en este caso el abandono del PNV de una serie de instituciones, tales como el Parlamento espa?ol y el propio Consejo General Vasco, cae como un cubo de agua fr¨ªa sobre los c¨ªrculos pol¨ªticos espa?oles. De nuevo tambi¨¦n parte de la prensa madrile?a y de esos mismos medios pol¨ªticos sienten la siempre f¨¢cil tentaci¨®n de explicarlo por t¨®picos de este tenor: que responde ¨²nicamente a contradicciones internas. a presiones de la base, o es un acto m¨¢s de campa?a electoral.Seg¨²n nuestra valoraci¨®n, el proceso auton¨®mico que se est¨¢ produciendo en el conjunto de las nacionalidades Y regiones del Estado espa?ol constituye, o puede constituir. seg¨²n la relaci¨®n de fuerzas entre el partido del Goblerno y las fuerzas populares y democr¨¢ticas, la aut¨¦ntica ruptura democr¨¢tica. En el sentido de que la autonom¨ªa no significa s¨®lo autogobierno de los pueblos o simplemente el traslado de los centros de decisi¨®n de ciertas materias desde Madrid a Barcelona o a Bilbao, sino tambi¨¦n la necesaria democratizaci¨®n del aparato estatal perif¨¦rico. Con ello se consigue el punto m¨¢s conflictivo de las reivindicaciones de la ruptura democr¨¢tica.
S¨®lo por esto UCD ten¨ªa ya que oponerse a los estatutos de autonom¨ªa que llevaran a cabo tal democratizaci¨®n. Pero en el caso vasco se encontraba con graves dificultades para impedirlo, ya que, por raras circunstancias en nuestra reciente historia, la mayor¨ªa de las fuerzas politicas vascas que representan a la inmensa mayor¨ªa del pueblo vasco se encontraban api?adas en torno a la alternativa unitaria que representaba el Estatuto de Guernica.
El aislamiento de UCD, que por otra parte tan h¨¢bilmente supo jugar con las contradicciones entre las fuerzas vascas durante el per¨ªodo de elaboraci¨®n de la Constituci¨®n, le rest¨® todo margen de maniobra, y no tuvo otro remedio que aceptar un texto auton¨®mico que, a la larga, puede representar la desaparici¨®n misma de UCD en un pa¨ªs donde no cuenta con m¨¢s incidencia social que la proveniente de su presencia en el Gobierno y el control de la RTVE.
Sin embargo, actualmente, despu¨¦s del 28.? Congreso Extraordinario del PSOE, el partido del Gobierno est¨¢ contando con el apoyo de una fuerza pol¨ªtica que, en cierta medida, le ofrece complicidad y connivencia a sus maniobras, tendentes a recuperar las batallas perdidas en las dif¨ªciles negociaciones del largo verano de 1979, mediante los sutiles recortes en la actual elaboraci¨®n de las leves org¨¢nicas. Dif¨ªcilmente podr¨ªa haber llevado a cabo su actual ofensiva el partido del Gobierno sin esta colaboraci¨®n del PSOE. tanto en el tema de Navarra. cuya responsambilidad denunciamos en estas mismas p¨¢ginas, como en el Estatuto de los Trabajadores -en especial en el marco de relaciones laborales- y en el paquete de leyes org¨¢nicas. que atentan gravemente contra el Estatuto de Autonom¨ªa Vasco.
Como en cualquier pa¨ªs donde se d¨¦ un problema nacional, tambien en Euskadi existen dos extremos de radicalismo nacionalista que coinciden en denunciar, como tibieza acomo reformismo, el acatar la voluntad pol¨ªtica del pueblo real, expresada con mayor o menor libertad mediante el voto en las sucesivas elecciones. Este hecho resulta mucho m¨¢s grave en Euskadi, nacionalidad a la que puede aplicarse la afirmaci¨®n que Jos¨¦ Ortega y Gasset hac¨ªa de Espa?a. Euskadi tambi¨¦n es un pa¨ªs invertebrado, desarticulado; quiz¨¢ porque el movimiento de liberaci¨®n nacional no se ha desarrollado hasta tal punto que haya dado participaci¨®n a las m¨¢s amplias masas, ni ha conseguido siquiera que los grupos que apoyan consecuentemente las reivindicaciones nacionales sean sectores homog¨¦neos del pueblo. As¨ª, cuando el 6 de diciembre de 1978 el pueblo vasco rechaza, o al menos no aprueba, mayoritariamente la Constituci¨®n espa?ola, de ning¨²n modo puede decirse que ese 50% largo que vot¨® no o se abstuvo fuese de componente trabajadora, y el resto, burguesa, o viceversa. Al contrario, en cada sector de ese 50% se daba, a nivel ideol¨®gico, una derecha, un centro, una izquierda, e, incluso, una extrema izquierda.
Por esto, m¨¢s que en ning¨²n otro pa¨ªs del Estado, e incluso de Europa, Euskadi necesita un proceso auton¨®mico en profundidad para culminar el proceso de constituci¨®n de la nacionalidad vasca. Para que este proceso sea democr¨¢tico. con la plena y consciente participaci¨®n de amplios sectores populares, sin marginaciones ni discriminaciones de ning¨²n tipo, es imprescindible esa democratizacion del aparato del Estado en las ¨¢reas perif¨¦ricas. Es m¨¢s: si de hecho, no tanto en su letra como en su aplicaci¨®n real y concreta, el Estatuto de Autonom¨ªa no cumple con este requisito democratizador, resulta inviable en Euskadi toda estrategia que ponga su eje en la democracia, entendida en su sentido m¨¢s amplio y originario, tal como la entiende Euskadiko Ezkerra, como participaci¨®n popular en la tarea com¨²n, en solidaridad con todos los pueblos del Estado.
Es conocido que el nacionalismo vasco, en cualquiera de sus distintas corrientes ideol¨®gicas, es un movimiento sumamente radical, como l¨®gica respuesta a un centralismo no menos radical, que no se remonta ¨²nicamente a los cuarenta a?os de dictadura franquista, sino que hunde sus ra¨ªces en m¨¢s de 280 a?os. Por esto, las posturas democr¨¢ticas y solidarias no han arraigado todav¨ªa con suficiente fuerza en nuestro pa¨ªs. De ah¨ª que quienes desde su poder en Madrid cierran las puertas a toda esperanza son los m¨¢ximos responsables, y quiz¨¢ los ¨²nicos responsables, de lo que pueda ocurrir en Euskadi.
Verdaderamente, si el centralismo negara toda posibilidad a que la v¨ªa del di¨¢logo, la negociaci¨®n y la presi¨®n de las masas consigan la democratizaci¨®n del Estado que haga posible el autogobierno del pueblo vasco, es l¨®gico que las fuerzas pol¨ªticas vascas, que apoyamos honradamente la v¨ªa estatutaria, nos cuestionemos, como lo hizo Juan Mar¨ªa Bandr¨¦s y hoy hace el PNV, nuestra presencia en las instituciones estatales.
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