La democracia ante la corrupci¨®n
Una de las cualidades positivas que caracteriza a las democracias pluralistas, s¨®lidamente establecidas, es la de no primar el esc¨¢ndalo con el silencio. Es harto notorio que en los reg¨ªmenes autoritarios el esc¨¢ndalo y la corrupci¨®n se amparan en la impunidad. Las dictaduras temen m¨¢s el pecado de esc¨¢ndalo que al esc¨¢ndalo mismo y, con ello, la corrupci¨®n encuentra abonado el campo para su producci¨®n y desarrollo.Se ha dicho muchas veces que las pol¨ªticas autoritarias se apoyan en el enga?o, los mitos y el miedo; pero lo que no se ha destacado suficientemente es la implacable ley del silencio, que en tales reg¨ªmenes rige frente a todo debate p¨²blico para discutir los problemas y las cuestiones que afectan a la comunidad. La ley del silencio es, pues, una ley t¨ªpicamente autoritaria. S¨®lo en dichos sistemas puede hablarse, en puridad, de mayor¨ªas silenciosas.
La cosa p¨²blica o res publica de los romanos lo es tanto por sucar¨¢cter p¨²blico -y como tal, de inter¨¦s p¨²blico- como por su obligada publicidad, claridad, diafanidad y transparencia. Donde el debate p¨²blico est¨¢ prohibido, el ciudadano vive amordazado.
En las democracias pluralistas no debe haber ocultismos ni ocultaciones. Nada de lo que afecte al inter¨¦s de la colectividad debe sustraerse a la cr¨ªtica, control y fiscalizaci¨®n de las instituciones representativas y de las fuerzas pol¨ªticas y sociales del pa¨ªs.
Es el esc¨¢ndalo en si mismo el que debe escandalizar a quienes lo cometen. Impedir su divulgaci¨®n y esclarecimiento es contribuir a la tentaci¨®n de cometerlo y asegurar su impunidad.
Ya en 1929, Francisco Camb¨® fustigaba la corrupci¨®n como uno de los males inherentes a las dictaduras, incluso a las que ¨¦l calificaba de ?buenas dictaduras?; esto es, aquellas encarnadas en la persona de un hombre ¨ªntegro y austero. En este sentido, afirmaba que ?la moralidad de los hombres p¨²blicos, de los investidos de autoridad en r¨¦gimen normal, est¨¢ garantizada no s¨®lo por el propio esp¨ªritu de honradez, sino tambi¨¦n por la coacci¨®n" que implica la cr¨ªtica, bien de la prensa, ya del Parlamento, o de las sesiones plenarias de las corporaciones locales. Supr¨ªmase esta coacci¨®n -el r¨¦gimen de dictadura la suprime completamente- y la prevaricaci¨®n no tardar¨¢ en aparecer y en desenvolverse entre los hombres que ejercen funciones de poder?.
Silenciar u ocultar lo que afecte a la gesti¨®n de los intereses de la comunidad es hacerse c¨®mplice de las irregularidades que en la misma puedan cometerse y propiciar los beneficios torticeros que de las mismas se deriven. Denunciar el esc¨¢ndalo es ponerse en el buen camino para prevenirlo, esclarecerlo y, cuando as¨ª proceda, corregirlo y sancionarlo ejemplarmente.
Prejuzgar la falsedad de la denuncia o divulgaci¨®n de un esc¨¢ndalo o corrupci¨®n, sin antes adoptar todas las medidas necesarias para su total averiguaci¨®n y responsabilidades, es atentar contra el deber p¨²blico subjetivo de denuncia frente a cualquier posible corrupci¨®n, manifiesta o encubierta, que toda sociedad, moralmente sana, debe erradicar.
Las consideraciones anteriores no pueden llevarnos a la conclusi¨®n de que la corrupci¨®n s¨®lo exista en las dictaduras. La diferencia estriba en que en estas formas de Gobierno y de Estado, la corrupci¨®n se ampara en el silencio, y el escarmiento y ejemplaridad de su castigo, que no siempre se produce, quedan pr¨¢cticamente eliminados o disminuidos por la ausencia de publicidad. No ocurre lo mismo cuando de las democracias pluralistas se trata. En ¨¦stas, la corrupci¨®n y la inmoralidad pol¨ªtica son objeto de pol¨¦mica, debate y discusi¨®n p¨²blicas y estas caracter¨ªsticas lejos de debilitar el sistema lo que hacen es fortalecerlo, robustecerlo y asegurarlo.
En definitiva: tanto la sombra como el silencio son los aliados naturales del esc¨¢ndalo, la corrupci¨®n y la inmoralidad. No puede decirse lo mismo de la luz, la discusi¨®n y el di¨¢logo.
Son, pues, dos enfoques radicalmente opuestos de enfrentarse al fen¨®meno de la corrupci¨®n representados, respectivamente, por las dictaduras y las democracias. Ante esa alternativa, creemos que la opci¨®n no es dudosa.
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