Bob Dylan y el mayor espect¨¢culo del mundo "pop"
Cierto d¨ªa, all¨¢ por los a?os sesenta, un muchacho llamado Bob Zimmerman decidi¨® cambiar su apellido por Dylan y empu?ar su guitarra, como tantos otros, en contra de la guerra en general y dem¨¢s calamidades incluidas en la triunfante sociedad americana. Su voz particular y sus ra¨ªces nacidas del viejo folk, en auge todav¨ªa, le empujaron hasta la cima para llegar a convertirse en ¨ªdolo de cierta juventud sentimental, viva y contestataria, ajena a las humanas realidades.Tal como sucediera en otros ¨¢mbitos a otros artistas, cantantes o no, los condicionamientos sociales econ¨®micos y pol¨ªticos de su pa¨ªs barrieron con el tiempo ideas e ilusiones, empujados por un confuso vendaval en el que s¨®lo los elegidos o mejor dotados permanecen. Si Dylan se salv¨®, se debi¨® m¨¢s que nada a su personalidad innegable, capaz de hacerle brillar en solitario, sobre todo en el dif¨ªcil trance de las canciones de amor o incorporando el rock a su ya rico repertorio. Sobreviviente por partida doble de un mundo superado ya y de un temible accidente de moto, Dylan volvi¨® a surgir de sus cenizas prematuras, convertido en nuevo dios, esta vez de generaciones menos j¨®venes.
Renaldo y Clara
Direcci¨®n, gui¨®n y montaje: Bob Dylan. Int¨¦rpretes: Bgb Dylan, Sara Dylan, Joan Baez, Ronnie Hawkins, Ronne Blackley, Jack Elliot, Bob Neu Wirth, Allen Ginsberg. Musical EEUU, 1978. Versi¨®n original subtitulada. Local de estreno: Cine Urquijo.
Aceptado definitivamente por aquella misma sociedad que tanto combatiera entonces, sus ¨²ltimas palabras acerca de este filme, escrito, interpretado y dirigido por ¨¦l, es decir, a su medida y gloria, recuerdan poco a sus primeras canciones, cuando afirma que el arte ?es un medio perpetuo de procurar ilusi¨®n?. ?Qu¨¦ tipo de ilusiones? Puede que las del negro Emmet Till sacrificado en el Sur; quiz¨¢ las de John Brown, convertido en residuo de una de tantas guerras; tal vez las de John Wesley Harding, amigo de los pobres, que viajaba a lo largo del pa¨ªs en compa?¨ªa de su chica, rev¨®lver en mano.
Mitos, palabras, m¨²sicas
Renaldo y Clara nos dice poco de todos ellos, en su an¨¦cdota confusa, convertida en menos de la mitad desde su estreno en Cannes. Ambigua como su autor, arriesgando bien poco m¨¢s all¨¢ de sus canciones, sus amigos de anta?o apenas le reconocer¨¢n en ella, en sus paseos, conversaciones, citas. Los otros, sus incondicionales de toda edad, recordar¨¢n o conocer¨¢n mitos, palabras, m¨²sicas que no dejar¨¢n de emocionarles.Desde el punto de vista cinematogr¨¢fico, aparte de un sonido excepcional y una pl¨¢stica a ratos admirable, hay poco que a?adir. El mismo Dylan seguramente tampoco se propuso realizar sino lo que ha llevado a cabo: mantener y ampliar su propio mito, difundir sus vagas ideas y sus magn¨ªficos conciertos en compa?¨ªa de Joan Baez y un conjunto de int¨¦rpretes que convierten el filme en ?el espect¨¢culo m¨¢s grande del mundo?.
Por todo ello, y aun a sabiendas de que la pel¨ªcula sea Dylan fundamentalmente, es preciso ir a verle, sentirle alzarse a medio metro de la c¨¢mara como un reptil magn¨ªfico, peligroso, ambiguo, contemplar su rostro pintado de blanco bajo el sombrero coronado de flores, comprender el porqu¨¦ de un mito que perdura en un mundo donde los ¨ªdolos nunca duran demasiado. Todo ¨¦l parece transformarse en sus canciones solitarias o a d¨²o con Joan Baez. Dylan, de por s¨ª, bien vale el espect¨¢culo, sobre todo cuando letra y m¨²sica, garra y entonaci¨®n, nos llevan, al comp¨¢s de su voz ronca y violenta, hasta el oscuro coraz¨®n de un universo no se sabe si perdido o no, pero que, en todo caso, supone un hito fundamental en la historia del amor y el arte.
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